Resulta que preocuparse demasiado puede, literalmente, rompernos el corazón. Esto no es una metáfora, sino la conclusión de un trabajo de investigadores de Harvard y Mass General Brigham. Han comprobado que la ansiedad y la depresión hacen mucho más que minar nuestro ánimo; son un pasaje directo hacia problemas cardiovasculares graves. Y ojo, porque cuando los dos trastornos se juntan, el riesgo para nuestra salud cardíaca no se suma, se multiplica.
Durante años, la medicina ha puesto el foco en lo evidente: el colesterol, la tensión alta, el tabaco. Son los enemigos clásicos del corazón. Pero este estudio le da un vuelco a esa perspectiva. Lo que sugiere es que nuestro estado mental merece una atención médica igual de prioritaria. La ansiedad y la depresión no se quedan en la cabeza. Dejan una cicatriz biológica perfectamente medible que, con los años, acaba por dañar arterias y corazón.
Un estudio a gran escala sobre la ansiedad y la depresión deja conclusiones contundentes

Los científicos analizaron los datos de 85.551 participantes del Biobanco Mass General Brigham, recogidos a lo largo de una década, entre 2010 y 2020. Dentro de este gran grupo, identificaron a 14.934 personas que sufrían tanto depresión como ansiedad, a 15.819 que tenían solo uno de los dos trastornos, y a 54.798 que no padecían ninguno.
El seguimiento de estos participantes durante un promedio de cuatro años arrojó resultados inequívocos. Se registraron 3.078 eventos cardiovasculares graves, como infartos, insuficiencia cardíaca o accidentes cerebrovasculares. El análisis mostró que tanto la depresión como la ansiedad, por separado, ya elevan el riesgo. Pero la combinación de ambos dispara el peligro.
Según los datos difundidos por The Harvard Gazette, las personas con los dos diagnósticos enfrentan un riesgo aproximadamente un 32% mayor de sufrir uno de estos eventos graves, en comparación con quienes solo tienen una de las condiciones. Este incremento se mantuvo incluso después de que los investigadores ajustaran estadísticamente otros factores de riesgo conocidos, como el tabaquismo, la diabetes, la hipertensión o las condiciones socioeconómicas.
La cadena biológica que une el estrés con el corazón

¿Cómo? ¿De qué manera exacta un estado emocional puede traducirse en un problema físico en el corazón? Los investigadores profundizaron en los mecanismos biológicos, utilizando imágenes cerebrales avanzadas y analizando biomarcadores en un subgrupo de participantes.
Lo que descubrieron fue una cadena de eventos. En primer lugar, observaron que las personas con depresión o ansiedad presentaban una mayor actividad en la amígdala, una región del cerebro profundamente vinculada a la respuesta al estrés y el procesamiento del miedo.
Shady Abohashem, autor principal del estudio, explicó a The Harvard Gazette que esta activación cerebral crónica pone en marcha de forma sostenida el sistema de "lucha o huida". Esto, a su vez, puede generar una reducción en la variabilidad de la frecuencia cardíaca, que es un signo de disfunción del sistema nervioso autónomo, es decir, el que controla funciones automáticas como el latido del corazón. En resumen, el cuerpo entra en un estado de alerta constante.
Finalmente, este estado constante de estrés conduce a un incremento de la inflamación en el cuerpo, marcada por niveles elevados de proteína C reactiva (CRP). Abohashem detalló que esta cascada "puede activar de forma crónica el sistema de 'lucha o huida', lo que eleva la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la inflamación, factores que, con el tiempo, dañan los vasos sanguíneos y aceleran la enfermedad cardíaca".
Un llamado a los médicos: integrar la salud mental en la consulta

Los hallazgos tienen implicaciones prácticas inmediatas para la medicina. El mensaje para los profesionales de la salud es que la evaluación del riesgo cardiovascular ya no puede ignorar el estado mental del paciente. Abohashem subrayó que "para los médicos es un recordatorio de que la salud mental debe considerarse parte integral de la evaluación del riesgo cardiovascular".
Esto significa que, en una consulta de rutina, preguntar sobre el estado de ánimo, los niveles de estrés o la ansiedad debería tener una importancia similar a medir la presión arterial. El estudio apunta a que el tratamiento efectivo de la ansiedad y depresión podría ser, en sí mismo, una potente estrategia de prevención cardíaca. Ahmed Tawakol, director de Cardiología Nuclear en el Mass General Brigham Heart and Vascular Institute y coautor del estudio, recalcó la magnitud de este hallazgo en declaraciones a The Harvard Gazette, confirmando que el riesgo mayor se da en quienes tienen ambos diagnósticos.







