A pesar de que son muchas las personas que consideran que las patatas son un alimento fundamental en la dieta, la verdad es que su aporte no es demasiado bueno. De hecho, eliminarlas de las comidas puede ser algo beneficioso para la salud de cualquiera.
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Un tándem que parece indivisible
No hay muchas más cosas que parezcan que no se pueden separar de un huevo o de un filete de ternera con unas patatas fritas, por ejemplo. Pero lo cierto es que este concepto se encuentra muy alejado de un plato saludable. Y es que este tubérculo estrella tan presente en la gastronomía española y que tanto lustre otorga a muchos platos, no es tan sano como parece.
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¿Un alimento básico?
Según uno de los últimos informes presentados por el Ministerio de Agricultura sobre el Consumo Alimentario en España, cada uno de los españoles llega a consumir hasta 28 kilos de patatas al año. Es decir, de media se ingiere una media de medio kilo de patatas cada semana en diferentes formas.
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Un aporte de vitaminas que no es tal
La patata como tal no presenta ningún tipo de inconveniente. El problema es cuando se consume frita en aceite. Además, va a depender de la calidad de este, ya que no es igual un aceite de girasol que uno de oliva. La verdad es que la patata contiene diferentes nutrientes. De hecho, 100 gramos de patatas aportan hasta un 15% de la cantidad que se recomienda consumir de vitamina C, la cual está recomendada para el adecuado funcionamiento del sistema inmunológico así como de la formación correcta de las articulaciones y de los dientes. Aunque es cierto, que como porcentaje tampoco es demasiado aporte.
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Potasio, ¿sí o no?
El potasio aportado por las patatas llega a suponer hasta más de un 30% de la cantidad recomendada a diario, algo esencial para el funcionamiento de las células y para el fortalecimiento de los músculos. La vitamina B6 que aportan también supone el 21% de la ingesta que está recomendada para adultos de entre 20 y 40 años.
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Mucho almidón y casi nada de fibra
Las patatas son un alimento muy rico en hidratos que están presentes, en su mayor parte, en forma de almidón. Se trata de uno de los vegetales que tienen un mayor contenido en esta sustancia, algo que explica su gran aporte calórico, aproximadamente unas 88 kilocalorías por unos 100 gramos en crudo. Si se fríen, pueden llegar a aportar hasta 500 kilocalorías por los 100 gramos. Mientras que si se consumen asadas o al vapor, rondan las 90 calorías.
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Un carbohidrato especial
El carbohidrato de las patatas se transforma con mucha rapidez en azúcares simples lo que implica que su índice glucémico es muy elevado y aumenta el riesgo de sufrir sobrepeso. Estudios llevados a cabo, aseguran que las patatas fritas son unas verdaderas bombas de almidón y señalan que el límite tendría que ser una ración diaria como máximo. La Federación Española de la Nutrición indica también que este producto aporta una pequeña porción de fructosa, sacarosa y glucosa y que apenas contiene fibra, aunque pueda parecer lo contrario.
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Problemas de diabetes y cardiovasculares
Incluso servidas como puré de patatas, este alimento no es tan sano como pueda parecer. De hecho, cuando se machacan, el almidón que contienen se rompe y da lugar a azúcares simples que consiguen que el nivel de glucosa aumente. Para compensarlo, el organismo libera insulina, una hormona que cuando se encuentra en niveles muy altos puede producir resistencia y aumentar el riesgo de sufrir una diabetes de tipo 2, enfermedades cardiovasculares y por supuesto, sobrepeso.
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Muchos problemas de salud y poca saciedad
Los efectos nocivos que provocan las patatas están relacionados de manera directa con su elevado índice glucémico y la escasa saciedad que aportan. Esto provoca que la sensación de tener hambre aparezca mucho antes y se consuma mayor cantidad de comida durante el día. Harvard excluye a ese alimento del grupo de las verduras, por lo que no deben estar incluidas de manera habitual en tu alimentación. El motivo es que tienen un efecto negativo en el azúcar en la sangre.
Las patatas fritas contienen un compuesto conocido como acrilamida sobre el que parece ser que recaen indicios de provocar cáncer. Dicha sustancia es provocada cuando aquellos alimentos que contienen aminoácido asparagina, como es el caso de las patatas, se cocinan a elevadas temperaturas. El motivo es que cuando el cuerpo consume esta sustancia la convierte en glicidamida y esta se encuentra vinculada a diferentes mutaciones del ADN y daños en este.
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¿Mejor cocidas o fritas?
Una vez dicho todo esto, si a pesar de todo quieres comer este tubérculo, siempre va a ser mejor hacerlo cocido o al horno que frito. Hay que tener en cuenta, que debido a su estructura porosa, van a absorber más fácilmente el líquido en el que se encuentren sumergidas, en este caso, en el aceite. De esta forma se está aumentando de manera considerable la carga calórica del plato.
Según la Escuela de Salud Pública de Harvard, este alimento cuando se consume frito es de los que más engordan, por encima de los zumos industriales y de la bollería. De hecho, una ración de patatas fritas ejerce en el azúcar de la sangre un efecto parecido al de una lata de cola. El problema es que cuando las patatas se someten al calor que necesitan para ser cocinadas, pierden una buena parte de sus vitaminas. Para evitarlo, lo mejor es prepararlas de la manera comentada anteriormente y preferiblemente, envueltas en papel de aluminio.
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Alternativas más saludables
Sustituir las patatas por unos granos de quinoa o de arroz integral son una opción excelente. Por supuesto, una presencia mayor de verduras en los platos que se consumen a diario, siempre será mucho mejor. Pero tampoco es necesario volverse loco. Dentro de unos hábitos correctos de alimentación, se pueden consumir patatas, tanto fritas como cocidas. Solamente hay que tener en cuenta que no deben formar parte de la alimentación diaria.
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