He hablado con un auténtico maestro paellero de la Albufera quien me ha contado los secretos del arroz, de los que guardan el conocimiento ancestral en cada movimiento de la cuchara y en cada decisión sobre el fuego, y la conversación derivó hacia ese punto delicado que divide a los puristas de los que se toman ciertas licencias con nuestro plato más universal. Resulta que existe un ingrediente que, contra todo pronóstico para muchos, él no solo evita, sino que considera un auténtico anatema para conseguir la paella perfecta.
La revelación, aunque sutil, desata una cascada de reflexiones sobre lo que realmente significa dominar el arte de la paella, distinguiendo la tradición culinaria auténtica de las interpretaciones modernas que a veces desvirtúan la esencia del plato. Aquello que este guardián de la tradición me confió podría hacer temblar los cimientos de muchas cocinas domésticas y de restaurantes que, sin saberlo, cometen lo que él considera un error fundamental que compromete la textura y el sabor final del arroz.
EL INGREDIENTE QUE ROMPE LA REGLA DE ORO
Siempre se ha dicho que la base de un buen guiso es un sofrito bien hecho, y eso a menudo implica una cocción lenta de vegetales que aporten sabor y profundidad al plato, pero en el universo de la paella valenciana auténtica, las reglas se escriben con la precisión de un orfebre, y cada adición o sustracción tiene una razón de ser que va más allá de la simple suma de ingredientes. La paella es una sinfonía donde cada elemento debe aportar sin desvirtuar, construyendo un sabor complejo pero armonioso.
El secreto que este experto paellero maneja, transmitido probablemente de generación en generación a orillas de la laguna que vio nacer este plato icónico, se centra en la pureza y la técnica, entendiendo que ciertos componentes habituales en otras preparaciones arroceras son incompatibles con la búsqueda de ese grano suelto, con esa cocción perfecta al dente que es marca de la casa. No se trata de una manía, sino de una decisión técnica con profundas implicaciones en el resultado final, algo que distingue la paella de otras elaboraciones con arroz.
LA SORPRESA QUE ALTERA LA BASE

Pues bien, sin más preámbulos, el ingrediente que este maestro paellero de la Albufera jamás, bajo ninguna circunstancia, incorpora a su paella es la cebolla, una revelación que puede sonar herética para quienes están acostumbrados a verla como parte esencial de casi cualquier sofrito que se precie. Su argumento es tan sencillo como demoledor para los amantes de este bulbo: la cebolla suelta demasiada agua durante la cocción, algo que interfiere directamente con el delicado equilibrio líquido necesario para que el arroz absorba el caldo de manera uniforme y alcance su punto óptimo.
Además del exceso de humedad, el maestro paellero me explicó que la cebolla tiene una tendencia a ablandar el grano de arroz más de lo deseado, comprometiendo esa textura ligeramente resistente y suelta que define a una paella bien hecha, y que es uno de sus sellos de identidad más reconocibles a nivel mundial. La textura es tan crucial como el sabor; una paella pastosa o con el arroz demasiado blando, por muy rico que esté el caldo, simplemente no es una paella para los cánones más estrictos de la tradición valenciana.
LA QUÍMICA DE LA PERFECCIÓN ARROCERA

La razón técnica detrás de la negativa a usar cebolla en la paella, según la visión de este experimentado maestro paellero, reside en la composición misma del bulbo y su comportamiento al cocinarse a fuego lento. Contiene una cantidad significativa de agua que, al evaporarse lentamente en el sofrito, modifica la concentración de sabores en la base del caldo y, lo que es peor, añade un elemento impredecible a la absorción del líquido por parte del arroz, dificultando ese control milimétrico que buscan los puristas.
Un maestro paellero sabe que el éxito de la paella depende de que el arroz absorba todo el caldo justo en el momento preciso para que se cueza a la perfección y se forme el codiciado socarrat en el fondo, y la presencia de la humedad adicional liberada por la cebolla altera este proceso, haciendo que el arroz pueda quedar blando o que el caldo no se evapore adecuadamente, arruinando la textura final que tanto se valora en este plato emblemático de la gastronomía española.
EL GRANO JUSTO, LA TEXTURA SOÑADA

La búsqueda de la textura perfecta es una obsesión para cualquier maestro paellero digno de ese nombre, y conseguir un grano que esté suelto, entero y cocido al dente, con el corazón ligeramente resistente, es el santo grial de la paella. La cebolla, al liberar sus azúcares y agua, crea un ambiente más propenso a que los granos se peguen entre sí o se rompan durante la cocción, algo totalmente incompatible con la calidad que se espera de una paella tradicionalmente elaborada en su cuna, la Albufera.
Para este experto maestro paellero, cada grano de arroz debe ser un pequeño universo individual, perfectamente cocido pero sin perder su forma, capaz de liberar almidón en la medida justa para crear esa ligera melosidad en torno a él, pero sin llegar a ser pegajoso, y la cebolla, con su naturaleza higroscópica y su tendencia a la descomposición en la cocción prolongada del sofrito, simplemente no coopera con esta visión de la perfección arrocera que persigue un buen maestro paellero.
EL VERDADERO FUNDAMENTO DEL SABOR

Si la cebolla está proscrita, ¿cuál es entonces la base aromática sobre la que se construye el sabor profundo y complejo de una paella valenciana auténtica? La respuesta, según este maestro paellero, reside en la calidad de los ingredientes principales del sofrito tradicional y en la paciencia de su cocción. Tomate maduro rallado o triturado, ajo picado finamente, pimiento rojo y, en ocasiones, un poco de judía verde o garrofó, son los pilares fundamentales sobre los que se asienta el sabor antes de añadir el agua o el caldo.
Este maestro paellero insiste en que es la cocción lenta y cuidadosa de estos pocos y selectos vegetales, junto con la carne (pollo, conejo) o el marisco, lo que extrae y concentra los sabores que luego infusionarán el caldo y serán absorbidos por el arroz, creando una base de sabor limpia y potente, sin la dulzura ni la humedad excesiva que aportaría la cebolla, garantizando que el verdadero protagonista, el arroz, brille con luz propia, tal como lo concibieron los primeros maestros paelleros. Su arte demuestra que, a veces, menos es más para alcanzar la perfección culinaria.