La pandemia no ha agravado la amenaza yihadista en el mundo, al menos por ahora

La aparición del coronavirus y su declaración como pandemia mundial en marzo de 2020 hicieron generaron un contexto que los expertos en antiterrorismo temieron que los grupos yihadistas, con Al Qaeda y Estado Islámico a la cabeza, pudieran explotar a su antojo. Sin embargo, casi un año después, la amenaza yihadista no ha variado mucho de cómo era antes más allá de que en algunas regiones los terroristas recrudecieron sus acciones.

Esta es la principal conclusión del informe ‘Yihad en tiempos de pandemia. ¿Hasta qué punto ha influido e influirá el coronavirus en el terrorismo y la violencia yihadistas?’ publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), en el que Luis de la Corte Ibáñez y Marta Summers Montero repasan los pronósticos de los expertos y la realidad en los últimos meses.

Desde un primer momento, y como se preveía, los yihadistas intentaron «capitalizar a su favor la inquietud y las carencias generadas por la pandemia, procurando sobre todo convertirla en un nuevo tema para su propaganda y un nuevo reclamo para incitar a la comisión de más atentados y ataques», aprovechando que a priori las fuerzas de seguridad estaban ocupadas con las restricciones por la pandemia.

Igualmente, varios grupos terroristas llevaron a cabo labores de asistencia a la población y de concienciación respecto a los riesgos de la COVID-19, sin que, según los autores, esté claro «hasta qué punto esos esfuerzos han podido incidir en una hipotética proliferación de las dinámicas de radicalización».

Otro de los riesgos que los expertos identificaron fue el de que los confinamientos generalizados conllevarían un mayor uso de Internet y las redes sociales y con ello una mayor exposición a la radicalización o reclutamiento por parte de estos grupos.

SIN INDICIOS DE AUMENTO DE LA RADICALIZACIÓN

Sin embargo, al menos en nuestro entorno más inmediato «no hay indicios claros de que la radicalización yihadista haya crecido de forma significativa, aun cuando 2020 haya sido un año con algunos ataques terroristas más que los registrados en 2019».

Así, en Europa Occidental, entre enero y noviembre de 2020 -el periodo analizado en el informe- se produjeron 14 atentados, lo que duplica la cifra del año anterior. En concreto, hubo una media de 1,3 ataques al mes, frente a los 0,5 de 2019.

Los países que registraron ataques fueron Francia, Reino Unido, Alemania, Suiza y Austria y «casi todos los atentados fueron obra de actores individuales aparentemente radicalizados en solitario y que carecían de vínculos directos con células u organizaciones terroristas», según la información conocida hasta ahora. Francia fue el país más castigado, con cinco atentados, dos más que en los once meses previos.

Aunque en Europa haya habido un aumento de los ataques, De la Corte y Summers subrayan que fueron «todos ellos de poca magnitud». Sin embargo, en otras regiones sí que hubo un aumento significativo en las acciones yihadistas, en particular en África Occidental y el Sahel, África Central y Oriental y en Afganistán.

CAMBIOS EN LÍNEA CON TENDENCIAS PREVIAS

«Casi todos los cambios detectados han sido congruentes con tendencias que ya venían observándose con bastante antelación a la irrupción del coronavirus» por lo que como mucho, la pandemia habría operado como «un acelerador de dinámicas previas», subrayan.

No obstante, advierten de que no se puede sostener de forma tajante que una mayor incidencia de la pandemia haya venido acompañada de una mayor actividad yihadista, puesto que «entre países con niveles similares de afectación por la COVID-19 y que ya venían experimentando un crecimiento o descenso de la violencia yihadista desde 2019 o antes algunos han visto aumentar o disminuir más esa misma violencia en 2020, pero otros no».

En cuanto a los pronósticos más a largo plazo, tanto expertos como ‘think tank’ coincidieron en vaticinar que «los efectos no sanitarios de la pandemia podrían provocar un aumento del terrorismo y el extremismo violento por diversas vías: debilitando (a medio plazo) la motivación y capacidad de los Estados para luchar contra esas amenazas, elevando el descontento popular, socavando la legitimidad de gobiernos y sistemas políticos y potenciando la conflictividad armada».

LA LUCHA ANTITERRORISTA SE MANTIENE

Según los autores, por ahora no han encontrado «evidencias de que la atención prestada a la amenaza yihadista por gobiernos y agencias de seguridad ni los recursos destinados a actuar contra ese problema hayan disminuido de forma general y significativa» y pese a la crisis económica que la pandemia ha traído consigo, «a lo largo de 2020 la acción antiterrorista ha seguido desarrollándose con relativa normalidad».

No obstante, advierten, que no haya habido recortes en las partidas destinadas a la lucha antiterrorista y la prevención de la radicalización violenta no significa que no pueda haberlos en un futuro, sobre todo si la pandemia se prolonga.

Por otra parte, defienden que hay que tomarse «con la máxima seriedad» la hipótesis de que las consecuencias económicas y el malestar generado por la pandemia «puedan contribuir a un futuro crecimiento de la radicalización violenta, el terrorismo y la conflictividad armada relacionados con el yihadismo».

Pero también en este caso alertan de que no debe tomarse como una premisa absoluta. «Incluso si en 2021 o en un plazo más largo se confirmara una tendencia al crecimiento de esa violencia tampoco puede descartarse que dicho aumento se debiera única o principalmente a la pandemia y sus consecuencias más allá de lo sanitario».