Y cuando creíamos que no nos faltaba nada por ver, sale a la luz pública una nueva polémica. ¿Te imaginas poder comprar un décimo de la Lotería de Navidad por solo tres euros? Pues no hace tanto (en los años 60) esa era la realidad. Con 500 pesetas en el bolsillo (unos tres euros al cambio), cualquiera podía soñar con “El Gordo” sin que el bolsillo temblara. Hoy, más de medio siglo después, el precio del décimo está a punto de subir de nuevo: de 20 a 25 euros.
Sí, el mismo boleto que muchos españoles compran con la esperanza de “que toque algo” podría costar un 25% más el próximo año. Los loteros aseguran que llevan 23 años sin ver una subida, mientras sus comisiones siguen estancadas y los costes se disparan. Pero ¿cuánto ha cambiado realmente el precio de la suerte navideña desde entonces? ¿Y cómo afectará esta posible subida a uno de los rituales más queridos del país?
De las 500 pesetas al euro: así ha subido el precio del décimo

En 1966, un décimo de la Lotería de Navidad costaba apenas 500 pesetas (3 euros). Un año después, se duplicó a 1.000 pesetas (6 euros) y, en los 70, ya valía el doble otra vez: 2.000 pesetas (12 euros). La escalada no se detuvo ahí. En los 80, subió a 2.500 y luego a 3.000 pesetas (unos 18 euros) justo antes de la llegada del euro.
Con la entrada en vigor de la nueva moneda en 2002, el precio se redondeó en 20 euros, y ahí se ha mantenido durante más de dos décadas. Hasta ahora. Las asociaciones de loteros reclaman una subida a 25 euros, alegando que “no hay ningún producto que no haya subido desde 2002”.
Cuando nació la Lotería de Navidad, en 1812, el billete costaba 40 reales y el premio “gordo” era de 8.000 pesos fuertes. En otras palabras: el precio también ha ido “tocando” su propio premio gordo con el paso del tiempo.
Subir el precio... ¿para que el premio también suba?

Los loteros insisten en que no quieren castigar al consumidor, sino aumentar los premios. Actualmente, el Gordo reparte 400.000 euros por décimo, pero con la subida a 25 euros podría alcanzar medio millón. En teoría, todos ganarían, el jugador, el Estado y, por supuesto, los loteros.
“Antes con el Gordo te podías comprar un Picasso; ahora, con suerte, una casa en las afueras”, bromea Borja Muñiz, presidente de la Agrupación Nacional de Loteros. Y no le falta razón: desde 2002, España ha pasado por una crisis financiera, una pandemia y una inflación acumulada superior al 60%, mientras el décimo sigue clavado en 20 euros.
Si eres de los que siempre compra el mismo número, adelántate. Si finalmente se aprueba la subida en 2026, podrías ahorrar unos cuantos euros comprando tus décimos este año… y mantener viva tu tradición al “precio antiguo”.
El valor sentimental de la suerte: por qué el precio no lo es todo

Más allá del dinero, la Lotería de Navidad es pura emoción. Es ese ritual de comprar el décimo en el mismo sitio de siempre, de compartirlo con amigos o familia y de escuchar los niños de San Ildefonso cantando los premios el 22 de diciembre. Es un acto de esperanza colectiva más que una simple apuesta.
Aun así, el debate está servido. Hay quienes defienden que subir el precio rompería la tradición (para muchas familias, 20 euros ya son un esfuerzo), y otros que creen que es justo para mantener la rentabilidad del sector. Lo cierto es que el décimo se ha convertido en un gasto fijo para millones de españoles, casi al nivel del turrón o los regalos de Reyes.
Y pensar que hace solo 50 años, con lo que hoy cuesta un décimo (20 euros), podrías haber comprado seis boletos y aún te sobraba para un café. La ilusión costaba menos, sí… pero el sueño era el mismo.
Más que un número: una tradición que sigue tocando corazones

Pase lo que pase con el precio, la Lotería de Navidad seguirá marcando el arranque de la Navidad en España, porque se trata de una tradición bien arraigada y que sin importar los obstáculos permanecerá, porque los españoles simboliza una forma de mantener unidos a la familia. Cada año, millones de personas se reúnen frente a la televisión, con el corazón en vilo, soñando con escuchar sus números. El valor real no está en el coste del décimo, sino en la ilusión compartida que mueve al país cada diciembre.
Quizás pronto toque pagar un poco más por esa ilusión, pero hay cosas que, por suerte, no tienen precio: la sonrisa cuando compartes un décimo con alguien querido, la emoción de “por si acaso” y la esperanza de que, algún día, la suerte te encuentre.
Si vas a comprar tu décimo, hazlo con cabeza (y corazón). No gastes más de lo que puedas permitirte perder, pero nunca dejes de soñar. Al fin y al cabo, la magia de la Lotería de Navidad no está en el dinero… sino en la historia que cada número puede contar.







