El economista Daniel Paloma Freire ayuda a entender las claves de la economía del 2022 y 2023

Daniel Paloma Freire es un estratega financiero internacional, economista certificado y perito fiscal, cuyo trabajo se vuelve imprescindible en un contexto definido por una marcada desaceleración generalizada de la actividad económica mundial, con los niveles de inflación más altos en décadas.

En este aspecto, la crisis del coste de vida, el empeoramiento de las condiciones financieras en distintas regiones del mundo, la invasión de Rusia a Ucrania y los efectos de la pandemia de COVID-19 son algunos de los factores que inciden notablemente en las previsiones de crecimiento para 2023. De esta manera, diseñar planes y estructuras financieras es fundamental para las empresas a la hora de ser rentables en el futuro.

Daniel Paloma Freire da las claves de la crisis económica

De acuerdo con los pronósticos realizados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre la economía mundial para el año 2023, se prevé una desaceleración del crecimiento en torno al 2,7 %, mientras que se espera que la inflación descienda a 6,5 %, 2,3 puntos porcentuales menos que en 2022. De este modo, resulta fundamental restaurar la estabilidad de precios y aliviar las presiones sobre el coste de vida por medio de una política monetaria y fiscal alineada, además de reformas estructurales que permitan mejorar la productividad de las empresas y que alivien las restricciones sobre la oferta.

No obstante, la realidad indica que más de una tercera parte de la economía mundial se contraerá el próximo año, además del estancamiento de las tres mayores potencias económicas: Estados Unidos, la Unión Europea y China. Así, 2023 será un año de recesión en el que la crisis energética desatada por la guerra entre Rusia y Ucrania continuará elevando el coste de vida en Europa, ya que la escasez de suministro para el próximo invierno aumentará el precio del gas, el cual se ha multiplicado por 4 desde 2021. A su vez, este conflicto bélico ha provocado un aumento en los precios de los alimentos, golpeando sobre todo a aquellos países con ingresos bajos y a los hogares más humildes alrededor del mundo.

Por otra parte, las condiciones monetarias se han endurecido debido a las presiones inflacionarias, las cuales, junto con la apreciación del dólar americano respecto a otras monedas, podrían provocar una moderación de la demanda, reduciendo la inflación de forma gradual. En este sentido, el aumento sostenido en el nivel general de precios puede alcanzar su máximo a finales de 2022, permaneciendo elevado durante más tiempo del que se preveía y disminuyendo a 4,4 % para el año 2024.

Asimismo, los continuos confinamientos provocados por la política de cero COVID del gobierno chino han causado una recesión económica en el gigante asiático, donde puede observarse una debilitación del sector inmobiliario, que representa una quinta parte de la actividad económica del país. Esta situación afecta al comercio y a las cadenas de suministro de todo el mundo, empeorando la situación de las economías de los mercados emergentes y en desarrollo.

De esta forma, con el sobreendeudamiento de los países subdesarrollados y la falta de recuperación de los flujos de capital, las políticas monetarias, fiscales y financieras para hacer frente a la crisis del coste de la vida conllevan un alto riesgo, puesto que el aumento de las presiones de los precios restringe los ingresos reales y debilita la estabilidad macroeconómica. Por ende, la labor de los bancos centrales de cada país es restaurar un índice de precios equilibrado mediante políticas coordinadas que reduzcan las posibilidades de enquistar aún más el proceso inflacionario y de generar una recesión más severa.

En este marco, una desaceleración de la actividad económica puede evitarse, debido a que muchos países, como Estados Unidos, el Reino Unido y la zona del euro, presentan tasas de desempleo bajas, con una escasez de mano de obra en el mercado laboral y un gran número de vacantes.

Por lo tanto, el desafío para muchas administraciones en medio de la crisis inflacionaria, energética y de los alimentos es formular una política fiscal adecuada que tenga como prioridad reponer las reservas para proteger a las empresas y a los hogares, sin incrementar los costes de financiamiento ni provocar mayor inestabilidad financiera. Del mismo modo, las fuentes de suministro de energía deben reconfigurarse, dado que Rusia lo redujo a menos del 20 % de los niveles de 2021, así como la política fiscal debe centrarse en defender a los sectores más vulnerables con transferencias temporales y focalizadas que permitan moderar la demanda y estimular la oferta, generando un marco creíble a medio plazo.

