Misioneros advierten de que los refugiados no dejan de crecer

Misiones Salesianas ha advertido este viernes del crecimiento de número de refugiados y pone como ejemplo la situación que describe su misionero Gabriel Jesús, que trabaja en Pakistán: «Hay más de 10.000 afganos en la frontera».

La entidad señala que, desde que comenzó la crisis en Afganistán, miles de personas se han dirigido a la frontera de Pakistán, en donde ya viven 1,5 millones de afganos, huyendo de los talibanes. Los misioneros salesianos se han puesto manos a la obra desde un principio para ayudar a cientos de familias que dejaron todo atrás por el conflicto.

Misioneros Salesianos destaca que Afganistán es un punto sensible, pero también recuerda a las miles de personas que han salido de Haití, por la violencia y la pobreza; de los millones de venezolanos que han huido de su país o la crisis migratoria en Centroamérica.

«Todo esto cuando el Papa Francisco nos recuerda la necesidad de ir ‘hacia un nosotros cada vez más grande’ en la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado», apunta la organización.

82 MILLONES DE PERSONAS LEJOS DE SU PAÍS

En la actualidad, señala, más de 82 millones de personas en el mundo viven lejos de sus lugares de origen y, de ellos, el 40% son menores, mientras que más de 30 millones se encuentran en otros países, es decir, son refugiados. En concreto, explica, el 1% de la población mundial se encuentra desplazada y cada día 37.000 personas se ven obligadas a abandonar sus hogares por la violencia o los desastres naturales.

Ante estas cifras, Misiones Salesianas se han unido a la llamada de ir «hacia un nosotros cada vez más grande» del Papa, con el objetivo de vivir en un mundo más inclusivo, humano y solidario. «No podemos dejar a nadie atrás, y menos por el hecho de buscar un futuro mejor para sus familias cuando en sus países es imposible por la violencia o por la pobreza», ha explicado la portavoz de la organización, Ana Muñoz.

Los misioneros salesianos atienden a más de 400.000 personas refugiadas y desplazadas en el mundo. Trabajan en campos como el de Kakuma, en Kenia, o Palabek, en Uganda, pero también atienden a personas en las fronteras como la de México con Estados Unidos o en Colombia o Perú, con los refugiados venezolanos.

Del mismo modo, trabajan en Egipto con refugiados sursudaneses, en Turquía con afganos, sirios y paquistaníes y en Europa ofreciendo alternativas a las personas que llegan con dificultades, sobre todo a los menores no acompañados.