Un viaje de 12 minutos, tiempo que los envases del contenedor amarillo tardan en ser clasificados en planta

El viaje que realizan los residuos que los ciudadanos depositan en el contenedor amarillo (bricks, envases de plástico y latas de acero o aluminio) es un acelerado proceso tecnológico de unos 12 o 13 minutos de duración dentro de las plantas de clasificación, donde desde que llegan en el camión hasta que salen, separados y amontonados en balas para su ulterior traslado a un reciclador, pueden pasar un día y medio o dos, «como mucho».

Ese es el rápido proceso que ocurre con los envases ligeros de toda la provincia de Alicante, excepto los de los municipios del Vinalopó, en el sur (más o menos un millón de habitantes), que se clasifican en la planta de Benidorm, donde la jefa de área de residuos de Vaersa, Noelia Almiñana, ha explicado en una visita informativa que la planta es capaz de separar 7.000 kilos de residuos cada hora.

Además, ha añadido que pueden pasar «como mucho» un día y medio o dos desde que llegan en camión, se vuelcan, inician ese viaje por la planta y salen en balas «perfectamente identificadas y etiquetadas, una a una, para garantizar su total trazabilidad».

En ese proceso, Almiñana expone que los residuos se suben varias veces por la báscula con el fin de garantizar que la realidad coincide con el dato de toneladas que el municipio afirma recoger de manera selectiva en los contenedores amarillos. «En 2021 en esta planta se clasificarán más de 24.000 toneladas de forma automatizada y con varios controles para asegurar la trazabilidad», calcula la responsable de la empresa pública valenciana.

Precisamente, señala que el primer control está en la báscula de la entrada, donde cada camión se pesa, se anota hasta la matrícula y el municipio del que procede y esos datos se remiten a Ecoembes para que asegure lo que llega de cada entidad municipal.

Después, los residuos inician su viaje por la planta de selección donde son separados los diferentes flujos: por un lado brics, por otro, latas de acero o de aluminio, el material PET (como las botellas de agua) y otros plásticos. Todo el proceso está automatizado pero supervisado por operarios que se centran en eliminar impropios, como objetos plásticos voluminosos o bien paraguas, que pueden obstruir los canales de la selección y ocasionar un problema técnico.

El cotejo de los datos es una parte importante de todo el sistema del reciclaje en España, ya que la financiación depende en buena medida del punto verde que pagan los envasadores y los distribuidores para responder a la gestión de los envases, junto con la venta del material resultante de las plantas de selección a los 400 recicladores autorizados en toda España.

A este respecto, el gerente de la oficina técnica de Ecoembes, Javier López, ha precisado que pese a la rapidez del recorrido, los mecanismos de control son abundantes. Tras pesar los camiones, se acomete una caracterización de muestras del contenido de cada uno de los trailer que llega a la planta seleccionadora y otro más a la salida de las balas de las distintas fracciones (pet, metal, brics, envases). Asimismo, por lo menos dos veces al año la planta se somete a una auditoría, tanto del proceso como de la clasificación, como las cantidades y la calidad del producto seleccionado.

«En total se realizan unos 7.000 controles anuales de muestras en cada planta», apunta el gerente de Ecoembes que señala los objetivos de las auditorías son una cuestión tanto ambiental como económica.

«Si el residuo llega más sucio a la planta de reciclaje se tiene que cobrar más al municipio por la gestión que si la calidad es mayor, por eso a toda la cadena le interesa lograr la mejor selección», comenta.

En ese sentido, ha añadido que en ocasiones en las que el reciclador esté disconforme con la calidad del material adquirido a las plantas de selección en subasta y lo comunica a Ecoembes, esta información se traslada a la planta de selección para averiguar lo acontecido en ese lote en concreto. Si no están de acuerdo, entonces se celebra una auditoría al respecto para dirimir quien tiene la razón y, a continuación establecer las medidas correctoras.

«En definitiva, todo el esfuerzo de la planta de selección es evitar que haya residuos que se puedan reciclar y que vayan al vertedero», concluye Almiñana.