Además, las inversiones en capital humano, digitalización, energía verde y la diversificación de las cadenas de suministro son esenciales para ampliar la capacidad productiva y dotar de fortaleza a las economías en el momento de enfrentar nuevas crisis.

Pese a todo, es probable que muchos países emergentes adopten programas fiscales desproporcionados, lo cual, sumado a la alta cotización del dólar, puede generar condiciones financieras restrictivas y aumentar el coste de los bienes importados. Ante este contexto, la respuesta adecuada es preservar la estabilidad de precios calibrando la política monetaria, dejando que los tipos de cambio se ajusten y conservando las reservas de divisas para afrontar condiciones financieras aún más adversas.

Por su parte, en caso de estallar la agitación financiera, los inversionistas podrían buscar resguardar su capital en letras del Tesoro estadounidense, lo cual generaría una apreciación mayor del dólar, por lo que los países deberían recurrir a medidas preventivas sobre los flujos de capitales para reducir el impacto de posibles episodios de turbulencia económica.

Finalmente, son de vital importancia las medidas en torno a evitar las consecuencias del cambio climático, considerando el peligro que representan las temperaturas extremas del verano y las crisis energética y alimentaria. Si bien estas políticas pueden tener repercusiones negativas en lo que respecta a la actividad económica y a la inflación en el corto plazo, estas resultan mínimas en comparación con los daños que puede provocar una transición climática no controlada. Por ende, este proceso no solo es imprescindible para el futuro de las generaciones venideras y del medioambiente, sino que contribuye a la estabilidad macroeconómica.

Daniel Paloma Freire pone bajo la lupa este período de incertidumbre e inflación

Los cambios económicos, geopolíticos y ecológicos que atraviesa el mundo impactan de forma directa en las perspectivas económicas globales, con los niveles de inflación más altos en décadas y un endurecimiento de la política monetaria que comprime los presupuestos familiares. Asimismo, la tensión provocada por la invasión rusa en Ucrania y los efectos de las oleadas de COVID-19 en algunos países, como China, continúan afectando la actividad económica, mientras que las olas de calor y las sequías en distintas zonas de Europa y Asia no ofrecen un panorama alentador en lo que respecta al cambio climático.

En esta coyuntura marcada por la volatilidad, la economía se encuentra en un proceso de desaceleración, con una contracción moderada del PIB mundial en el segundo trimestre de 2022, con una fuerte incidencia en China, Estados Unidos y Rusia, así como en otros países afectados por el conflicto bélico en Ucrania. A pesar de esto, algunas economías importantes del sur de Europa no se contrajeron, mostrando un incipiente crecimiento gracias al turismo.

Si bien algunos indicadores pueden contraponerse, entre los factores que fundamentan la contracción del primer semestre de 2022 es posible mencionar el retiro de la política monetaria acomodaticia cuando muchos bancos centrales buscan moderar la inflación, las elevadas tasas de interés y el aumento de los costes de endeudamiento, incluidas las tasas hipotecarias.

Así, el endurecimiento de la política monetaria y de las condiciones financieras en la mayoría de las regiones ha sido acompañado por una reducción de apoyo fiscal, con tasas de referencia nominales por encima de los niveles anteriores a la pandemia y con una inflación elevada. Esto se ha visto reflejado en el aumento de la cotización del dólar estadounidense, empujando al alza la diferencia entre el rendimiento de los bonos públicos que emiten los países denominados en dólares americanos o en euros y de los bonos públicos de Estados Unidos o Alemania.

Mientras tanto, en África subsahariana, los diferenciales de rendimiento de más de dos tercios de los bonos soberanos traspasaron los 700 puntos básicos en el mes de agosto de 2022, a la vez que los confinamientos en China debido a los brotes de COVID-19 han menguado la actividad económica, retrasando las cadenas de suministro a nivel mundial. Adicionalmente, la guerra en Ucrania ha profundizado la crisis de abastecimiento de gas a Europa, generando no solo la subida de los precios, sino también agudizando las tensiones en los mercados mundiales de materias primas, lo cual ha ralentizado la labor en el sector de las manufacturas, limitando la confianza de los consumidores y las empresas.

Aun así, uno de los factores más importantes a la hora de determinar la inflación es cómo el precio de los alimentos ha registrado un descenso, a la vez que el acuerdo de exportación de granos a través del Mar Negro puede mejorar el abastecimiento en los próximos meses. De la misma manera, al disminuir la demanda, el coste de las materias primas podría bajar, pese a que es fundamental no descuidar el impacto de las olas de calor y las sequías en la actividad agrícola.

