La tensión en Girona ha alcanzado su punto más alto. Míchel Sánchez, entrenador del equipo, lanzó una advertencia que retumbó en todo el vestuario.
«Si algún jugador no se ve preparado que lo diga y estará fuera del equipo», dijo sin rodeos, dejando claro que el margen de tolerancia se agotó. Ya no hay espacio para medias tintas ni margen para lo políticamente correcto.
El técnico ha apostado por una sacudida emocional, consciente de que las fórmulas tácticas ya no alcanzan. Girona está en caída libre, y la reacción debe ser inmediata. Míchel apela a lo único que le queda: el carácter y la dignidad de sus jugadores.
9La última oportunidad para reaccionar

Míchel ya lo intentó todo. Probó esquemas, hizo rotaciones, cambió discursos. Pero la reacción sigue sin llegar. El empate en Butarque fue el punto de quiebre. Desde entonces, su tono es más crudo, más exigente.
“Cada jugada es muy importante”, repitió ante los medios de comunicación, dejando en claro que ya no hay tiempo para relajarse.
La salvación pasa por recuperar la solidez defensiva, elevar el nivel colectivo y dejar de lado los miedos. El Girona se juega la vida en las próximas semanas. Y Míchel, al límite, espera que sus jugadores respondan con la misma urgencia que transmite en cada palabra.