El PSOE vive una revuelta interna contra el «sanchismo» liderada por Emiliano García-Page

El PSOE vive una auténtica revolución interna, pero no una de esas que gustan a Moncloa. Para los socialistas, el panorama electoral es desolador. Esto es un sentimiento generalizado en Ferraz que nadie cuestiona. El problema es que los barones de los únicos territorios en los que el PSOE podría ganar algo de notoriedad se han revuelto en bloque contra el Ejecutivo de Pedro Sánchez. Tanto Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha, como Francisco Javier Lambán Montañés, presidente de Aragón, pasando por Guillermo Fernández Vara, presidente de Extremadura, se han convertido en los tres tenores que tanto incomoda al líder socialista. En Moncloa viven un auténtico «drama interno» porque afrontan una situación insólita para un PSOE tocado.

En Moncloa ya urdieron una estrategia para acabar con la revuelta de Emiliano García-Page, pero ahora parece que más barones se han unido a su causa ante la sorpresa del Ejecutivo. Ni Pedro Sánchez, ni Félix Bolaños ni el propio Santos Cerdán están siendo capaces de controlar los discursos de algunos de sus barones más notables. El único que sí pasa por el aro es Ximo Puig, pero el resto se han revuelto contra una directiva que se ha aislado de los suyos. Para Emiliano García-Page no ha sido nunca un problema meterse con la cúpula del Partido Socialista, pero que ahora se hayan sumado tanto Guillermo Fernández Vara como Javier Lambán ha sorprendido, y mucho, en el partido.

En la formación socialista lo ven con preocupación extrema porque las encuestas internas que manejan en el PSOE auguran una península teñida de azul. Y los únicos territorios «libres» que el Partido Socialista podría controlar son aquellos gobernados por los barones más rebeldes. Esta revuelta interna se ha convertido en un problema porque lo que era un barón rebelde localizado se ha convertido en un líder con efecto llamada que ha conseguido que las críticas al todopoderoso presidente del Gobierno se hayan extendido como la pólvora con la consiguiente falta de consecuencia. En Moncloa entienden que la culpa es de la falta de presión de Ferraz. Santos Cerdán no ha sabido controlar a un García-Page fuera de tono. Y ahora cosechan las consecuencias.

En Ferraz no hay la misma presión que había cuando Adriana Lastra trufaba la sede oficial del partido. Desde que saliera, ha habido más de uno que se ha descontrolado y ha tomado la agenda por su cuenta por la falta de presión. Desde Juan Lobato hasta Mar Espinar se han visto ciertas licencias. Pero con el hecho de que haya dos barones que hayan seguido a García-Page en su proceso de rebeldía contra Moncloa deja claro que no existe ninguna presión en Ferraz. En Moncloa por primera vez sienten que pierden el control del partido. Consideraron que con la salida del exminitro de Transportes José Luis Ábalos podrían evitar males mayores, pero ahora se ha convertido el PSOE en una guerra civil.

García-Page llegó a tal punto que desde Ferraz buscaron el modo de evitar que se presentara a la reelección. Las encuestas internas, sin embargo, le dejó claro al PSOE que no estaban en posición de poner en marcha experimentos. Que ahora hayan aprovechado la coyuntura tanto Fernández Vara como Lambán para lanzar críticas al equipo de Sánchez ha dejado claro que el PSOE tiene un serio problema de cara a las elecciones.

Hasta ahora, no han sido capaces (pese a que lo han intentado, según fuentes solventes del partido) de echar de la formación al alcalde de Valladolid, Óscar Puente. Algo que deja claro a ojos de estas mismas fuentes que tampoco serán capaces de hacer lo propio con el presidente de Castilla-La Mancha, Aragón o Extremadura. El «sanchismo» está obligado a «tragar», según detallan las fuentes.

Aún así, la forma elegida para atacar a Pedro Sánchez ha sido relativamente discreta. Para los tres presidentes autonómicos ha sido importante dar el paso de lanzar críticas en público, pero en Ferraz empiezan a sentir que la debilidad del presidente del Gobierno afecta al partido. Las malas encuestas internas dejan claro que no hay muchas opciones para un PSOE en declive. Pero el gran problema es que a nivel interno se ha recuperado la sensación que solo se vio cuando Susana Díaz intentó irrumpir en Ferraz y dejar de lado al líder socialista.