De esta manera, el crecimiento durante 2022 no alcanzará el promedio registrado antes de la pandemia o el período de recuperación ocurrido en el año 2021, aunque será un 3,2 % mayor, con un alza de las economías avanzadas y de los mercados emergentes y en desarrollo en torno al 2,4 % y al 3,7 % respectivamente. A su vez, para 2023 se espera que la economía mundial se expanda a un ritmo más lento, con una evolución del 2,7 %.

Daniel Paloma Freire acerca del rol de los bancos centrales

Si bien la inflación es un fenómeno que afecta a la mayoría de las economías del mundo, son los grupos con menos ingresos de los países en desarrollo los que padecen de forma más aguda sus consecuencias. Tanto es así, que en ese tipo de economías se destina la mitad de los ingresos en alimentos, lo que implica la pérdida de poder adquisitivo, repercutiendo en la salud y el nivel de vida de las personas. En este marco, la inflación en las economías avanzadas durante 2022 ha sido la más alta desde 1982, habiéndose registrado durante agosto una subida del 8,3 % anual en Estados Unidos y un aumento del 9,9 % en el Reino Unido en el mes de septiembre. Por otro lado, en los mercados emergentes, el nivel general de precios se ha incrementado más de un 11 % en el segundo trimestre de 2022, siendo la tasa más alta desde el año 1999.

Análogamente, el repunte en la demanda de servicios como el de viajes ha provocado un incremento de la inflación, sumado al traspaso demorado de anteriores aumentos de los precios de los alimentos y la energía desde los primeros eslabones de la cadena de valor a los precios al consumidor. En este sentido, aunque los shocks generales que afectan estos costes son uno de los factores que explican gran parte de la inflación, ya no son los principales indicadores, puesto que la inflación subyacente a nivel mundial también ha aumentado. De este modo, se refleja el traspaso de los precios de la energía, la presión de costes de la cadena de suministro y los ajustados mercados de trabajo, sobre todo en economías avanzadas, pese a que en China, contrariamente a lo ocurrido en otros países, el enfriamiento de la actividad económica ha disminuido la inflación subyacente.

Así, la elevada inflación registrada durante los últimos dos años ha tenido un alcance generalizado entre las principales economías del mundo, lo cual fue una sorpresa para muchos pronosticadores macroeconómicos, quienes subestimaron el impacto de la recuperación económica pospandemia, situación que coexistió con las tensiones en las cadenas de suministro y con la escasez de mano de obra en el mercado laboral. Al mismo tiempo, la magnitud de los paquetes de estímulo fiscal relacionados con la COVID-19 y el exceso de demanda han sido dos factores primordiales en países ubicados en el sector más pronunciado de la curva de oferta agregada durante 2021. Por su parte, este año ha podido registrarse una correlación decreciente entre países, con un rol preponderante de los shocks de oferta, sumados a la obstrucción de las cadenas de suministro y la invasión de Rusia a Ucrania.

Otro de los elementos que han entrado en discusión son los márgenes de beneficio de las empresas y su rol durante la pandemia como agente propiciador de inflación, teniendo en cuenta que estos han aumentado constantemente durante varios años. De todas formas, su dinámica no indica que hayan contribuido de manera relevante en el contexto inflacionario actual, sino que sus elevados aumentos, de hecho, actúan como amortiguadores entre los aumentos generales de salarios y de precios, reduciendo las posibilidades de que haya espirales persistentes entre estos, incluso a pesar de la escasez histórica de la mano de obra en las economías avanzadas.

Por ejemplo, en Estados Unidos el alza de la inflación ha llamado la atención, con inesperados shocks adversos originados por el aumento de los precios de la energía y las alteraciones en las cadenas de suministros, cuyos efectos se trasladaron a la inflación subyacente. Además, otra de las circunstancias que incidieron en el incremento de este índice fue la escasez de la mano de obra comparada con la proporción del número de vacantes respecto a la cantidad de personas sin empleo y el volumen de búsquedas laborales por trabajadores empleados.

