El lado negro de Zoom, Google Meet y las videollamadas

Este 2020, al que apenas le quedan unas semanas, nos hemos tenido que acostumbrar a formas de socialización que jamás habríamos imaginado. Por fuerza mayor, no nos quedó más remedio que hacer vida social con una pantalla de por medio. Videollamadas y aplicaciones de juegos a distancia quedarán en nuestra memoria como características de este año fatídico 2020. Y, por supuesto, como no podía ser de otra forma, este fenómeno social acarrea también sus problemas y su lado oscuro.

Ya bastante oscuro y problemático es de por sí no poder juntarnos y abrazar a los nuestros como para que haya todavía más implicaciones negativas de este fenómeno. Pero las hay, y de una naturaleza y un calado que jamás habríamos imaginado. Desde problemas de seguridad informática y el peligro de los hackers hasta un incremento de las operaciones de cirugía estética. ¿Acaso no te lo crees?

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Dismorfia Zoom

Videollamadas

En Estados Unidos se ha registrado una cifra récord de operaciones cosméticas tras el confinamiento. Un estudio sobre el tema sugiere que detrás de este inesperado boom de la cirugía estética podrían estar las muchas horas pasadas en Zoom. Demasiado tiempo mirándose uno a sí mismo acaba desembocando en una insatisfacción con el propio estado físico. Los cirujanos estadounidenses no dan abasto para remediar el descontento de los usuarios de videollamadas con su cuerpo. 

Las operaciones más comunes en estos meses pospandemia han sido las de nariz y los lifting faciales para hacer desaparecer las arrugas. Algunos expertos ya han calificado este fenómeno como “dismorfia Zoom”. Los datos de Google no engañan al respecto. Este año de confinamiento se han disparado las búsquedas sobre tratamientos contra las arrugas, el acné y la pérdida de pelo. 

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Confrontados a nuestra propia imagen

Videollamada

El equipo científico ha descubierto que las videollamadas distorsionan la percepción de nuestra apariencia. Pasar demasiado tiempo haciendo videollamadas tiende a crear la ilusión de que tenemos una cara más larga y arrugada de lo que realmente es y una nariz desproporcionada. Y la inseguridad respecto a nuestra apariencia y aspecto físico está íntimamente ligada a la ansiedad y la depresión, que a su vez se vieron incrementadas debido al confinamiento. 

Sin embargo, no es nuevo este fenómeno. En 2019, antes de que supiésemos nada del coronavirus, un estudio señaló que hasta el 72% de las operaciones estéticas se hacían para mejorar el aspecto en los selfies. Más aún, numerosos estudios han encontrado un vínculo muy claro entre insatisfacción con el propio cuerpo y la imagen y el uso de las redes sociales.  “La pandemia del covid-19 ha cambiado radicalmente la frecuencia con la que estamos confrontados a nuestra propia imagen”, dice el cirujano plástico Benjamin Marcus, de la Universidad de Wisconsin. 

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Problemas de seguridad

Videollamada

Esta es solo la parte más sorprendente e inesperada de las repercusiones de las videollamadas en nuestra personalidad. Ya desde el comienzo de la pandemia estábamos siendo alertados de otras, estas de tipo informático. A principios de abril, cuando llevábamos pocas semanas de confinamiento, se supo, por ejemplo, que Google prohibió a sus empleados usar Zoom porque desconfiaban de la seguridad que brindaba la aplicación de videollamadas.

La propia compañía reconoció las deficiencias de su sistema de seguridad y admitió que no era capaz de preservar los datos personales de sus usuarios. Hay que ponerse en situación para entenderlo. Zoom era hasta poco antes una aplicación apenas utilizada más que para momentos puntuales. Y, casi de la noche a la mañana, pasó a ser descargada por millones de personas en todo el mundo. El sistema no estaba preparado para soportar ese uso masivo y tuvo que ir poco a poco arreglando las grietas y las fugas.

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Los hackers al acecho

Videollamada

Por si tuviésemos pocas preocupaciones y miedo en las semanas más crudas de la pandemia, se sumó la amenaza del hacker. La inmensa mayoría de la población tiene unos conocimientos muy básicos de seguridad informática. Que le roben a uno los datos, siendo preocupante, no causa tanta ansiedad y angustia como pensar que un desconocido ha conseguido acceder a nuestra webcam o a nuestro micrófono y está escuchando todas nuestras videollamadas. Podría incluso difundirlas sin nuestro consentimiento.

Es posible protegerse contra estas amenazas, y tampoco requiere grandes conocimientos cibernéticos. En primer lugar es importante la prudencia y el sentido común. Esto implica, por ejemplo, bajarse las aplicaciones de videollamadas siempre desde la web oficial del programa, no desde portales sospechosos o que no tengamos claro lo que son. Otro truco, bien simple y evidente, es actualizar siempre el programa para tener instalada la última versión. De ese modo nos evitamos las posibles grietas que pueda dejar el sistema.

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Un alivio temporal

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Todos hemos pasado por esta experiencia y lo sabemos. No es lo mismo, ni de lejos. Una “telereunión” de amigos no se parece en casi nada a una reunión de amigos de verdad. Sí, están todos ahí, disponibles, escuchando e interviniendo en la conversación. Pero falta espontaneidad, falta fluidez y falta cercanía. Las videollamadas fallan, se cortan y la comunicación es mucho más plana que en la vida real.

Según los expertos, las videollamadas fueron un importante salvavidas y un alivio contra la soledad en las semanas más duras del confinamiento. Mejor eso que nada, por supuesto. Pero estos meses tan raros, este espejismo no deben hacernos pensar que esa es la forma ideal de relacionarnos y comunicarnos con los demás. La interacción cara a cara es fundamental para nuestra salud mental y mucho más rica a todos los niveles imaginables. Las videollamadas son un alivio temporal antes de poder volver a la vida real. 

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