La vejez: La tarta de cumpleaños que se convierte en antorcha

El mundo de los mayores es una esfera que la sociedad debe cuidar y darle prioridad.

La vejez es como un fantasma al que todo el mundo ve, pero del que nadie quiere hablar.      Tenemos miedo. Nadie encuentra bueno ser viejo a pesar de que nos afecta a todos, de que es una realidad que está ahí. La vejez se ha apartado del resto de la vida y el truco que se emplea ahora es que los viejos no son viejos.   

Incluso grandes actores como Michael Caine, cuando recogió el Oscar al mejor actor secundario por su papel en Las normas de la casa de la sidra en el año 2000 dijo “que había alcanzado una edad en la que ya no había papeles protagonistas para él”.

En España tenemos una ley de dependencia que supone el derecho a recibir ayudas -económicas o servicios asistenciales- y se aplica a aquellas personas que por razones de edad, enfermedad o discapacidad son dependientes permanentemente. Es decir, que no disponen autonomía física, mental o sensorial, necesitando de alguien que les ayude a realizar las tareas del día a día.

Es vital tener leyes que regulen estos aspectos, pero existe una parte que nunca se encontrara en los libros de legislación y que debe estar en el corazón de una sociedad como forma de actuar y que nazca del respeto hacia los más débiles o necesitados.

La vejez es una etapa de la vida que casi no tiene hueco en la sociedad, cuando conducimos un vehículo como es nuestra vida, nos gusta muy poco mirar por el retrovisor.

Pero existen diferentes realidades tanto para los que permanecen en sus domicilios como los que están en residencias y que en este caso, además implica a los trabajadores y familias de los residentes.

Las residencias

Las residencias son básicas para cuidar a los mayores y que ese cuidado sea de calidad, tanto para los residentes como para los trabajadores.

La palabra es dignidad para los mayores y preparación más medios para los trabajadores.

Muchas residencias en especial las públicas, son criticadas por mala gestión y falta de atención a los residentes.

Y me centro también en los trabajadores de las residencias porque no son solo actores de reparto. La importancia de todos los trabajadores que componen una residencia es básica, médicos, fisioterapeuta, trabajadores sociales, psicólogos, gerocultores, limpieza, mantenimiento, cocina, lavandería, etc.

En muchas residencias falta personal y por extensión, falta de tiempo para dedicar a los mayores. Los trabajadores no pueden dar calidad a su trabajo. Existe una rotación constante de personal que afecta mucho a los residentes. Por lo tanto, se deduce que tenemos trabajadores mal pagados, no descansados y quemados, que se encargan de cuidar a ancianos.

Leemos en las noticias temas como el aumento de úlceras por presión que se asocia al escaso cambio de pañales, medicación continua para la no deambulación, desnutrición por falta de tiempo para dar de comer a residentes que necesitan ayuda, falta de higiene a residentes que lo necesitan porque el tiempo apremia, caídas en habitaciones porque no puedes vigilar a todos los residentes, sujeciones abusivas escudadas en peligro de caída…

¿Y los partidos políticos? Es necesario hacer una ley que vele por la buena atención en residencias, pero la sociedad debe saber y conocer el problema que hay actualmente en las residencias de personas mayores. Un grave problema que a todos nos salpica o nos afectara en primera persona en el futuro.

La Vejez: La Tarta De Cumpleaños Que Se Convierte En Antorcha.

El COVID

Con el COVID la situación fue casi dramática, un año después de que estallara en España la pandemia el 2 de marzo de 2020, el Gobierno empezó a publicar periódicamente datos oficiales de las muertes de personas mayores que vivían en residencias. Esos han sido los lugares donde la enfermedad causada por el coronavirus SARS-CoV-2 tuvo un mayor impacto.

En total, más de 30.600 personas que vivían en residencias de mayores en España han fallecido a causa del coronavirus, según los datos disponibles hasta el 31 de octubre y recopilados por los ministerios de Derechos Sociales, Sanidad y Ciencia e Innovación, que aún son provisionales. En la última semana se han contabilizado siete fallecimientos.

En cuanto a los contagios, en las residencias de mayores se han diagnosticado mediante PCR u otra prueba diagnóstica homologada más de 99.000 casos en lo que va de pandemia. De ellos, el 28 % contrajo la COVID en la primera ola, según un estudio del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, que concluye que las dimensiones de las residencias no influyen en el número de casos.

Los datos están en revisión permanente, pero muestran la magnitud del impacto que tuvo la pandemia de COVID-19 sobre las residencias de ancianos, solo realmente mitigado por el efecto de las vacunas a partir de 2021. En lo peor de la primera oleada, entre marzo y junio de 2020, murieron casi 10.000 personas, más que en los seis meses siguientes. Si se le añaden los 10.492 fallecimientos de residentes que murieron en esos tres meses con síntomas compatibles con la COVID, pero sin una prueba diagnóstica, la conclusión es que dos de cada tres muertes de mayores en residencias de ancianos ocurrieron en la fatídica primavera de la primera ola.

