Los Reyes Magos no se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar: esta es la verdadera historia de la tradición

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Los Reyes Magos, venerados y celebrados en muchas culturas alrededor del mundo, son figuras míticas y legendarias que forman parte de la tradición navideña. Su origen se remonta a antiguas narrativas que han perdurado a lo largo de los siglos, fusionando elementos religiosos, culturales y folclóricos.

La historia de los Reyes Magos está arraigada en el relato bíblico del nacimiento de Jesús en Belén, que se encuentra en el Evangelio de Mateo. Según esta historia, unos magos del Oriente llegaron a Jerusalén siguiendo una estrella, la cual creían que anunciaba el nacimiento de un nuevo rey. Estos sabios eran conocidos como magos, astrólogos o sabios orientales, pero en ningún momento se menciona su número o sus nombres en la Biblia. Posteriormente, la tradición popular convirtió sus figuras en distintas formas de celebración.

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El relato bíblico de los Reyes Magos

Los Reyes Magos Adorando Al Niño Jesús

En el relato bíblico del nacimiento de Jesús en el Evangelio de Mateo, se menciona a unos magos del oriente que llegaron a Jerusalén siguiendo una estrella:

«Cuando Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, llegaron unos magos del oriente a Jerusalén, diciendo: ¿Dónde está el Rey de los judíos, que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el oriente, y venimos a adorarle.» (Mateo 2:1-2)

Estos magos, que en griego se llaman «magoi», eran sabios, eruditos o astrólogos que estaban familiarizados con las estrellas y la astrología. No se especifica su número ni sus nombres en la narrativa bíblica. Sin embargo, debido a que trajeron tres regalos (oro, incienso y mirra), la tradición popular posterior los identificó comúnmente como tres y les atribuyó nombres específicos.

Continuando con el relato bíblico, estos magos llegaron a Jerusalén preguntando por el Rey de los judíos, lo que causó alarma en el rey Herodes y en toda la ciudad. Herodes, preocupado por el nacimiento de un nuevo rey que pudiera amenazar su reinado, convocó a los principales sacerdotes y escribas para inquirir sobre el lugar del nacimiento del Mesías, según las profecías.

Los escribas le informaron a Herodes que el Mesías sería nacido en Belén, según lo escrito por el profeta Miqueas:

«Y tú, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel.» (Mateo 2:6)

Herodes, con la intención de averiguar más detalles acerca del lugar exacto donde nacería el niño, les indicó a los magos que fueran a Belén y que, al encontrar al niño, le informaran para que él también fuera a adorarlo. Los magos partieron hacia Belén y la estrella que habían visto en el oriente los guió hasta el lugar donde se encontraba el niño Jesús junto a María, su madre.

Al encontrar al niño, los magos se regocijaron grandemente y ofrecieron sus regalos: oro, incienso y mirra. Estos regalos tienen simbolismos especiales en la tradición cristiana: el oro representa la realeza de Jesús, el incienso su divinidad y la mirra su humanidad y sufrimiento.

Después de adorar al niño, los magos, advertidos en un sueño para no regresar a Herodes, emprendieron otro camino de regreso a sus tierras. Evitaron a Herodes y a sus designios malévolos, confirmando así la profecía del profeta Miqueas.

Figuras

La narrativa bíblica de los magos es breve pero significativa, ya que enfatiza la búsqueda y adoración de Jesús por parte de estos sabios del oriente, resaltando su reconocimiento como un rey divino y su importancia para toda la humanidad. A pesar de la brevedad de la historia, el relato de los magos en el Evangelio de Mateo ha dejado un impacto duradero en la tradición y la celebración de la Epifanía en muchas culturas cristianas.

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