En consecuencia, para evitar que la inflación se sostenga en el tiempo, los bancos centrales han elevado las tasas de referencia nominales. Tal es el caso de la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra y el Banco Central Europeo, entidades que aumentaron la tasa de interés en un 3 %, 2 % y 1,25 % respectivamente desde el inicio de 2022. A pesar de esto, la inflación ha sobrepasado estos incrementos, manteniendo las tasas de referencia reales por debajo de los niveles previos a la pandemia de COVID-19.

A este respecto, se pueden visualizar diferencias en la normalización de la política monetaria de las economías avanzadas, debido a que en algunas de ellas la inflación subyacente aumentó de forma más rápida, generando la respuesta de la actividad real y los mercados financieros a través de la eliminación de la relajación monetaria, el enfriamiento del sector inmobiliario y un menor movimiento en los mercados de trabajo. Además, las tasas de interés y los diferenciales aumentaron en muchos otros países, induciendo volatilidad en los mercados financieros mediante la curva de rendimiento.

Por todo ello, la inflación subyacente aumentó antes y de forma más pronunciada en Estados Unidos que en la zona del euro, con niveles mayores de falta de mano de obra, así como una brecha estimada del producto superior. Estos factores muestran las diferencias no solo en el tipo de estímulo fiscal aplicado durante las primeras etapas de la pandemia, sino también el modo en el que impactaron los shocks de precios de las materias primas y los cambios en el ahorro privado. De la misma manera, la disparidad entre el crecimiento de los salarios reales y nominales ha disminuido más rápidamente en Estados Unidos, contribuyendo al incremento de la inflación subyacente, en tanto que en la zona del euro la guerra de Ucrania está generando presiones inflacionarias, con los precios de la energía y los alimentos representando cerca de dos tercios del alza de la inflación general.

Daniel Paloma Freire y su proyección del crecimiento mundial

La incertidumbre seguirá siendo la protagonista de los pronósticos de inflación y de crecimiento mundial de la economía para el año 2023. De este modo, es posible establecer una proyección de la situación en el caso de que no se produzcan nuevas reducciones de suministro de gas natural desde Rusia al resto de Europa, a la vez que las expectativas de inflación se mantengan estables a largo plazo y que la política monetaria no induzca una recesión generalizada o ajustes desordenados en los mercados financieros. En este marco, se prevé una desaceleración del crecimiento mundial, pasando del 3,2 % en 2022 al 2,7 % en 2023, posicionándose muy por debajo de la media, en vista de que durante el período transcurrido entre los años 2000 y 2021, el promedio fue de 3,6 %, de igual manera que entre 1970 y 2021.

Por consiguiente, las perspectivas no son alentadoras para la mayor parte de las economías, sobre todo para las que representan el 92 % del PIB mundial, con China, Estados Unidos y la Zona Euro sufriendo revisiones a la baja debido al endurecimiento de las condiciones financieras en las distintas regiones, asociado con el aumento pronunciado de las tasas de interés por parte de los bancos centrales con el fin de disminuir la inflación.

En este orden de ideas, el gigante asiático sufrirá una desaceleración más drástica en la medida en que se sucedan confinamientos prolongados y un agravamiento de la crisis del mercado inmobiliario, acompañados de los efectos asociados al conflicto bélico Rusia-Ucrania.

Así, si bien no se vislumbra una recesión mundial, se puede observar una contracción del PIB real durante al menos 2 trimestres consecutivos en 31 economías, lo cual es llamado por los expertos como “recesión técnica”. De la misma manera, se prevé un importante debilitamiento en las proyecciones de crecimiento mundial, con marcadas revisiones negativas para las economías avanzadas, en tanto que las emergentes y en desarrollo ofrecen perspectivas más variadas.

En conclusión, ante una coyuntura de crisis, incertidumbre e inflación, las estrategias financieras se vuelven imprescindibles para las empresas no solo a la hora de crecer y obtener rentabilidad, sino también para establecerse y competir en el mercado, diferenciándose de la competencia. Para ello, el estratega financiero internacional, economista certificado y perito fiscal Daniel Paloma Freire ofrece la posibilidad de evaluar y diseñar planes y estructuras financieras adaptadas a las necesidades de cada negocio, considerando los diferentes factores macroeconómicos que pueden afectar su expansión. Así, con un enfoque puesto en las finanzas internacionales, los impuestos y las inversiones, este profesional cuenta con una amplia experiencia en el asesoramiento a pequeñas y medianas empresas tanto en Europa como en Sudamérica, brindando planificación financiera internacional para un crecimiento sostenido.

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