En cuanto a los fallecidos en todas las residencias de servicios sociales, centros destinados a personas con discapacidad y otros alojamientos, las personas que vivían en centros residenciales y que murieron con COVID-19 o causa compatible rondan el 40 % del total de fallecidos en esa fecha en España.

Las residencias de mayores, personas con discapacidad y otros colectivos institucionalizados fueron el primer objetivo del plan de vacunación que arrancó en España el 27 de diciembre de 2020. El Ministerio de Sanidad dejó de actualizar esta información el 2 de junio. Hasta entonces, al menos una dosis de la vacuna había llegado al 99,7 % de los residentes de España y el 93,3 % había completado la pauta. Más de la mitad de las comunidades llevaban tiempo sin dar datos.

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En este nuevo escenario la vacunación masiva, en las residencias de mayores, ha evitado en el primer trimestre de este año un mínimo de 17.000 casos de COVID-19 y 3.500 fallecimientos, según un informe del Ministerio de Sanidad y del Instituto de Salud Carlos III.

La soledad del anciano

Otro tema muy complicado nos indica que España ha rebasado el umbral de los dos millones de mayores de 65 años que viven solos en España. Son casi la mitad de los 4,7 millones de hogares unipersonales, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). De ellos, más de 850.000 tienen 80 o más años y la gran mayoría son mujeres: 662.000. La vejez parece que es femenina, si bien los datos muestran que las tendencias entre tramos de edad no han variado significativamente entre 2013 y 2021 —los años para los que hay datos—, sí ponen de manifiesto la crisis demográfica que afronta España. Unos 112.000 mayores de 80 sin compañía más que en 2013. Más viejos y solos.

Los datos de la encuesta continua de hogares del INE también permiten apreciar la disminución de jóvenes que viven solos. El año pasado, unas 482.000 personas de 25 a 34 años no compartían vivienda, frente a las 616.300 de hace seis años. Entre los 25 y los 29 años, la cifra pasó de 224.300 a 167.600 en el mismo periodo: el 8% de quienes pertenecían a este tramo de edad frente al 6,7%. La encuesta del INE revela también que el 53,1% de estos jóvenes seguían en la casa familiar (en 2013 eran el 48,5%).

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Estos datos son interesantes porque indican que cada vez menos jóvenes pueden independizarse, mientras aumenta el número de mayores en hogares unipersonales. Los expertos insisten en que es preciso diferenciar entre la soledad elegida y la no deseada. Venimos de una sociedad en que era una obligación asumida por los hijos atender a los mayores, y que ahora choca con el deseo de independencia de los padres, que se va acentuando con los años. Además, los avances tecnológicos facilitan que los ancianos puedan seguir en casa. Por otro lado, si hay un desarrollo de los servicios de atención a domicilio y las viviendas están adaptadas se gana en autonomía.

La vida en solitario seguirá creciendo. Pese a que los matrimonios no acaban tanto por defunción, dado que la esperanza de vida de los hombres ha aumentado, sí hay personas que ingresan en la jubilación tras años de vivir solos, porque rompieron el matrimonio en el pasado o porque optaron por la soltería. Suele ser una soledad diferente a la que se da en las personas de más edad.

De 2013 a 2021, los hogares unipersonales han aumentado en 320.000 y el año pasado supusieron el 25,5%. Los mayores de 65 años se llevan tres cuartas partes de este aumento, En realidad vivir solo puede no ser un problema, la clave son las condiciones en las que se hace y si es elegido.

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“La vejez es la única cosa que llega sin tener que esforzarnos para conseguirla”, dijo Cicerón. Pero parece que, aunque esta etapa viene sola, sí hay que esforzarse para lograr vivirla de la manera adecuada.

El envejecimiento es una etapa más de la vida de cada individuo. Sin embargo, en nuestra sociedad, los ancianos pierden esa individualidad y son vistos como un grupo social englobado en lo que se llama “las personas mayores”. Así, sin más, se dispersa y se reduce el valor de la historia individual de cada uno. Llegados a la vejez, las posibilidades de elegir se ven detenidas por un entorno que decide por nosotros.

Parece como si para nuestra sociedad, el paso del tiempo y una larga vida pusiera en duda la sabiduría de la experiencia, el valor añadido de tener una larga historia cargada de experiencias y de pérdidas. Privada del reconocimiento de esos valores, la persona se vuelve triste y cerrada y eso la condena a envejecer sin éxito.

La frase del articulo y que le da título es de Katherine Hepburn “Cuanto más se envejece más se parece la tarta de cumpleaños a un desfile de antorchas.”

Dicen que el arte de envejecer es el arte de conservar alguna esperanza. La vejez llega y negarnos el derecho de envejecer es posiblemente nuestra última mala decisión. No nos neguemos la última oportunidad de disfrutar de la vida.