Ucranianas en España, entre la resistencia y la esperanza: «Esta es mi nueva vida»

Hace poco más de un año empezó la guerra en Ucrania, un conflicto que obligó a muchas familias a abandonar el país, en su mayoría mujeres y niños que han tenido que volver a empezar de nuevo. Instaladas en España, afrontan este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, con una sensación agridulce. 

En Madrid vive Valentyna Zalievska, de 32 años, que llegó hace once meses acompañada de su hijo de seis años. «Me encanta este país, creo que he encontrado mi cultura, me encanta como pensáis, como vivís. Me siento muy feliz a pesar de todo, tengo mucha suerte y no creo que sea una mujer fuerte, creo que ha pasado lo que ha pasado y tenemos que vivirlo», asegura.

Su hijo va a un colegio bilingüe en el que aprende inglés y español, y «ya habla muy bien español, se comunica con todo el mundo». «A veces hasta me traduce», bromea. A su juicio, «la vida ha cambiado» y ha perdido «muchas cosas, pero defiende que España «es un gran país para vivir». «Soy muy afortunada», resume.

Explica que en Ucrania vive su familia y tiene una hermana en Kiev. «No tienen nada, no tienen vida, no tienen electricidad, hace frío. No creo que venga mi familia a España, es muy difícil, no quieren rehacer su vida, no todo el mundo es capaz de cambiar su vida. Cuando tienes tu vida, es muy difícil rehacerla y venirte en busca de una nueva vida», lamenta.

«Para mi es mas fácil, sé hablar ingles y estoy aprendiendo español, pero ellos que solo hablan ucraniano o ruso, no pueden hacer amigos, no pueden buscar cosas nuevas ni hacerlas en ese idioma aquí. Yo soy profesora y puedo mejorar mas rápido, es más fácil», detalla esta mujer.

En cualquier caso, reconoce que por su situación no ha encontrado dificultades en España, donde vive en un apartamento junto con su hijo en Madrid. «Está claro que estoy en una situación mejor que los demás, tengo dinero ahorrado y es más fácil rehacer mi vida. Sé que hay gente que no tiene nada y que ha perdido todo. Por eso me siento afortunada», reitera esta mujer, que cuenta con el respaldo de la Fundación Madrina que, a través de familias de acogida o pueblos de la España vaciada, facilita el alojamiento de los ucranianos que han llegado al país.

Valentyna lamenta que no tiene trabajo «por ahora» pero recuerda que en Ucrania tenía un negocio ya que era profesora y enseñaba inglés a niños de 2 a 6 años, así como a escribir y de leer. «Estaba desarrollando mi propio colegio y, en un momento dado, tuve que cerrar todo. Espero encontrar algo aquí, algo que hacer, útil para la gente y para mi, algo con lo que pueda ayudar», apostilla.

«Mi situación ideal en el futuro sería abrir mi propio negocio y que sea útil y de ayuda para la sociedad. Creo que aún puedo crear, estoy a tiempo. Tengo que aprender cómo se hace eso en España. Si no, me gustaría ser profesora de inglés. Sé que podría volver a Ucrania y recuperar mi negocio cuando todo termine, pero por otra parte, todo está destruido allí. Por eso mi situación ideal sería quedarme aquí. Esta es mi nueva vida, estoy feliz de estar aquí», insiste.

Olesya Savelieva residía en Brobary, una localidad a las afueras de Kiev cuando comenzó la guerra, el 24 de febrero de 2022. Los primeros días estuvieron en un refugio pero su hija Lisa tuvo una crisis, ya que tiene autismo severo. «No podíamos acceder a los medicamentos. Tuvimos que irnos porque era la única manera de salvar a mi hija», apunta. Olesya es madre soltera y no recibe ayuda del padre de la niña.

Antes de salir de Ucrania, tenía el contacto con unos amigos en Italia que ofrecieron su ayuda para seguir con el tratamiento de Lisa en Milán. Buscaron un familia de acogida pero, al ver la situación de la niña, se quedaron sin lugar al que ir. En Alicante, en España, tenía otros amigos que se ofrecieron en acogida una temporada pero la madre buscaba estabilidad, pues los constantes cambios afectan a la salud de su hija, y finalmente fueron acogidas en una residencia de Cáritas Orihuela Alicante.

