Señales de alerta que revelan que tu hijo tiene un problema auditivo

El sentido del oído es uno de los más importantes del ser humano. La correcta audición es uno de los aspectos fundamentales en el desarrollo social, emocional y cognitivo de la persona, por lo que su desarrollo y protección desde la infancia es clave para garantizar que los niños tengan un crecimiento adecuado. Esto es debido a que oímos con el cerebro, no con los oídos, es decir, es el oído el que captura los sonidos, pero es el cerebro el que los procesa y los interpreta.

Teniendo en cuenta la relevancia del sentido del oído en la vida social del niño y en su desarrollo social y escolar, un diagnóstico precoz de la pérdida auditiva favorece la evolución del menor de forma natural permitiendo la maduración del nervio auditivo y la organización del sistema de procesamiento auditivo del cerebro.

La pérdida de audición en un niño puede tener varias causas; en particular causas congénitas, las que están presentes ya en su nacimiento o poco después, o causas adquiridas, es decir, aquellas que acaban manifestándose durante la niñez, a lo largo de su crecimiento.

Los factores genéticos suponen cerca del 40% de los casos según la OMS; en el resto de factores existen las infecciones tanto de la madre durante el embarazo como del propio niño (rubéola, meningitis, paperas o sarampión), también la otitis, muy común entre los niños, puede llegar a provocar una pérdida de audición. Por supuesto los sonidos intensos o de alta intensidad de forma continuada, y por último determinados medicamentos.

Teniendo en cuenta estas causas mencionadas, la pérdida de audición puede identificarse a edades muy tempranas, incluso después del nacimiento que es cuando se realizan los programas de detección precoz de la hipoacusia. Pero en otros casos, la pérdida auditiva se desarrolla a lo largo del crecimiento del niño. Por esta razón, el periodo de desarrollo es en el que es aconsejable estar más atento, estar más atento y observar el ritmo de desarrollo.

Con ello, los profesionales recomiendan tener en cuenta una serie de pautas que pueden alertar sobre la existencia de un problema audiológico:

  1. En su primer año el niño no vuelve la cabeza, ni reacciona corporalmente o siguiendo con la mirada, a sonidos familiares como la voz de sus padres.
  2. Entre los 2 y 3 años, el niño no entiende ni atiende a órdenes sencillas sin tener una ayuda visual; de igual manera el niño no es capaz de repetir frases.
  3. Hasta los 5 años el niño no es capaz de mantener una conversación sencilla, ya sea en el colegio o en casa con sus familiares.
  4. Durante las conversaciones el niño repite de forma constante y frecuente la pregunta ‘¿qué?’.
  5. Tanto en casa como en el colegio el niño manifiesta una falta de atención frecuente y falta de concentración.

Fuente: Oticon