Durante años, Frank Cuesta fue sinónimo de lucha por los derechos de los animales, o al menos eso creíamos hasta las más recientes declaraciones del presentador. Su imagen, creada en medio de la selva, con serpientes y denuncias públicas, se consolidó como la de un defensor incansable de la fauna salvaje (al menos eso creíamos). Sin embargo, el paso del tiempo y la exposición mediática han cambiado esa imagen inicial con la que le conocimos. De la valentía ante el peligro a la exposición emocional sin filtros, Cuesta ha protagonizado un tránsito personal que ha dejado huella tanto en su reputación como en su narrativa pública.
Hoy, lejos de aquella imagen indiscutida de héroe televisivo, el extenista reconvertido en activista enfrenta un reto muchísimo más complejo (o muchos retos, a nivel legal, de salud, y sobre todo personales). Mitomanía, cárcel, contradicciones y una búsqueda de redención frente a las cámaras dibujan el nuevo retrato de un personaje que ya no solo combate con cobras o traficantes de especies, sino también con sus propios demonios.
Su historia, revela los claroscuros de una figura que se resiste a desaparecer y que, con cada aparición, lo dificulta aún más, aunque todo parece indicar que esta última aparición fue la última. Después de todo, durante años fue el símbolo de la lucha por los animales salvajes, un referente mediático que combinaba espectáculo, denuncia y pasión por la naturaleza. Pero el personaje de Frank Cuesta se ha desmoronado con una confesión pública que dejó a miles de seguidores en estado de shock.
Desde su canal de YouTube, el televisivo defensor de la fauna ha admitido que todo fue una farsa: ni cáncer, ni animales rescatados, ni formación profesional. Tras su reciente detención en Tailandia y varios escándalos personales, Cuesta ha tirado del velo y ha revelado una verdad incómoda sobre su mitomanía, su necesidad de atención y la red de mentiras que sostuvo durante más de una década. ¿Redención o final definitivo de un personaje mediático?
Una vida entre jaulas reales y simbólicas: del activismo a la celda en Tailandia

Frank Cuesta construyó su popularidad a base de riesgos asumidos en entornos hostiles, siempre con el argumento de proteger a los animales frente a la crueldad humana (hoy día llama la atención que al no tener una profesión afín al trabajo, ¿cómo podía enfrentarse a tantos riesgos?). Pero su activismo no se limitó al espectáculo televisivo. En 2014, la detención de su exmujer, Yuyee, en Tailandia por posesión de una ínfima cantidad de cocaína marcó un antes y un después.
Cuesta denunció entonces una persecución vinculada a su lucha contra el tráfico ilegal de especies, un entramado en el que (según su versión) él mismo y su familia se convirtieron en objetivos. El activista, que siempre despreció la corrección política, se encontró atrapado en un sistema judicial cuya lógica parecía regirse por otras normas.
Desde entonces, la cárcel dejó de ser solo una metáfora para convertirse en un elemento tangible de su biografía. A través de vídeos y publicaciones en redes, Cuesta narró su experiencia con crudeza, mezclando indignación, impotencia y desafío. Pero también comenzó a construirse una narrativa en la que el dolor personal se fundía con una causa mayor.
Así, su figura, antes percibida como la de un héroe temerario, empezó a adquirir tintes más complejos: la del hombre que no solo lucha contra cazadores furtivos, sino contra poderes fácticos que trascienden fronteras. Una vida marcada por jaulas, las que combate y las que ha tenido que habitar.
Verdades, exageraciones y la línea borrosa del personaje Frank Cuesta

La exposición constante en medios ha convertido a Frank Cuesta en algo más que un activista. Es ya un personaje mediático con un relato propio, donde realidad y exageración se entrelazan, y con el pasar de los años se ha construido toda una historia detrás del personaje. Su estilo directo, a menudo agresivo, ha generado tanto seguidores incondicionales como detractores férreos.
En medio de esa polarización (porque hay quienes le creen y defienden sus ideales, en la misma medida que existen los detractores), surgen preguntas inevitables, sobre todo después de las últimas declaraciones del presentador: ¿hasta qué punto lo que cuenta es verdad? ¿Dónde termina el hombre y comienza la leyenda? Su discurso, cargado de dramatismo y frases lapidarias, construye una imagen de héroe incomprendido, pero también alimenta sospechas sobre su credibilidad.
Cuesta ha declarado en repetidas ocasiones haber sido amenazado, perseguido y silenciado por mafias y gobiernos. Aunque algunas de estas denuncias encuentran respaldo en ciertos hechos, otras han sido puestas en duda incluso por antiguos colaboradores. Ante este escenario tan complejo, ¿Qué podemos creer?
El personaje que ha emergido tras años de exposición se sostiene sobre un equilibrio delicado: el de un justiciero enfrentado a todo, incluso a sí mismo. Así, la mitomanía (acusación que ronda en los márgenes de su trayectoria) se convierte en una amenaza a su historia, pero también en parte integral de su figura pública, donde cada exageración parece reforzar su leyenda personal.
Confesiones en El Hormiguero: cómo el ‘prime time’ se convirtió en su altar de redención mediática

Frank Cuesta no ha pisado aún suelo español, pero la expectativa de que a su llegada pueda asistir como invitado a El Hormiguero ya ocupa titulares. Él mismo lo deslizó hace unos días, con una mezcla de ironía y sinceridad: «Llevan meses invitándome». El simple hecho de imaginar su regreso a España acompañado de una entrevista con Pablo Motos confirma el giro en la narrativa del personaje.
De estrella salvaje a figura marcada por el sufrimiento y la tragedia familiar y personal, Cuesta comienza a abrir la puerta a una nueva etapa: la de la reconciliación con el gran público, y en horario de máxima audiencia si decidiera aceptar la invitación de Pablo motos. Y El Hormiguero, con su combinación de entretenimiento y emocionalidad, se perfila como el escenario ideal para ese reencuentro.
En ese espacio, que ya ha servido de trampolín para redenciones y confesiones de toda índole, Cuesta podría encontrar algo más que visibilidad. Si finalmente acepta la invitación, no será solo una entrevista más, sino un gesto cargado de simbolismo.
El regreso a España y la reaparición televisiva en prime time funcionarían como una síntesis de su trayectoria reciente: caída, exilio voluntario, introspección y posible redención pública. La televisión que lo convirtió en icono podría ahora, con una sola entrevista, ayudarle a cerrar un ciclo y comenzar otro.