El Papa defiende ante la ONU la sanidad pública y pide «privilegiar» a los pobres

El Papa ha defendido la importancia de promover la salud pública y permitir a todos la atención médica básica al tiempo que ha incidido en la necesidad de «privilegiar» a los pobres y a los vulnerables en el acceso a una vacuna contra la enfermedad originada por el virus SARS-CoV-2.

«Renuevo el llamado a los responsables políticos y al sector privado a que tomen las medidas adecuadas para garantizar el acceso a las vacunas contra el COVID-19 y a las tecnologías esenciales necesarias para atender a los enfermos. Y si hay que privilegiar a alguien, que ése sea el más pobre, el más vulnerable, aquel que normalmente queda discriminado por no tener poder ni recursos económicos», ha manifestado el Santo Padre.

El pontífice ha hecho estas declaraciones por videoconferencia en el marco del septuagésimo quinto aniversario de la ONU, una edición marcada por la pandemia en la que los líderes mundiales se han reunido de forma telemática.

El obispo de Roma ha vuelto a analizar las consecuencias sociales y económicas de la irrupción del coronavirus al señalar que «la solidaridad no puede ser una palabra o una promesa vacía».

Por ello ha reclamado a la comunidad internacional esfuerzos para «terminar con las injusticias económicas» al tiempo que ha vuelto a pedir que se «alivie» la deuda de los países en vías de desarrollo y que se supriman los paraísos fiscales.

«Una nueva ética supone ser conscientes de la necesidad de que todos se comprometan a trabajar juntos para cerrar las guaridas fiscales, evitar las evasiones y el lavado de dinero que le roban a la sociedad, como también para decir a las naciones la importancia de defender la justicia y el bien común sobre los intereses de las empresas y multinacionales más poderosas», ha señalado.

En su discurso también ha afeado los resultados el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático firmado en 2015 han evidenciado «la poca capacidad de la comunidad internacional para cumplir sus promesas». Por ello, ha reiterado su deseo de evitar «toda tentación de caer en un nominalismo declaracionista con efecto tranquilizador en las conciencias». El Papa ha nombrado la peligrosa situación en la Amazonía y sus poblaciones indígenas y ha recordado que la crisis ambiental está «indisolublemente ligada» a una crisis social.

El Papa ha hecho hincapié en las devastadoras consecuencias de la crisis del Covid-19 en «los niños, comprendiendo los menores migrantes y refugiados no acompañados». Así ha lamentado que la violencia contra los niños, incluido «el horrible flagelo» del abuso infantil y de la pornografía hayan aumentado.

También ha denunciado que la familia es víctima de colonialismos ideológicos en muchas partes del mundo. «Es triste ver cuán simple y conveniente se ha vuelto, para algunos, negar la existencia de vida como solución a problemas que pueden y deben ser resueltos tanto para la madre como para el niño no nacido», ha señalado después.

Por otro lado, ha reivindicado la contribución única de la mujer en todos los niveles, pero ha lamentado que muchas «quedan rezagadas» como víctimas de la esclavitud, la trata, la violencia, la explotación y los tratos degradantes.

«A ellas y a aquellas que viven separadas de sus familias, les expreso mi fraternal cercanía a la vez que reitero una mayor decisión y compromiso en la lucha contra estas prácticas perversas que denigran no sólo a las mujeres sino a toda la humanidad que, con su silencio y no actuación efectiva, se hace cómplice», ha manifestado.

Ante la Asamblea de la ONU ha arremetido contra «la carrera armamentista» que incluye las armas nucleares y continúa «desperdiciando recursos preciosos» que sería mejor utilizar en beneficio del desarrollo integral de los pueblos y para proteger el medio ambiente natural.

En otro momento del discurso, el Papa ha denunciado la sociedad donde rige «el descarte» en la no se respeta la dignidad humana y hay «un deseo de poder y de control absolutos». Y ha referido: «Digámoslo por su nombre: esto también es un atentado contra la humanidad».

El Papa ha defendido el «fortalecimiento del multilateralismo» frente a las actitudes de «autosuficiencia, nacionalismo, proteccionismo, individualismo y aislamiento, dejando afuera los más pobres, los más vulnerables, los habitantes de las periferias existenciales». De este modo, ha indicado los dos Pactos Mundiales sobre Refugiados y para la Migración como un camino para salir de la crisis si bien ha denunciado que «carecen del apoyo político necesario para tener éxito».

Así, ha dicho que el multilateralismo fracasa por los Estados individuales «eluden sus responsabilidades y compromisos» y ha instado a la ONU a convertirse en un taller de paz «cada vez más eficaz». Para el Papa para lograrlo se requiere que los miembros del Consejo de Seguridad, especialmente los Permanentes, actúen con mayor «unidad y determinación».

En este sentido, ha aprobado la reciente adopción del alto al fuego global durante la presente crisis, que ha definido como «una medida muy noble, que exige la buena voluntad de todos para su implementación continuada». Asimismo, ha reiterado la importancia de «disminuir las sanciones internacionales que dificultan que los Estados brinden el apoyo adecuado a sus poblaciones».

Para el Papa, la erosión del multilateralismo resulta todavía más grave «a la luz de nuevas formas de tecnología militar, como son los sistemas letales de armas autónomas (LAWS), que están alterando irreversiblemente la naturaleza de la guerra, separándola aún más de la acción humana».