Mourinho reaviva la llama y se mofa del Barça antes del cruce con el Inter por Champions League
En la previa de un nuevo capítulo entre Inter y Barcelona por la Champions League, José Mourinho volvió a ser protagonista. El técnico portugués, actualmente al frente del Fenerbahçe, trajo al presente una de las noches más intensas de su carrera. Aquella semifinal de 2010 en la que su Inter dejó sin final a uno de los equipos más dominantes de la historia moderna. Lo hizo con su estilo característico, entre risas, con una frase que aún retumba en la memoria futbolera. «No pudo ser más épico.»
El entrenador no esquivó el tema y volvió a relatar con lujo de detalles cómo vivió aquella clasificación sobre el césped del Camp Nou, en medio de los aspersores que el propio club azulgrana activó en un intento fallido de sofocar la euforia del conjunto italiano. Fue un relato entre la picardía y el orgullo, que reabrió una vieja herida justo antes de que ambos equipos vuelvan a verse las caras por un lugar en otra final europea.
El recuerdo imborrable del Camp Nou
A 15 años de aquel duelo histórico, Mourinho decidió volver a ponerle voz a una eliminatoria que marcó su carrera como entrenador. El Inter llegaba al Camp Nou con una ventaja de 3-1 conseguida en Milán, pero el ambiente era cargado, casi irrespirable. El Barça de Pep Guardiola parecía un tren imposible de frenar. Sin embargo, el conjunto italiano resistió como pudo, incluso con un hombre menos durante más de una hora, y selló el pase pese a perder 1-0. Una derrota que, para ellos, sabía a gloria.
La celebración no se hizo esperar. Jugadores y cuerpo técnico se fundieron en un abrazo colectivo en uno de los córners del estadio, hasta que el sistema de riego comenzó a funcionar. Aquel gesto no opacó el momento para Mourinho, que aún lo recuerda con claridad. «El sentimiento que tuvimos al final del partido sólo lo conocemos nosotros y siempre estará en nuestro recuerdo», confesó. Esa imagen quedó grabada a fuego en la memoria del hincha neroazzurro.
Críticas veladas y obsesión azulgrana
Pero Mourinho no solo volvió para recordar. También aprovechó para dejar uno de sus clásicos dardos envenenados. En su mirada, para el Barça, esa semifinal tuvo un peso emocional distinto, una “obsesión que se llama Madrid y Santiago Bernabéu”, en referencia al estadio donde se jugaría la final de aquel año. Lo que pudo haber sido un doblete de ensueño para los culés, terminó en una profunda decepción. Y para el portugués, en cambio, se trató de «una noche perfecta».
El secreto del Inter no fue solo táctica, sino también concentración absoluta. Jugadores y cuerpo técnico pasaron días completos aislados en la Ciudad Deportiva del club, estudiando cada movimiento del rival. El objetivo era encontrar una grieta en el que, en ese entonces, era el mejor equipo del mundo. Y la encontraron. Para muchos, esa victoria fue el trampolín que llevó a Mourinho directo al banquillo del Real Madrid, donde intentaría repetir la hazaña ante el mismo rival.