Un estudio asocia las infecciones graves en la infancia con autismo en varones

Un estudio realizado en más de 3 millones de niños, liderado por el investigador español Manuel López-Aranda indica la asociación en varones entre infecciones en la primera infancia tan graves como para requerir hospitalización y el diagnóstico de trastornos del espectro autista.

La investigación, que se ha publicado en ‘Science Advances’ y recogido por la plataforma SINC, comenzó con una serie de experimentos en ratones. Primero, analizaron los efectos de la activación inmunitaria en las primeras etapas de la vida en ratones bebés que tenían una sola copia del gen que codifica el complejo de esclerosis tuberosa (Tsc2), asociado con los TEA en seres humanos.

En su laboratorio en el departamento de Neurobiología de la Universidad de California (Estados Unidos) inyectaron a estos roedores y a sus compañeros de camada suero salino o ácido polinosínico-ácido policidílico, un compuesto sintético que provoca una respuesta inmunitaria que imita la infección viral.

Cuando los ratones se hicieron adultos, los científicos descubrieron que los machos (pero no las hembras) que carecían de una copia de Tsc2 (y a los que se les inyectó el compuesto sintético cuando eran recién nacidos) mostraban déficits de memoria social, sin mostrar preferencia por un ratón conocido frente a otro que nunca habían visto. Es decir, se manifestaba un comportamiento similar al de los TEA, según los autores.

«Nuestro trabajo es el primero que determina las bases moleculares y el mecanismo responsable de la interacción entre mutaciones que hacen vulnerable frente al autismo y factores ambientales como las infecciones», explica López Aranda.

«Hemos demostrado que la activación del sistema inmunitario (al simular estas infecciones) en ratones con esclerosis tuberosa provoca rasgos autistas, básicamente problemas de memoria social y de comunicación», añade, para explicar que han determinado cuáles son los mecanismos involucrados en el desarrollo de dichos rasgos y de prevenir y restablecerlos en los ratones.

PUNTO DE PARTIDA PARA REVERTIR EL AUTISMO

Así, los resultados con ratones han sido confirmados con datos humanos. Los expertos analizaron el historial clínico de casi 3,6 millones de niños y descubrieron que la población masculina diagnosticada con TEA (18.232 individuos) mostraba una mayor prevalencia de infecciones que requerían hospitalización entre los 1,5 y 4 años, en comparación con la población control.

«Este trabajo supone un paso de gigante y abre una puerta para actuar sobre los elementos descubiertos, responsables de los rasgos autistas. Especialmente porque en ratones lo hemos hecho y hemos sido capaces de restablecer todos», insiste López Aranda.

En este sentido, el investigador señala que el artículo supone un punto de partida «inmejorable» para comprobar si se puede revertir el autismo en niños. «Especialmente, porque nuestros estudios han determinado las moléculas y el tipo celular responsable de esos rasgos autistas», continúa. «Además, uno de los compuestos que hemos usado para restablecer los rasgos autistas (la rapamicina) ya está aprobado para uso humano», concluye.