De hambre y políticos

Arturo San Roman

Y es que tenemos una clase política que no cambia y que no nos merecemos. En plena crisis nacional, los unos y los otros, han mantenido su política de mirarse el ombligo y tratar de desgastar al oponente político. La una llama “hijo de terrorista” al vicepresidente segundo del País, el vicepresidente acusa a Vox de querer dar un golpe de estado, y así podíamos seguir durante varios folios.

Es simplemente impresentable y doloroso comprobar que aquellos que tienen la obligación de defender a los ciudadanos siguen asentados en la confortabilidad de sus escaños, siendo incapaces de mirar por la ventana o balcón la realidad de sus conciudadanos, por esa misma ventana que durante estos meses  nos ha servido, a todos nosotros, para soñar que otra realidad era posible, una nueva realidad en la que los políticos se hacían de carne y hueso, se remangaban la camisa y todos juntos construían un frente común contra los efectos demoledores de la pandemia en la sociedad.

Una nueva realidad en la que los que no han podido despedirse de sus mayores, se sintieran reconfortados por la cercanía y empatía de aquellos que son sus regidores, esa nueva realidad donde todas las fuerzas políticas se sientan juntos para reconstruir este país y no se insultan, y que prevalece la cordura, el sentido común y la generosidad necesaria para dar soluciones a los millones de españoles que están contra las cuerdas económica y emocionalmente.

Pero los sueños, sueños son y cuando despiertas te encuentras que nada ha cambiado, que ellos siguen  siendo los de siempre, los que tienen marcado en su agendas la fechas de las elecciones para no olvidarse de seguir haciendo política de partido en vez de política de Estado, en una cosa si han cambiado y es que se han radicalizado en su posturas, en un intento de radicalizar a todos aquellos españoles, millones, que cada día a las 8 abrían su ventana para aplaudir a aquellos que seguían trabajando para todos nosotros, y que ninguno era político (salvo excepciones).

De las colas del hambre y el salario mínimo

La crisis de 2008 dejo en la pobreza a millones de personas que tenían un nivel de vida que les permitía subsistir, y que se encontraron en una situación que nunca pensaron que le sucediese como tener que ir  pedir comida para su familia a Caritas o otras ONG, y cuando todavía las políticas económicas y sociales de los diferente gobiernos, no han podido recuperar de la pobreza a tantas familias, nos encontramos con una crisis peor,  con unas colas de personas buscando productos de primera necesidad no ya en los sitios tradicionales, también las asociaciones de vecinos y otras organizaciones no habituales han tenido que involucrarse para paliar un hambre que debería abochornar hasta a los leones de las cortes.

A bastante políticos se les llena la boca de que somos la decima potencia mundial, pero no dicen que somos el sexto país en pobreza de Europa y el segundo en pobreza en infantil, antes de la pandemia, en España había más de 12 millones de personas en riesgo de pobreza, es previsible que a día de hoy esos 12 millones sean muchos más, y arreglar esto es a lo que yo le llamo reconstrucción nacional.

Indiscutible el salario mínimo, aprobado, es una medida que puede ayudar a paliar la pobreza de muchos españoles, y esta medida nos pone al mismo nivel que la mayoría de los países europeos más avanzados. Pero no es suficiente, necesitamos que los tienen la obligación de gestionar lo público no se enzarcen en disputas estériles para los ciudadanos. Les sobra palabrería demagógica, y repiten constantemente la palabra Patria, olvidándose de que somos los ciudadanos quienes la conforman. Pónganse a trabajar con altura miras y con sentido de estado, porque si no la desafección política va a ser total y con ella el peligro real de los populismos y la polarización social.