El Mundial de ciclismo de ruta 2025 entrará en los anales de este deporte no solo por ser la primera edición disputada en África, sino también por coronar a Tadej Pogacar de nuevo. Un hombre que ya parece inmortal en las carreteras. La cita en Ruanda fue, en muchos sentidos, una prueba de fe: ¿podría una nación poco experimentada en grandes eventos ciclistas asumir el reto con garantías? Sí, lo hizo. Y lo hizo brillantemente.
Se llegó con escepticismo: dudas sobre infraestructuras, seguridad, logística… Preguntas que surgen cuando un país africano recibe una competencia de estas dimensiones. Pero lo que muchos esperaban como un Mundial complicado, se transformó en una experiencia prácticamente impecable.
La organización funcionó con eficacia, el recorrido fue vibrante, el público brindó un apoyo incondicional y el país se mostró sobrado de capacidad para acoger una cita de primer nivel. Ruanda -con sus paisajes, sus muros y su fervor ciclista latente. reforzó su posición en el mapa del ciclismo mundial.
El trazado, nada complaciente, retaba a los corredores con una sucesión de repechos, muros y adoquines. No era una carrera pensada para rodadores puros, pero tampoco para escaladores extremos; era un terreno mixto que obligaba a gestionar fuerzas. Según el análisis del recorrido, se buscó romperlo, pero no de forma descontrolada, lo que resultó una fórmula equilibrada para mantener la competitividad hasta el final. Y ahí estuvo Tadej Pogacar.
El ataque sideral de Tadej Pogacar que marcó el campeonato
El punto crucial de la carrera llegó cuando aún restaban 104 kilómetros. En el Monte Kigali, Pogacar decidió poner tierra de por medio. Con decisión, sin aspavientos, lanzó su ofensiva en un terreno idéntico al que años atrás había consagrado al ciclismo local, y, para muchos, marcó el destino del arcoíris.
Sus compañeros de equipo habían puesto el ritmo necesario para endurecer la prueba, pero el movimiento definitivo lo ejecutó el esloveno. Juan Ayuso y Remco Evenepoel le siguieron en un primer momento, pero el desgaste, los descensos y la intensidad se llevaron a Evenepoel por delante, con una crisis mecánica que dejó al poderoso belga pugnando consigo mismo, gesticulando entre la impotencia y el esfuerzo.

A partir de allí, Pogacar lideró en solitario. Primero con Ayuso acompañándole, luego ya solo tras un ataque que rompió definitivamente la carrera. Cercano al final, consolidó su ventaja y consumó su segundo título mundial en ruta.
Por detrás de la hazaña central, también se libraron otras batallas con protagonismo notable. Ben Healy alcanzó el bronce tras imponerse en la última subida y dejar atrás a Skjelmose y otros ciclistas daneses. El podio se completó con discreta separación entre los primeros cinco —llegaron uno tras otro. Juan Ayuso, con una actuación valiente, terminó octavo.
Incluso en la sombra oficial del favoritismo de Pogačar, las aspiraciones españolas hicieron acto de presencia. El bronce de Mavi García, las medallas de Paula Blasi y Paula Ostiz y el desempeño de Noval ofrecieron un balance positivo antes de la prueba élite.
Pogacar, con su victoria, se convierte en bicampeón del mundo en ruta. En su palmarés ya brillan grandes herramientas: cuatro Tours, un Giro, nueve Monumentos —y sigue acumulando. Frente a él, su referente más simbólico: Bernard Hinault. Pero hoy, con esa victoria en África, Pogačar parece caminar hacia otros límites.
Pogacar, con su victoria, se convierte en bicampeón del mundo en ruta. En su palmarés ya brillan grandes herramientas: cuatro Tours, un Giro, nueve Monumentos —y sigue acumulando. Frente a él, su referente más simbólico: Bernard Hinault. Pero hoy, con esa victoria en África, Pogačar parece caminar hacia otros límites.
El legado del Mundial africano
Este mundial dejó más que una jornada épica. Fue también un mensaje simbólico: que el ciclismo puede, con tino, desplegarse fuera de sus territorios tradicionales. Ruanda lo abrazó, el público respondió, los ciclistas se involucraron y la organización aguantó. El éxito abre puertas para que otras zonas del mundo, tradicionalmente marginadas en este deporte, puedan aspirar a albergar eventos de primer nivel.
Y, mientras tanto, Tadej Pogacar sigue construyendo su leyenda: no solo como un corredor poderoso, sino como un estratega capaz de leer el instante, el terreno y las posibilidades. En Ruanda lo demostró otra vez, para dejar claro que no sólo domina carreras, sino épocas.
Más información: Todos los títulos del monumental Tadej Pogacar, rey del ciclismo.