Mujeres rurales en la ‘España Vaciada’: «Esto es duro y sacrificado pero el cuerpo a todo se hace»

La conocida como ‘España vaciada’, que hace referencia a aquellas zonas de España que sufren la despoblación rural y que ha llevado a la desaparición de numerosos pueblos, aumenta la exclusión de las mujeres que viven estos municipios ya que deben sortear una mayor precariedad laboral, infrarrepresentación en la toma de decisiones y peor conciliación como denuncia el XII Informe ClosinGap.

Sin embargo, muchas de ellas aguantan con esta situación con estoicidad como relata Ana, de 51 años y dueña de una panadería en Santa María del Campo Rus, un municipio de la provincia de Cuenca. «Esto es duro y sacrificado pero el cuerpo a todo se hace», asevera.

«En su día el pueblo era más grande pero ahora hay unos 1.500 habitantes, según el censo, medio centenar. Pero es una lástima ver que tu pueblo está vacío y que no hay nadie», explica al tiempo que puntualiza que, como otros muchos pueblos, la población aumenta los fines de semana, en verano y fiestas.

Rememora que llegó cuando era pequeña, con sus padres que ya conocían el negocio, y que se ocupó de la panadería cuando llegó el momento de coger el relevo. Sin embargo, no cree que sus hijos tomen esa decisión. «Los dos viven en Madrid y han estudiado otra cosa, no se van a ocupar de esto», indica.

Su jornada laboral empieza muy temprano y solo hay un día de descanso, los domingos, así como festivos representativos como Viernes Santo, Navidad, Año Nuevo y Reyes. Su trabajo no consiste solo en hacer pan de masa madre. Junto con su marido, también se ocupa de recados o de ayudar a otros vecinos, a los que llevan medicinas o compra. «Soy multifaceta», bromea.

Ana define su día a día como «muy duro y más siendo mujer». «Cuando termino mi trabajo, que ya de por sí es muy duro y muy sacrificado, toca ocuparse de la casa y hacer las faenas. Al final el cuerpo se hace pero es muy cansado», asegura. No obstante, defiende que la vida en el campo está llena de «tranquilidad, aire puro, calidad de vida y servicios como médico o Internet». «No tenemos las prisas que hay en las grandes ciudades», zanja.

En la misma línea se expresa Pilar Bueno. Con 65 años, vive en Galisteo, un pueblo extremeño de la provincia de Cáceres, cercano a Plasencia. Debido a esa cercanía, muchos de sus habitantes trabajan allí o en otras localidades de la zona, aunque la reciente apertura de una residencia geriátrica, así como un albergue turístico y una pensión «han aumentado la actividad en el pueblo que, sobre todo, se llena en fiestas, como ahora Semana Santa o por la Asunción (15 de mayo)».

Pilar, junto con su marido, ha trabajado durante muchos años en el único supermercado de Galisteo. «Siempre hubo movimiento porque estamos en la Ruta de la Plata y vienen muchos peregrinos», explica por lo que lamenta: «No había descanso. Y luego siempre hay cosas que hacer en casa».

Aunque ahora ya no trabaja en el supermercado, Pilar no contempla dejar Galisteo e irse a Madrid, donde viven y trabajan sus dos hijos. «Yo prefiero quedarme aquí con mi marido, esto es muy tranquilo y ellos tienen allí su vida», explica.

En España, las mujeres son el 48,8% de la población rural (de municipios de menos de 5.000 habitantes) en 2019. Además, las mujeres rurales son el 12% del total de mujeres del país. Por provincias, Pontevedra es que mayor porcentaje de mujeres presenta en pequeñas localidades, con un 51%, frente a Burgos, con un 45,3% de mujeres, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

NUEVAS GENERACIONES EN EL MUNDO RURAL, «MUCHAS VENTAJAS Y ALGÚN INCONVENIENTE»

Otras mujeres, como Estela Cuadrado, hicieron el camino a la inversa y abandonaron la gran ciudad para fundar su negocio en el mundo rural. En su caso, cuenta cómo se reinventó después de quedarse sin empleo y aprovechar «los recursos que tenía en el medio rural».

