No sabes lo que estás contaminando al enviar emails

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Hemos llegado a un punto como civilización en el que es prácticamente imposible no contaminar. Casi cualquier cosa que hagamos contribuye, de una u otra forma, a profundizar aún más la destrucción del planeta Tierra. No tenemos remedio, e incluso los gestos en apariencia más inofensivos pueden salir muy caros en términos de emisiones y residuos. Como nos pasamos el día entero delante de una pantalla tenemos la impresión de que no contaminamos, de que no emitimos ni ensuciamos. Todo limpio, en apariencia, pero no es así.

Enviar emails, por ejemplo. Por sentido común y en apariencia nos parece que es exactamente lo mismo enviar un email que enviar cincuenta. Como si gastásemos la misma energía de un modo u otro. Y no es así en absoluto. Aunque es difícil de hacer, cada vez más científicos están intentando medir la huella ecológica que dejamos en nuestras actividades digitales. Los resultados asombran, pues el descomunal consumo de energía que supone pasa por lo general desapercibido.

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Cambiar de estrategia

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El profesor cuestiona por ese motivo algunas de las estrategias que se están implementando en la actualidad para frenar el calentamiento global. Muchos de esos planes están orientados a automatizar muchas funciones que ahora se hacen con combustibles fósiles. “Es bastante dudoso”, según el experto, que de esa forma se puedan reducir de forma significativa nuestras emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera. 

Estos últimos meses, debido al confinamiento, se incrementó mucho el uso de dispositivos digitales. El teletrabajo y las videollamadas consumen buena parte de esa actividad. Pese a ello, entre febrero y junio se redujo en hasta un 20% la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera según datos de la NASA. Aún así, no conviene dejar de lado esta cuestión y tomarse muy en serio la contaminación derivada del proceso de digitalización económica en el que estamos inmersos.

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