Los flujos de peregrinos durante los meses de invierno se recuperan paulatinamente y se acercan a las cifras previas a la pandemia, que frenó en seco la evolución al alza en el número de personas que en los últimos años elegían la temporada baja para caminar a Galicia, una opción atractiva para aquellos que quieran esquivar la afluencia que se concentra en los meses centrales del año.
Si en el mes de enero de 2021, marcado por las fuertes restricciones impuestas para frenar una crisis sanitaria que fijaba sus esperanzas en una campaña de vacunación todavía incipiente, llegaron a Santiago poco peregrinos, esa cifra casi se dobla diariamente en el arranque de 2022, segundo año de este Xacobeo bianual.
Caminar a solas durante kilómetros, disfrutar de los paisajes invernales y poder interactuar de una forma más cercana con los peregrinos con los que coinciden en las rutas son las razones que apuntan Francesco, Carlo, Jueun, Hyien o Koen, algunas de las personas que este mes de enero caminan a Galicia.
«El peregrino que escoge invierno desea tener contacto con la naturaleza, tranquilidad y que el Camino no esté masificado. Es un peregrino internacional que tiene distintas temporadas de vacaciones y se organizan de manera diferente a los españoles. No le asusta la temporada de invierno porque quizás están acostumbrados a climatologías bastante más duras«, resume la directora de Turismo de Galicia, Nava Castro.
Después de un invierno muy complicado, la afluencia de peregrinos se recupera poco a poco, aunque está todavía lejos de las cifras prepandemia de un 2019 de récord en el que un 15% de los peregrinos hicieron el Camino en temporada baja.
«Generalmente suele ser un tipo de peregrino que viene del extranjero. Antes venían muchos alemanes, franceses, estadounidenses; aunque con la pandemia están viniendo menos. Es una parte del año mucho más tranquila, que atrae a gente un poco más mayor que en verano«, señala Mari Carmen Pampín, trabajadora del albergue de Ribadiso, un antiguo hospital medieval a orillas del río Iso, en Arzúa (A Coruña), convertido a comienzos de los años 1990 en alojamiento para peregrinos.
En el año previo al estallido de la crisis sanitaria provocada por el covid-19, el número de peregrinos en temporada baja se incrementó un 15%, según las cifras de Turismo de Galicia, que confía en que la buena evolución de los datos de 2021, con un «histórico» segundo semestre tras una primera mitad de año «caótica», tenga continuidad a lo largo de este recién iniciado año.
«La gente tiene ganas de caminar, de venir a Galicia a disfrutar de lo que se les ofrece, que es lo que están buscando en pandemia y esta etapa post pandemia: contacto al aire libre y un entorno seguro«, resalta Nava Castro, que apunta al paisaje cambiante del otoño y el invierno como otro de los atractivos que ofrece la temporada baja para los peregrinos.
«AL PRINCIPIO PENSAMOS, PRIMERA Y ÚLTIMA VEZ»
Jueune Kang y Hyien Shin son dos amigas de Seúl que viven las últimas etapas de una experiencia que comenzaron a finales de diciembre en Saint-Jean-Pied-de-Port, Francia. Aprovechando las vacaciones, se lanzaron a una aventura invernal por el Camino Francés que, a pesar de un inicio complicado, estarían dispuestas a repetir. «Al principio pensamos: primera vez y última. Pero ahora estamos convencidas de que podríamos repetirlo«, resume Juene Kang, que trabaja en el sector del big data en la capital surcoreana.
La popularidad del Camino de Santiago en el país asiático creció exponencialmente durante los últimos 20 años, un fenómeno en gran parte explicado por el éxito de un fenóneno literario iniciado por la escritora Kim Nan Hee en 2006. Dos años antes, fueron 18 los peregrinos de Corea del Sur que completaron el Camino. En 2010 lo hicieron casi 1.500; en 2018, más de 5.500 y en 2019 ya representaron el octavo país en la lista de procedencia de los caminantes, con más de 8.200.
El volumen de peregrinos surcoreanos se hace más notable durante invierno, una época que atrae al viajero del país asiático, que goza de un período de vacaciones en este tiempo. Es el caso de Jueune y Hyien, que reconocen que lo que más les está gustando de la experiencia es la cercanía con otras personas. «Como hay poca gente podemos ser más cercanos entre nosotros«, apuntan las amigas.
NIETO Y ABUELO COMPARTIENDO EXPERIENCIA
Saint-Jean también fue el punto de partida de Francesco Baiguini, un joven italiano de la localidad de Lóvere, situada a orillas del lago de Iseo, a las afueras de Bérgamo. Inició en solitario su camino el 29 de diciembre. Su abuelo Carlo Cadei lo esperaba el día 21 en Sarria (Lugo) para compartir los últimos 100 kilómetros de caminata hasta Santiago.
«Mi abuelo es una persona especial en mi vida. Para terminar esta experiencia, que es muy importante para mí, es la mejor cosa que podía uno querer. Es una ocasión muy especial, es increíble«, comenta Francesco junto a su abuelo en las inmediaciones del puente sobre el río Iso, a apenas un par de kilómetros de Arzúa, penúltima parada de su trayecto.
La pandemia truncó los planes de este joven italiano, que tenía en mente hacer el Camino en la primavera de 2020. «Pensé, en cuanto pueda, lo empiezo. Y hacerlo en invierno fue una buena decisión porque es una época muy particular. No hay muchos peregrinos y tienes tiempo para pensar, para caminar, para detenerte a mirar«, apunta Francesco, que valora el hecho de haber hecho etapas en el Camino Francés en las que no se encontró con ningún peregrino.
LA ROPA, UN ELEMENTO A TENER EN CUENTA
Quienes se lanzan este enero a la aventura del Camino están gozando de un mes anómalo ante la benevolencia de un tiempo que ha dejado pocas precipitaciones y días de cielos despejados, aunque con bajas temperaturas que tiñen de blanco los campos y caminos durante las primeras horas del día.
Algo que para los peregrinos consultados no supone un gran problema, más allá de tener que recurrir a chaquetas, camisetas térmicas, guantes o gorro; prendas de las que van prescindiendo una vez avanzan la jornada y se acumulan kilómetros en las piernas. Todo ello, sumado a que las precipitaciones deben ser tenidas en cuenta, hace que la mochila del peregrino invernal sea más pesada, por lo que recomiendan ser especialmente cuidadosos para ajustar la carga a las posibilidades de cada uno.
«Llevo varias capas de ropa: un pantalón, unas mallas interiores, camisetas térmicas, varias chaquetas. La clave sobre todo es llevar capas, pero una vez que sale el sol ya puedo ir quitándomelas«, señala Koen a la salida de Arzúa en dirección a O Pedrouzo –O Pino (A Coruña)–, donde hará noche antes de su llegada al Obradoiro.
Este holandés recomienda el Camino en invierno para aquellos que quieran escapar de las altas temperaturas del verano, algo en lo que coincide Roberta, una peregrina italiana que comparte la experiencia con su hija y que eligió enero precisamente para evitar las inclemencias del sol.
Así las cosas, los peregrinos consultados coinciden en alertar sobre un asunto: la pandemia, sumada a la temporada baja dificulta en ocasiones encontrar establecimientos abiertos, especialmente bares o supermercados en algunos puntos del Camino.
Sobre este asunto, la responsable de Turismo de la Administración autonómica apunta a que algunos negocios toman vacaciones después de las navidades y resalta que, en todo caso, existen los albergues públicos y la Xunta mantiene contactos con los ayuntamientos para que faciliten «servicios mínimos» para los peregrinos.