«Desde siempre he estado plenamente convencida de los múltiples beneficios que los compuestos naturales aportan a nuestra piel, así que en 2015 decidí arriesgarlo todo, emprender y lanzar Ártica Bio-Cosmética como una alternativa real a la cosmética convencional, bajo la premisa de la calidad, el respeto por el medio ambiente y un honesto compromiso con las personas», explica.

«Como a muchas personas en España, la crisis que dejamos atrás hace unos años sacudió mi vida y me sirvió como incentivo para transformar mi pasión en mi forma de vida. Y así, Ártica Bio-Cosmética pasó de ser una idea a ser mi objetivo para los próximos años. Elegir dónde establecerme en realidad fue muy fácil, quería aprovechar todo aquello que la naturaleza nos brinda, que el entorno me inspirara y me impulsara a disfrutar de mi trabajo. Y todo eso lo encontré en mi pueblo: Mejorada (Toledo)», rememora.

«En 2014 se iniciaron las obras para convertir la vieja vaquería de mis abuelos en un laboratorio acorde a la normativa legal vigente en materia de fabricación de cosméticos. Un año después, nos convertimos en fabricantes autorizados por la AEMPS», cuenta Cuadrado, para quien trabajar en un entorno rural «tiene muchas ventajas y algún inconveniente».

«Desde los inicios tuve claro que debía ser una empresa cuya distribución sería 100% online (https://articabio.es/) por lo que estar en un núcleo urbano pequeño no debía ser un impedimento para el establecimiento de la empresa. Por el contrario, dependemos de proveedores que se encuentran localizados a kilómetros de distancia y esto hace que tengamos desplazamientos. Estar en contacto permanente con la naturaleza es realmente inspirador y también me obliga a mejorar cada día para que el impacto generado sea el menor posible», defiende.

Sobre su negocio, Cuadrado puntualiza que hacen «cosmética ecológica y vegana utilizando ingredientes es su estado más puro», con el fin de llevar «lo mejor de la naturaleza hasta la piel. «Hemos sustituido envases y reducido el uso de plásticos, y cada año recogemos de nuestros océanos la misma cantidad de plástico que generamos. Y utilizamos el mínimo embalaje. La honestidad hacia las personas, el planeta y los animales es uno de los pilares fundamentales de esta marca. Cada vez tenemos las cosas más claras. Lo que queremos y lo que no», asegura.

María Raboso tiene una trayectoria profesional reconocida de más de más de 35 años en el oficio de la cerámica y una dilatada experiencia docente. Esta artista cuenta con un estilo personal muy definido. Desde los años 90, María desarrolla su arte en un taller, declarado de especial interés de Castilla- La Mancha, en su pueblo natal, en Villacañas (Toledo).

«Es cierto que, como casi todos los ceramistas, durante muchos años, para sobrevivir de este oficio he tenido que hacer miles y miles de piezas utilitarias, aunque siempre únicas y de diseño propio, porque era lo que más se vendía, pero no era lo que más me gustaba hacer. Mi pasión siempre ha sido la escultura, poder modelar el barro a mi antojo y crear obras únicas, con mi estilo, con los materiales, las formas o los procesos que más me han podido apetecer en cada momento», rememora.

«En este sentido, como todos los artistas, aunque nos dediquemos a lo que nos gusta, siempre nos encontramos con multitud de obstáculos y con una constante lucha entre hacer lo que podemos para vivir de lo nuestro y hacer lo que realmente nos gusta hacer. Llegué a tener una galería de arte en el casto histórico de Toledo durante unos pocos años. Sin embargo, tuve que cerrarla por las circunstancias del momento», recuerda.

«Por otro lado, por supuesto, al hecho de ser artista también hay que sumarle el de ser mujer, pues siempre hemos estado relegadas en el mundo del arte y difícilmente hemos conseguido ser reconocidas. Además, cuando se trata del oficio de la cerámica, es muy fácil quedar encasillada en ser considerada una alfarera o una artesana, y muy difícil conseguir que te valoren como artista», añade.