De unos años para acá se ha convertido en una especie de epidemia cultural y deportiva. Runners por todos lados: en los parques, por la calle, en la montaña, en la playa...A todo el mundo, parece, le encanta correr y busca hacerse un hueco en su rutina diaria para salir a trotar durante un rato. Tanto es así, que parece ser que incluso se han dado casos de adicción a correr que conllevan fatales consecuencias para los afectados.
Al igual que cualquiera rutina, costumbre o alimento, como todo en este mundo en definitiva, nada en exceso es bueno. Son indudables los efectos beneficiosos del ejercicio físico y del deporte, también por supuesto de correr. Pero cuando se convierte en una obsesión insana por batir récords, por recorrer cada vez una distancia mayor en el menor tiempo posible...Empiezan los problemas, y así lo atestiguan recientes investigaciones científicas.
Descuidar las relaciones personales

Según una investigación llevada a cabo por la Universidad de South Australia, tanto los corredores como la sociedad en su conjunto para un precio muy alto cuando el deporte es convierte en obsesión. Los corredores adictos, aseguran, tienden a ignorar y quitarle importancia a sus lesiones, así como a descuidar sus relaciones personales y familiares.
El profesor de dicha institución, Jan de Jonge, ha dirigido esta investigación mediante unas encuestas presentadas a 246 corredores no profesionales de entre 19 y 77 años. El estudio analiza la forma en la que afecta a estas persona su pasión por dicho deporte. Principalmente, se centró en el riesgo que corren de dañarse a sí mismos debido a sus intensivas rutinas de carrera.
Problemas físicos y sociales

Los resultados son muy elocuentes. Demuestran que los corredores “obsesivos y apasionados”, aquellos que ponen por delante la práctica deportiva por encima de sus relaciones amorosas, de amistad o familiares, tienden a sufrir más lesiones relacionadas con el deporte.
Se trata de una diferencia significativa respecto a los “apasionados armoniosamente”. Este grupo también se toma muy en serio su deporte, pero lo hace de una forma más racional y templada. Los que se encuadran en esta categoría son capaces de integrar el deporte en el resto de actividades de su vida. Los individuos de este grupo suelen recuperarse antes de sus lesiones y tienden a sufrir menos lesiones.
Lesionarse y salir a correr

Los adictos a calzarse las zapatillas de deporte, los apasionados sin medida suelen ser más inconscientes e irresponsables respecto a las lesiones. No emplean el tiempo necesario en recuperarse de las mismas y no hacen caso a los signos evidentes de que están lesionados. Pueden sentir dolores, pero siguen corriendo, y al día siguiente volverán a hacerlo.
Los autores del estudio remarcan que estos deportistas adictos no son mentalmente capaces de dejar de correr ni cuando les está haciendo daño. Sufrir y seguir corriendo. Y seguir corriendo durante más tiempo y una distancia más larga, lo que tiende a producir una mayor número de lesiones y dolencias. Se ponen a sí mismo en riesgo, pero lo único que les preocupa es seguir corriendo y hacerlo más rápido.
Los jóvenes, más irresponsables

Estas dos actitudes hacia el deporte, una irracional y obsesiva y la otra más templada, se mantienen más o menos constantes en diferentes edades y sexos. Aunque con matices. Los corredores de mayor edad tienen más facilidades para dejar de correr y se recuperan antes de una lesión que los corredores entre 20 y 34 años. Estos últimos tienden a seguir practicando deporte y quitarle importancia al dolor.
Los investigadores detectaron también que las mujeres son más proclives a lesionarse por causa de la práctica del running. “Muchas de las lesiones derivadas de este deporte están causadas por el entrenamiento excesivo y la falta de una recuperación adecuada”, asegura de Jonge, “y ambos hechos son resultado de una pasión obsesiva e insana por la práctica de este deporte”.
Un precio muy alto

El estudio de estos científicos australianos ha sido publicado en la revista International Journal of Environmental Research and Public Health. “La mayoría de nuestra investigación se centra en aspectos físicos de esta adicción, principalmente en el exceso de entrenamiento y en la falta de tiempo de recuperación cuando el corredor se lesiona”, cuenta el líder del proyecto. No obstante, asegura, las consecuencias psicológicas de esta dependencia son igualmente dañinas.
“Cuando correr se vuelve una obsesión, trae problemas. Controla la vida de la persona a expensas de otras personas y otras actividades. Esta actitud se da también en otro tipo de deportes y actividades físicas, muy especialmente en la danza profesional y en el ciclismo”, asegura este académico. El investigador estima que las lesiones derivadas de correr le cuestan a la economía australiana unos 2.000 millones de dólares anuales.

































































