El sacerdote herido por el presunto yihadista de Algeciras, a la Policía: «Nadie hizo nada que pudiera molestarle»

Antes de atacar discutió con una feligresa diciéndole que «la fe cristiana es negativa y hay que eliminarla»

Antonio Rodríguez Lucena, el sacerdote salesiano que resultó herido en el ataque perpetrado el pasado 25 de enero en Algeciras (Cádiz) por Yassine Kanjaa, aseguró a la Policía que «nadie hizo nada que pudiera molestarle». Así consta en un atestado de la Comisaría General de Información fechado el pasado 30 de enero que forma parte del sumario del caso, donde se hace además una reconstrucción de los hechos.

Según este relato, el ataque comenzó a las 18.30 horas cuando Kanjaa entró en la Iglesia de San Isidro iniciando una discusión con los allí presentes hasta llegar a manifestar «de forma vehemente» que «la única religión que hay que seguir es la religión islámica».

El párroco explicó que «cuando iba hacia la capilla vio a la mujer que abre la iglesia discutiendo acaloradamente con un hombre sobre la fe», en concreto sobre que «la fe cristiana es negativa y hay que eliminarla». Él en ningún momento intervino y Kanjaa «salió inmediatamente al verle». A las 19.00 horas, volvió a esa misma iglesia y «desde el interior los allí presentes escuchan cómo alguien ubicado en el exterior profiere gritos en árabe», completa el informe policial.

Una vez finaliza la misa, continúa, «el sacerdote encargado de la misma baja del púlpito para comprobar lo que estaba ocurriendo, instante en el que el investigado portando en su mano un machete de grandes dimensiones y de forma súbita agrede al sacerdote causándole lesiones de gran gravedad».

Rodríguez Lucena describió esta escena indicando que «entró un hombre vestido de negro que se dirigía hacía el altar sin decir nada». «Fue en el momento en el que el agresor llegó al altar cuando blandió el cuchillo», hasta entonces el sacerdote no vio el arma. Esperó en el altar para poder «tener el pasillo libre» y, cuando ya estaba cerca, «intentó huir» pero a medio pasillo tropezó con alguien, cayó al suelo y notó un golpe. «Hubo gente que le ayudó a taponar la herida y vio que este hombre salió de la iglesia y que los feligreses cerraron la puerta para que no pudiera entrar», concluyó.

Interrogado sobre si pudo haber algo que alterase a Kanjaa, el párroco aseguró a la Policía que «nadie le dijo nada que pudiera molestarle, ni hubo motivo para que este hombre se soliviantase».

«NUMEROSOS GRITOS» EN SAN ISIDRO

Por su parte, la mujer que se encarga diariamente de abrir la iglesia de San Isidro en Algeciras aseguró en su declaración como testigo que aquel 25 de enero –sobre las 18.30 horas– observó cómo Kanjaa, que vestía con una especie de «túnica negra, de apariencia árabe y con barba», se dirigió al altar, cogió la Biblia que había allí y comenzó a «dar golpes» con el libro santo a los asientos.

Según el otro atestado policial de 29 de enero, la mujer –tras recriminarle su actitud– consiguió arrebatarle la Biblia y le invitó a abandonar el templo. La testigo aseguró que el investigado se marchó, que sobre las 19 horas la misa comenzó con «total normalidad» y que no fue hasta 15 minutos más tarde cuando, desde su oficina, comenzó a oír «numerosos gritos».

La mujer manifestó que al salir pudo observar que «el sacerdote se encontraba ensangrentado en el suelo» y que cerca de la puerta estaba el joven –con el que había tenido el altercado antes– con «una especie de katana en la mano».

Otro testigo, que acudió a misa aquella tarde, aseguró también que llegó a ver «un hombre de origen árabe» entrar en el templo «gritando y alzando un machete de color azul y de grandes dimensiones». Según el testigo, el investigado se dirigió hacia el sacerdote y le propinó «varios golpes» con el machete, «provocando que cayera inmediatamente al suelo, donde le dio más golpes».

Un tercer testigo, que se encontraba en el interior de la iglesia de San Isidro, manifestó que llegó a ver cómo el sacerdote –al inicio de la misa, cuando el joven irrumpió en el templo– se acercó al investigado para poder hablar con él. Según indicó, fue entonces cuando el acusado sacó lo que parecía ser una catana de entre sus piernas.

ATAQUE EN LA VIRGEN DE LA PALMA

Uno de los informes cuenta que, tras huir de esa iglesia el joven se dirigió a la de la Virgen La Palma, a unos 200 metros. En el camino se topó con otro hombre de nacionalidad marroquí al que, «sin mediar palabra alguna», «le propinó un golpe en el rostro» rompiéndole las gafas.

Este joven declaró que le dio hasta dos golpes más, uno en el hombro y otro en el pecho, tras lo cual le dijo en árabe: «Tú trabajas para la majia», algo que, según explica la Policía, «en Marruecos significa que es contrario a la religión que el mismo practique». Entonces, «se levantó la chilaba que vestía para mostrarle un machete» y el joven, al temer se agredido nuevamente pero con el arma blanca, salió corriendo viendo cómo Kanjaa se dirigía a la segunda iglesia.

Una vez allí, el presunto yihadista se encontró con el sacristán de la misma, Diego Valencia, «que estaba abandonando dicha iglesia por una puerta trasera».

En ese instante, señala la Policía, «Kanjaa inicia varias acometidas sobre el mismo, causándole unas primeras lesiones, si bien el ahora fallecido intenta huir, dirigiéndose a la Plaza Alta», donde es alcanzado por el presunto yihadista, quien consigue tirarle al suelo y sujetando la catana con ambas manos y «alzando la mirada al cielo y gritando unas palabras en árabe, entre las que se escucha ‘Alá’, le asesta una última estocada mortal».

Según una testigo presente en la iglesia de la Virgen de La Palma, el acusado atacó con un machete al sacristán de la parroquia, quien intentaba protegerse del ataque con una silla y comenzó a gritar: «Llamad a la Policía».

Después, «y de forma muy tranquila, se dirige a la conocida como Ermita Europa, ubicada en esa misma plaza, e intenta acceder al interior de la misma», pero entonces es detenido por la Policía, «sin prestar resistencia». Una de las testigos que trabaja en una de las cafeterías de la Plaza Alta de Algeciras aseguró que observó cómo un grupo de personas corrió por la plaza «despavorida y gritando».