La seguridad en carretera sigue siendo una prioridad ineludible para las autoridades de Europa y la Dirección General de Tráfico (DGT). Y en esta constante búsqueda por reducir la siniestralidad y reforzar el cumplimiento de las normas, los radares se han consolidado como herramientas clave. Recientemente, un nuevo tipo de radar ha sido probado con éxito en varios países europeos y amenaza con cambiar las reglas del juego para siempre.
En este artículo, exploraremos el funcionamiento de estos dispositivos de última generación, su eficacia comprobada y la posibilidad de que la DGT los incorpore próximamente a las carreteras españolas. Según informaron, el objetivo no es castigar, sino salvar vidas. Y este avance tecnológico puede marcar un antes y un después.
Una red de radares cada vez más sofisticada: España ya tiene más de 3.000 dispositivos

Cualquier conductor habitual lo sabe: la red de radares en España no es ninguna novedad. Desde hace décadas, la DGT ha ido aumentando progresivamente su arsenal de controladores de velocidad. Hoy, según estimaciones oficiales, existen alrededor de 3.000 radares distribuidos a lo largo de todo el territorio nacional.
La variedad es asombrosa: 2.010 de estos dispositivos son fijos, instalados en puntos estratégicos donde los excesos de velocidad son frecuentes. Además, hay 400 cámaras en semáforos, 167 radares de tramo y 243 móviles que monitorean el uso del cinturón de seguridad. A estos se suman los dispositivos montados en helicópteros Pegasus y los temidos veloláseres, cada vez más comunes en carreteras secundarias y urbanas.
Pero ¿es esto suficiente? ¿Acaso los conductores ya han aprendido a sortearlos? La DGT, en colaboración con otros países europeos, ha comenzado a explorar nuevas soluciones para detectar infracciones de forma más eficaz, incluso cuando el radar ya ha quedado atrás.
El radar bidireccional: la tecnología que no deja escapar a nadie

El sistema que ha acaparado la atención recientemente es el radar bidireccional. Su nombre técnico puede parecer anodino, pero su funcionamiento es todo menos simple. Compuesto por dos unidades instaladas en ambos lados de la calzada, este radar es capaz de controlar simultáneamente el flujo de tráfico en ambas direcciones.
Hasta ahora, la mayoría de los radares fijos solo podían vigilar un sentido de circulación. Esto dejaba espacio para que algunos conductores, al reconocer el punto de control, redujeran la velocidad justo antes del radar, solo para volver a acelerar inmediatamente después. Este comportamiento, además de ser temerario, pone en riesgo a todos los usuarios de la vía.
Los radares bidireccionales no solo detectan a los vehículos que exceden los límites de velocidad en ambos sentidos, sino que también registran si un conductor acelera bruscamente tras pasar el radar. Este aspecto es crucial: por primera vez, se puede sancionar un cambio de velocidad posterior al punto de control, algo que hasta ahora quedaba impune.
La DGT no ha confirmado aún la instalación masiva de estos dispositivos, pero su efectividad en otros países europeos abre la puerta a que pronto formen parte del catálogo habitual de radares en nuestras carreteras.
Un éxito rotundo en el Reino Unido: 3.000 infracciones en 48 horas

El Reino Unido ha sido uno de los países que ha apostado con fuerza por este tipo de radar, y los resultados no han tardado en aparecer. Según se informó, en apenas dos días de funcionamiento, los nuevos dispositivos detectaron más de 3.000 infracciones de velocidad en tramos donde anteriormente operaban radares convencionales.
Lo llamativo es que muchos de esos vehículos circulaban confiados, probablemente acostumbrados a la ineficacia de los antiguos dispositivos. No contaban con que el nuevo sistema, más discreto y preciso, captaría cada exceso sin margen de error.
La noticia causó revuelo entre los conductores británicos, pero también ha servido como advertencia para los organismos de tráfico del continente. Y entre ellos, por supuesto, la DGT observa con atención.
Este nivel de precisión ha sido posible gracias a una combinación de tecnologías que incluye sensores térmicos, cámaras de alta resolución y un sistema de procesamiento de datos en tiempo real. La gran pregunta ahora es si esta inversión —que no es precisamente económica— podrá trasladarse a países como España, donde la extensión del territorio y la densidad vial suponen un reto logístico.
El factor humano: concienciación antes que sanción de la DGT

Detrás de cada radar hay una intención, y no es exclusivamente recaudar. Aunque muchas voces críticas suelen denunciar que las multas por velocidad suponen una forma encubierta de financiar las arcas del Estado, la realidad es que los datos respaldan su función preventiva.
La DGT insiste en que los radares —viejos o nuevos— tienen una finalidad clara: evitar accidentes. En 2023, más del 20% de las muertes en carretera estuvieron relacionadas con excesos de velocidad. Y en muchos de esos casos, se trataba de conductores que pensaron que un pequeño exceso no haría diferencia.
Los nuevos radares pueden parecer más estrictos, pero también ofrecen un mensaje claro: el margen de tolerancia se reduce porque el riesgo es demasiado alto. Si el conductor sabe que no podrá esquivar el control acelerando después o circulando por el carril contrario, es más probable que mantenga una conducta prudente durante todo el trayecto.
Esta conciencia colectiva es uno de los objetivos de la DGT al plantearse la modernización del sistema de vigilancia. No se trata de instalar más cámaras, sino de hacerlas más efectivas, más justas y más disuasorias.
¿Se avecina un cambio en las carreteras españolas? Lo que podemos esperar

La instalación de radares bidireccionales en España aún no es oficial, pero fuentes internas de la DGT ya reconocen que se está estudiando su viabilidad técnica y presupuestaria. El modelo británico ha demostrado ser rentable: menos accidentes, más cumplimiento y sanciones más justificadas.
En el caso español, hay tramos especialmente peligrosos que podrían beneficiarse de esta tecnología, como las autovías de doble sentido sin separación física, las entradas y salidas de zonas urbanas o los conocidos “puntos negros” donde las estadísticas de siniestralidad no mejoran con el paso de los años.
Además, este tipo de radar también podría colaborar con otras herramientas de vigilancia que ya emplea la DGT, como el helicóptero Pegasus o las unidades de drones en áreas rurales. La combinación de tecnologías no solo hace más eficiente la detección, sino que permite una cobertura más amplia del territorio sin saturar el paisaje de dispositivos visibles.





















































