Las claves para convertir las rabietas en oportunidades de conexión emocional con los hijos, por Eurocolegio Casvi Boadilla

Todo el mundo recuerda algún episodio de algún niño cercano que podría calificar como rabieta. En esos momentos, no se sabe muy bien qué hacer. Si no darle importancia para que el pequeño cese su comportamiento o si llamarle la atención por ello. 

Gestionar correctamente los desbordes emocionales, comúnmente llamados rabietas, es una tarea básica de educación infantil de todas las personas que tienen niños bajo su cuidado.

Las rabietas infantiles son comportamientos que suelen presentar los más pequeños cuando se sienten frustrados, cansados o abrumados. Estos episodios suelen incluir llantos, gritos, golpes o incluso agredir a otras personas. 

Existe una relación entre las rabietas infantiles y la conexión emocional. Es decir, cuando un niño tiene una rabieta, puede significar un signo de dificultades para manejar sus emociones o comunicarse de forma efectiva con los demás. Si familia o colegio no responde de forma adecuada a este tipo de comportamiento, puede derivar en un impacto negativo en la conexión emocional entre el niño y los adultos. Es por ello que es muy importante responder de forma comprensiva y efectiva a las rabietas para, de este modo, fortalecer la conexión emocional con el niño. 

En este sentido, en el colegio concertado en Boadilla, Eurocolegio Casvi Boadilla, implementan una corriente pedagógica conocida como disciplina positiva. Esta defiende que la clave de la educación no reside en el castigo. Además, en ese sentido, los niños deben establecer pequeños vínculos con los entornos en los que se desenvuelven, como la familia o la escuela, donde mejorará su comportamiento al sentirse parte de la comunidad. 

Según esta teoría, el castigo puede provocar dos tipos de comportamientos: la rebelión y la adicción a la aprobación, que hace que los niños teman tanto el castigo que no actúen como realmente son. 

Fundamentos de la disciplina positiva 

Para el correcto desarrollo de la teoría, es importante tener en cuenta los siguientes puntos:

Considerar los antecedentes que provocan ese comportamiento.

Enseñar a los más pequeños autocontrol y responsabilidad. 

Destacar e incentivar las buenas conductas.

Tratar de llegar a acuerdos a través del diálogo. 

Practicar la escucha activa. 

Construyendo los adultos del futuro

La disciplina positiva no solo piensa en los niños del presente, sino en los adultos que serán en un futuro. Todos los padres quieren que sus hijos se conviertan en adultos independientes, autónomos, respetuosos, empáticos y seguros de sí mismos, entre otras cualidades. 

Por ello, la disciplina positiva también incluye otras formas de trabajar esas cualidades tan importantes. Hay que darles responsabilidades para que aprendan a ser autónomos, como dejar que se vistan solos o que ayuden a la hora de cocinar o poner la mesa. 

Además, para que aprendan a ser respetuosos, tienen que convivir en un ambiente de respeto. Para ello, hay que aprender a pedirles las cosas evitando gritos o amenazas. Y así continúa con el resto de cualidades. 

Se trata de cambiar el foco y no centrarse en querer cambiar únicamente la conducta de los pequeños. También deben cambiar los padres como adultos. Es importante entender que los niños nacen con un sentimiento de inferioridad porque son más pequeños, más débiles y entienden menos el mundo. Los padres deben compensar ese sentimiento y sentar unas buenas bases de su desarrollo psicológico. En ese sentido, en la disciplina positiva destaca mucho la frase: primero conexión y luego corrección. Es decir, hay que intentar conectar emocionalmente con los pequeños para crear ese canal de comunicación y que presten atención. 

Castigos vs. Premios

La estrategia de premios y los castigos es muy similar. En uno se sobornan y en otro se amenazan, pero ninguno de los dos corrige o llevan a la motivación interna. 

Los niños quieren hacerlo bien, pero muchas veces no saben cómo. Su cerebro, que no ha terminado de madurar, les hace comportarse de forma irracional. 

Elogiar es también una forma de premiar, aunque no sea material. Por ello, frente a elogiar, lo mejor que hay que hacer es motivar a los pequeños, dándoles protagonismo y recordándoles que lo importante es el esfuerzo, no el resultado. 

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