Especial 20 Aniversario

Este pequeño ajuste en tu nevera que mejora la calidad de tus huevos

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La organización del frigorífico es uno de esos temas aparentemente triviales que puede marcar una diferencia sustancial en nuestra vida cotidiana. Los huevos constituyen un alimento básico en la despensa española, presente en miles de recetas y considerado indispensable por la inmensa mayoría de familias debido a su versatilidad y valor nutricional. Sin embargo, pocos consumidores prestan suficiente atención a la forma en que conservan este producto, desaprovechando oportunidades para mantener sus propiedades intactas durante más tiempo y garantizar la máxima seguridad alimentaria.

La conservación adecuada de este alimento tan delicado puede prolongar significativamente su vida útil y preservar sus cualidades organolépticas. Cada año, los hogares españoles desperdician toneladas de huevos debido a prácticas incorrectas de almacenamiento, un problema que podría solucionarse con un simple ajuste en la disposición de la nevera. El lugar exacto donde colocamos la huevera y el modo en que guardamos los huevos, decisiones que habitualmente tomamos por pura inercia o siguiendo costumbres heredadas sin fundamento científico, pueden determinar tanto su durabilidad como su sabor y seguridad. Una modificación tan sencilla como trasladarlos al centro del frigorífico y mantenerlos en su envase original supone un cambio imperceptible en nuestras rutinas pero con resultados sorprendentemente positivos.

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POR QUÉ LA PUERTA DE LA NEVERA ES EL PEOR ENEMIGO DE TUS HUEVOS

Fuente Propias Ia

Durante décadas, los fabricantes de frigoríficos incluyeron compartimentos específicos para huevos en las puertas de sus electrodomésticos, condicionando a generaciones enteras a almacenarlos en esta ubicación. Este diseño, pensado más en términos de comodidad visual que de conservación alimentaria, ha resultado ser contraproducente para mantener la calidad óptima del producto. Las puertas del frigorífico, sometidas a constantes aperturas y cierres que provocan fluctuaciones térmicas considerables, constituyen precisamente la zona donde la temperatura es más inestable y elevada, condiciones que aceleran el deterioro de alimentos tan sensibles como los huevos.

Los estudios de seguridad alimentaria demuestran que cada vez que abrimos la puerta del frigorífico, los alimentos ubicados en este compartimento pueden experimentar variaciones de hasta 5°C. Estas oscilaciones térmicas no solo afectan a la frescura de los huevos sino que pueden favorecer la proliferación de microorganismos como la salmonela, especialmente peligrosa en este tipo de alimentos.

La estructura porosa de la cáscara hace que los huevos sean particularmente vulnerables a los cambios bruscos de temperatura, permitiendo que el aire y la humedad penetren a través de sus miles de microscópicos poros. Los expertos en bromatología recomiendan mantener los huevos a una temperatura constante entre 0°C y 4°C, condiciones que solo pueden garantizarse en las zonas centrales del frigorífico donde el flujo de aire frío es más estable y homogéneo. Este pequeño cambio en la ubicación puede extender la vida útil del producto hasta en dos semanas adicionales respecto a su almacenamiento en la puerta.

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