Lo que representa la boda de Jeff Bezos es «la apropiación de Venecia como un escenario privado para el lujo extremo y la ostentación sin límites», explican los portavoces del movimiento vecinal de la ciudad. «No hay espacio para Bezos» es más que un eslogan, es el grito de una ciudad que siente que pierde su alma entre hoteles de cinco estrellas, yates colosales y fiestas exclusivas que cierran barrios enteros al ciudadano común.
La boda, que promete ser uno de los eventos más lujosos del año, ha provocado una respuesta social contundente. Colectivos locales, plataformas ciudadanas y vecinos han unido fuerzas en una protesta que no solo apunta a Jeff Bezos y Lauren Sánchez, sino a una forma de entender Venecia como un parque temático para ricos. Lo que hace unos años podía parecer anecdótico (como la boda de George Clooney en 2014) hoy desata rechazo y resentimiento. El contexto ha cambiado, menos vecinos, más hoteles, más cruceros, menos viviendas disponibles.
Los organizadores de las protestas han anunciado que intentarán bloquear el acceso a algunos lugares clave con barcas inflables y cadenas humanas. El punto más sensible sería la Iglesia de la Misericordia, situada en el popular barrio de Cannaregio, donde los manifestantes planean impedir simbólicamente el paso por tierra y mar. «No vamos a permitir que conviertan nuestra ciudad en un decorado sin alma», explican los portavoces. La protesta será, insisten, pacífica, pero visual y contundente.
El alcalde Luigi Brugnaro y el presidente de la región, Luca Zaia, han salido en defensa del enlace, acusando a los manifestantes de dañar la imagen internacional de la ciudad. Para ellos, la boda es una oportunidad económica y de visibilidad. “¿Qué imagen queremos dar? ¿La de una ciudad hostil al turismo de lujo?”, ha preguntado Zaia. Pero del otro lado están los vecinos que ven cómo los precios suben, los alquileres desaparecen y los servicios públicos se degradan.
Bezos, con sus cinco megayates, sus invitados multimillonarios y su boda de tres días con fuegos artificiales de alta costura, se ha convertido en el blanco perfecto de una ciudad agotada por el turismo masivo y el desarraigo. «No es solo Bezos», dicen los vecinos, «es todo lo que representa». Y esta vez, Venecia ha dicho basta.
Del 26 al 28 de junio, mientras se celebre el amor, también se escuchará la rabia de quienes aún viven en la ciudad. Puede que el pastel nupcial esté hecho por el mejor chef del mundo, pero muchos esperan que a Bezos se le atragante el primer bocado.
Una boda de lujo que enciende la mecha del descontento

Jeff Bezos y Lauren Sánchez han elegido Venecia como escenario de su boda, prevista entre el 26 y el 28 de junio, pero lo que para ellos será una celebración romántica y glamurosa, para muchos venecianos representa la gota que colma el vaso. El enlace, que movilizará a más de 200 invitados de la élite global, desde Oprah Winfrey hasta DiCaprio o los Kardashian, simboliza para los vecinos el uso de la ciudad como un decorado para el lujo y la ostentación.
La imagen de cinco hoteles de cinco estrellas ocupados por los invitados y megayates atracados en los canales refuerza la sensación de una Venecia secuestrada por los intereses de los más ricos. Para muchos vecinos, esta boda simboliza no solo la pérdida de identidad veneciana, sino también la desigualdad creciente y la colonización turística que expulsa a los residentes. La ciudad, afirman, no está en venta ni se alquila al mejor postor, por muchos millones que traiga consigo el evento.
Protestas creativas y una amenaza simbólica contra la boda de Jeff Bezos y Lauren Sánchez

Desde que se confirmó el enlace, los grupos de protestas de Venecia han desplegado una campaña visible y provocadora. Pancartas con el lema «No Bezos» colgaron del campanario de San Giorgio y del icónico puente de Rialto, despertando la atención mediática, que al final es el principal objetivo, hacer un llamado de atención sobre lo que está pasando en la ciudad italiana.
El pasado viernes, 200 manifestantes se congregaron en una asamblea cerca del puente, donde anunciaron acciones para boicotear el evento (menos mal que todo se hace en plan pacifico) planean bloquear los accesos por mar con botes hinchables y cortar el paso por tierra con sus propios cuerpos.
Estas manifestaciones, aseguran sus promotores, serán pacíficas pero decididas. «Si hace falta, nos tiramos al canal», han dicho con ironía y determinación. Su objetivo es hacer ruido, incomodar y recordar que la ciudad sigue viva, que hay gente que la habita y la defiende. Para ellos, esta es una lucha por la dignidad de Venecia y su futuro, no una simple pataleta contra un millonario. No se oponen al matrimonio, sino a que la ciudad se convierta en un escenario para los excesos de unos pocos.
Divisiones políticas y sociales en la ciudad

La protesta no ha sido bien recibida por todos, claramente por los novios y los invitados a la boda no. El alcalde de Venecia, Luigi Brugnaro, ha criticado duramente a los manifestantes, llamándolos «cuatro gatos violentos» y excusándose personalmente ante Bezos por el posible malestar. Por su parte, el presidente regional Luca Zaia ha tildado las protestas de «vergonzosas», defendiendo que eventos como este traen riqueza y visibilidad a la ciudad. Para ambos, los beneficios económicos pesan más que las molestias o el simbolismo político.
Sin embargo, esta visión es rechazada por quienes ven en este tipo de celebraciones un síntoma de una ciudad al borde del colapso. Venecia ya ha perdido buena parte de su población residente España (por debajo de los 50.000 habitantes), un fenómeno que está a afectando a una gran cantidad de ciudades emblemáticas de Europa, incluidas varias de y sufre una crisis habitacional y laboral. Las voces críticas creen que, en lugar de depender del turismo VIP, se deberían aplicar políticas para devolver la ciudad a sus ciudadanos y frenar la progresiva conversión de Venecia en un parque temático de lujo.
El debate sobre el turismo masivo y la identidad veneciana

Pero lo que muchos desconocen es que la indignación con la boda de Bezos es solo la punta del iceberg. Durante años, Venecia ha batallado contra la masificación turística (un fenómeno que afecta a muchas ciudades españolas, Madrid y Barcelona por ejemplo), las plataformas de alquiler vacacional y los cruceros gigantes que inundan sus canales.
Muchos residentes se sienten desplazados por un modelo económico que favorece al visitante sobre el habitante, y eventos como esta boda refuerzan la percepción de que la ciudad ha perdido el control de su destino, un destino que para muchos ya se había perdido y esta boda solo viene a mostrar heridas anteriores.
Este conflicto es también una lucha simbólica por la identidad de Venecia. ¿Debe la ciudad ser un escaparate para celebridades o un lugar donde vivir, trabajar y criar una familia? Los activistas de «No space for Bezos» quieren recordar al mundo que Venecia no es un decorado de cine ni un destino exclusivo, sino una comunidad real que lucha por su supervivencia frente al avance del turismo elitista y la especulación global.