De Freddie Mercury a Conchita Wurst: famosos que han tenido que luchar contra el Sida

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Desde 1988, el 1 de diciembre se celebra en todo el mundo el Día Mundial del Sida, que fue el primer día dedicado a la salud en todo el mundo. Desde entonces, y van ya más de treinta años, se utiliza esta fecha para que los distintos organismos de las Naciones Unidas, los Estados, las empresas y la sociedad civil se unan para concienciar sobre esta enfermedad y la visibilización de sus consecuencias. 

Tal y como dice la agencia especializada de la ONU sobre el Sida, esta fecha sigue “siendo tan importante hoy como cuando empezó, y continúa recordando a la sociedad y a los Gobiernos que el VIH no ha desaparecido. A día de hoy es fundamental aumentar la financiación para la respuesta al sida. También es esencial que la sociedad en su conjunto tome conciencia de cómo el VIH afecta la vida de las personas, para que de este modo podamos poner fin al estigma y la discriminación”. Pero en un mundo como el nuestro, reconozcámoslo, esa tarea la cumplen más y mejor los famosos que han sufrido y sufren la enfermedad que las agencias gubernamentales. Estos son algunos de los rostros del cine, la música o el entretenimiento que conocen muy de cerca el VIH. 

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Charlie Sheen

sida

El actor estadounidense es famoso sobre todo por su papel en la serie Dos hombres y medio. Hace cinco años, en noviembre del 2015, Sheen reconoció en una entrevista televisiva para la NBC que era enfermo de Sida. Dijo no saber cómo, cuándo ni dónde se había infectado de la enfermedad, pero animó a otras celebridades a que siguiesen sus pasos y reconociesen su enfermedad en abierto para acabar con los prejuicios que rodean al VIH.

«Estoy aquí para admitir que soy positivo en VIH. «Son tres letras difíciles de asimilar», contó el intérprete. «Todo empezó a raíz de una serie de cefaleas y migrañas. Sudaba en la cama y acababa empapado en sudor… Me ingresaron de urgencia dos o tres noches seguidas. Creí que era un tumor cerebral, creí que todo se había acabado para mí. Después de una batería de pruebas y toda esa mierda, los médicos entraron en mi habitación y, ¡bum!, me dijeron: ‘Esto es lo que hay’. Son tres letras muy difíciles de asimilar. Es un punto de inflexión en la vida de una persona».