Los voluntarios de Cáritas ayudaron a Olesya a poder escolarizar la niña y a tener acceso al sistema de salud. «La gente de Cáritas ha buscado otros voluntarios, una psicóloga ucraniana que nos ayuda en algunos momentos, apoyo escolar para Lisa y una voluntaria que nos ayuda con los trámites para que nos podamos integrar mejor a la sociedad. Gracias a esta ayuda, Lisa ahora va a un colegio con clases para niños especiales», cuenta su madre, que destaca el progreso experimentado por su hija.

«Antes tenía muchos ataques y ahora está muy tranquila. Su estado físico y mental ha mejorado muchísimo. Hemos recibido un trato muy cariñoso por parte de Cáritas. Cuando Lisa juega en el parque y los profesores explican a los niños cómo tienen que tratarla me doy cuenta de que mi hija aquí tiene futuro», asegura.

«Lo que me gusta de aquí es que las personas con discapacidad están muy integradas en la sociedad. Me gustaría que todo eso llegase a mi país y que las personas con discapacidad se puedan sentir parte de la sociedad», argumenta.

En cualquier caso, reconoce que vive «una situación dolorosa». «Hasta el día de hoy no puedo creer que sea verdad. No entiendo que en este siglo se pueda matar niños, población civil, destruir ciudades y nadie sabe cuándo va a acabar esto», lamenta.

Yevheniia Zvireieva llegó a España en marzo de 2022 con tres de sus hijos. Después llegaron su marido y su hermano. Los primeros cuatro meses estuvieron viviendo con una familia española y después encontraron un pequeño apartamento en el que viven todos juntos, en Madrid. «Solo los hombres trabajan», indica.

«No tuvimos tantos problemas porque vinimos con dos maletas, no teníamos nada, solo un poco de ropa, pero la familia española nos ayudó con todo, con ropa, con alimentos, se hizo más fácil. Me gustaría estar aquí para siempre, aquí es muy tranquilo y allí está destrozado el 80%, es muy complicado volver. Me gustaría encontrar un trabajo y quedarme aquí», asegura Yevheniia, que estudia por las tardes un curso de maquillaje y está buscando un empleo por las mañanas. En Ucrania era empresaria, tenia una cafetería y hacía cumpleaños para niños.

Nadia es de Odessa y llegó a Quesa, un municipio de la Comunidad Valenciana, ubicado en la comarca del Canal de Navarrés, en abril del año pasado. Vino con su hija de ocho años. «La gente aquí es maravillosa y nos trata con mucho amor. Nos sentimos muy bien», asegura a Europa Press. Nadia destaca el recibimiento y el apoyo recibido en esta pequeña localidad valenciana donde, tras un año de residencia, ha hecho amigos porque «la gente es muy amable y abierta».

Todo el que ha podido ha cedido muebles, ropa, dinero o alimentos para que se sintieran como en casa. Adecuaron la casa parroquial, que estaba vacía, para poder acogerlas y en la que viven junto a otra familia ucraniana. Nadia trabaja ahora en una fábrica de dulces aunque en Ucrania era agente inmobiliaria, pero se ha adaptado a su nuevo puesto. «He aprendido a hacer dulces y me gusta», asegura.

En los primeros meses, Nadia recibió todo tipo de ayuda de Cáritas, desde lo más básico, como alimentos y ropa, hasta ayudas para el transporte. «La gente de Cáritas son como mis madres españolas», bromea.

Zhanna Huliaka, de 42 años, vino con su hija pequeña el pasado mes marzo, junto con mis padres jubilados. «El problema es encontrar alojamiento, tenemos pero solo hasta mayo», relata esta mujer que actualmente vive en Madrid. Afirma que su estancia en España «es difícil por el idioma, pero los españoles son muy amables y ayudan con todo». «Hay esperanza», asegura. En cualquier caso, su deseo es claro: «Queremos paz y volver a Ucrania, mi marido está allí», zanja.