Caída record en la convivencia en pareja de las jóvenes y la fecundidad

La pandemia ha consolidado la elevada valoración social de la familia en España pero también ha reforzado comportamientos que limitan la reproducción familiar, según el último número de ‘Panorama Social’, revista editada por Funcas, que aborda las múltiples dimensiones de la sociedad afectadas por la pandemia.

Así, Luis Garrido y Elisa Chuliá muestran en su artículo que el porcentaje de mujeres de 20 a 34 años que viven en pareja ha caído a su nivel más bajo (desde que existen registros de estos datos): en el año de la pandemia –los cuatro trimestres comprendidos entre el segundo trimestre de 2020 y el primero de 2021– se sitúa en el 31%, diez puntos porcentuales menos que en 2000.

Los autores también llaman la atención sobre el descenso de la natalidad y la fecundidad. Así, el número de hijos por mujer cae sostenidamente desde 2016, alcanzando desde 2018 los niveles más bajos de la historia: en 2020, la tasa de fecundidad de las españolas se situó en 1,12, y la de las extranjeras, en 1,45. Las primeras han vistodescender su tasa de fecundidad un 12,5% entre 2016 y 2020; las segundas, un 15,7%.

No fue hasta el pasado mes de marzo de 2021 cuando los nacimientos se recuperaron en España, con 29.260, la cifra más alta desde octubre de 2020 y con la que se ponía fin a los mínimos registrados los tres meses anteriores, cuando no se superaron los 25.000 nacimientos, según la Estimación mensual de nacimientos publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Aunque el número de nacimientos presenta desde hace ya varios años una constante tendencia a la baja, el descenso se acentuó los nueve primeros meses después del confinamiento de la población española, durante el primer estado de alarma por la Covid-19.

Según los autores, muchos de los potenciales progenitores renuncian, por diversas razones, a la posibilidad de reproducirse, una renuncia que se concreta en la anticoncepción pero, cuando este recurso no se hace efectivo, se traduce en interrupciones voluntarias del embarazo.

A este respecto, en 2019, por cada 1.000 nacimientos, se produjeron 275 interrupciones (entre las mujeres jóvenes menores de 30 años, la cifra es significativamente más alta). En 2019, el número de interrupciones voluntarias del embarazo (99.149) fue 3,12 veces mayor que el número de bebés nacidos por reproducción asistida (31.756, de los casi 150.000 ciclos reproductivos realizados).

Mientras la pandemia ha reforzado las pautas descendentes de la convivencia en pareja de las jóvenes, la natalidad y la fecundidad, ha revertido las pautas de mortalidad e inmigración. Así lo muestran Albert Esteve, Amand Blanes y Andreu Domingo, según los cuales la mortalidad y las migraciones internas «dejarán probablemente una huella limitada por su carácter coyuntural».

No obstante, añaden que la pandemia ha interrumpido la tendencia ascendente de la esperanza de vida, reduciéndola en casi un año de vida media para hombres y mujeres en 2020. Con datos todavía provisionales, la esperanza de vida al nacer se estima para el año 2020 en 79,6 años en los hombres y 85,1 años en las mujeres, lo que supone un «retorno» a las cotas observadas en 2013 para ellos y en 2010 para ellas.

El número 33 de Panorama Social incluye también numerosos datos sobre el impacto de la COVID en el mercado de trabajo, como las horas de trabajo perdidas durante la pandemia. En concreto, en el primer trimestre de 2021, se perdieron 47 millones de horas de trabajo semanales respecto al mismo trimestre de 2019, una cifra muy elevada que representa en torno a una cuarta parte de las horas perdidas en el segundo trimestre de 2020 (172 millones), según el artículo de Miguel Ángel Malo.

FALTA DE CONCILIACIÓN Y OTRAS DESIGUALDADES

Por otro lado, los artículos de Olga Salido e Israel Escudero-Castillo ponen de relieve el impacto de la pandemia sobre el empleo de las mujeres: el trabajo a distancia o teletrabajo fue utilizado con mayor intensidad por las mujeres durante el confinamiento. Casi la mitad de las mujeres ocupadas (48%) teletrabajó durante el confinamiento (frente al 44% de los hombres ocupados).

Este hecho puede ser interpretado como una ventaja para ellas, pero diversas evidencias apuntan a que el teletrabajo les generó más problemas de conciliación (sobrecarga de tareas domésticas y de cuidado) y estrés psicológico que a los hombres. Es posible afirmar, por tanto, que las mujeres se beneficiaron en mayor medida de la posibilidad del teletrabajo, pero también sufrieron más sus inconvenientes, según los autores.

Otro tipo de desigualdades también cobran importancia a la hora de analizar el impacto social de la pandemia, concretamente las relativas a los recursos de las residencias de mayores.

Partiendo de la situación que el coronavirus provocó en estos centros en 2020, Julia Montserrat estima en su artículo que, dada una ratio actual personal/usuario de 0,27 en el conjunto de centros residenciales para personas mayores (27 trabajadores por cada 100 residentes), las residencias de mayores en España precisarían aumentar el número de empleos entre 21.000 y 50.000 para ajustar los ratios de personal entre un mínimo de 32 y un estándar de 41 trabajadores por cada 100 residentes. Además, solo dos comunidades alcanzaron o superaron en 2019 el estándar de 0,41: Comunidad Valenciana (0,48) y La Rioja (0,41).

Por otro lado, dos artículos analizan los cambios en la opinión sobre las instituciones políticas durante la pandemia. El artículo de María Miyar-Busto y Francisco Javier Mato-Díaz pone de manifiesto cierta recuperación de la confianza en la Unión Europea, deteriorada durantela última década mientras que el de Marta Fraile y Mónica Méndez analizan cómo ha evolucionado durante la pandemia la confianza de los españoles en las instituciones nacionales y quienes las encabezan.

Las autoras constatan que, si bien la irrupción de la pandemia trajo consigo un incremento de la confianza en el presidente del Gobierno,el líder de la oposición y las principales instituciones políticas, este efecto no ha persistido en el tiempo y creen que se ha perdido una oportunidad para mejorar un indicador de calidad de la democracia en España, que presenta niveles muy bajos.