Los avances tecnológicos pudieron contribuir a superar la aridez y el frío hace 450.000 años

Un estudio liderado por miembros de la Universidad de Granada (UGR) y del Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social y de la Universitat Rovira i Virgili han constatado que hace 450.000 años avances tecnológicos y subsistenciales pudieron contribuir a superar unas condiciones climáticas marcadas por la aridez y el frío.

Según ha indicado la UGR en una nota, el clima de la Tierra ha ido cambiado significativamente a lo largo de su historia. Así, la alternancia de periodos glaciares (fríos y secos) e interglaciares (templados y húmedos) han condicionado la ocupación de determinados territorios.

Hasta hace 450.000 años, en la Península ibérica, no tenemos constancia de presencia humana en gran parte de la Meseta. Sin embargo, a partir de ese momento aparecen ocupaciones de forma generalizada, con yacimientos tan emblemáticos como Ambrona (Soria) o Cuesta de la Bajada (Teruel).

No hay una explicación sencilla a por qué se produce este cambio, pero los expertos apuntan a que «está claro que estamos ante un periodo de transformación». En cuanto a las herramientas de piedra, se da una gestión más eficiente de las materias primas con las que se elaboran, y se amplía su diversidad y especialización.

Paralelamente, se documentan unas estrategias de recolección y de caza más complejas como, por ejemplo, los eventos de caza comunal de bisontes en Gran Dolina, en Atapuerca (Burgos), o las primeras lanzas de madera en yacimientos como el de Schöningen (Alemania). Además, se registra un mayor uso de cuevas, una presencia cada vez más constante de evidencias de fuego, así como crecientes indicios de un comportamiento simbólico. En definitiva, elementos que apuntan a una estructura social más cohesionada, la cual contribuyó a superar las dificultades inherentes a unas condiciones climáticas desfavorables, marcadas por la aridez y el frío.

Así se constata en este artículo científico que ha publicado el Journal of Human Evolution, que tiene como autores principales al investigador del Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social y de la Universitat Rovira i Virgili Hugo Blain, y a Juan Manuel Jiménez-Arenas, profesor de la UGR. El equipo ha realizado un amplio estudio del clima hace entre 2 millones y 150.000 años, a partir de los restos de anfibios y reptiles hallados en los yacimientos de Atapuerca y Orce.

Esta investigación se ha efectuado en el marco del Proyecto Orce dirigido desde la Universidad de Granada, y del subproyecto de Atapuerca liderado por Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social y la Universitat Rovira i Virgili.

A partir de estos datos, el equipo de científicos ha creado un modelo ecológico ibérico que han trasladado al resto del continente europeo. Se han basado en dos enclaves fundamentales para entender la evolución humana y el escenario en el que ésta dio sus primeros pasos en Europa: Orce (Granada) y Atapuerca (Burgos).

La colaboración y la integración de resultados de estos emblemáticos sitios ha hecho posible la creación de un modelo a escala europea, antes y después de hace 450.000 años. ¿Por qué este límite? «En primer lugar, porque en ese momento el clima se vuelve más extremo: los periodos cálidos son más cálidos y los periodos fríos mucho más fríos y largos», afirma Hugo Blain. «En segundo lugar, porque se asientan cambios técnicos muy importantes -prosigue- para la historia de la Humanidad. El más evidente es el uso y control del fuego».

Se ha observado que el hábitat preferencial para los primeros europeos (1,4 millones – 450.000 años) era más cálido, más lluvioso y más boscoso que el actual. No obstante, las primeras poblaciones europeas afrontaron situaciones muy diferentes: «Orce era relativamente seco y cálido respecto a Atapuerca que presentaba condiciones más lluviosas y templadas. Por otra parte, la larga y completa secuencia temporal que nos ofrece Atapuerca es clave porque intercala algunos -pocos- intervalos más fríos, secos y con menos árboles. Y esos momentos se caracterizan porque no hay presencia humana o porque ésta es muy débil», explica Juan Manuel Jiménez-Arenas.

Los resultados del estudio muestran que buena parte de la costa atlántica fue muy favorable para vivir antes ya de hace 450.000 años, pero, después de esa fecha, el espacio potencialmente habitado por los humanos se amplía significativamente. Al equipo le sorprendió que «aunque la mayor parte de los datos climáticos y de hábitat provienen de contextos mediterráneos, buena parte de las zonas con mayor probabilidad de ser habitada por los humanos más antiguos del continente europeo se localizan en áreas próximas al océano Atlántico», apunta Blain.

Así, el norte de Francia y de Alemania serían lugares idóneos para que vivieran las primeras poblaciones europeas, especialmente en los momentos de mayor bonanza climática. También las islas británicas donde el suroeste de Gran Bretaña (que formaba parte del continente por aquellos tiempos) y el conjunto de Irlanda. «Serían zonas donde los inviernos serían bastante fríos, aunque con un régimen alto de lluvias y una buena cobertura arbórea», comenta Jiménez-Arenas.