En el fútbol europeo conviven dos mundos. Por un lado, los clubes de siempre, con una base social, ingresos de televisión y un modelo que depende en gran medida de los resultados deportivos. Por otro, aparecen los llamados clubes-estado.
Estos son clubes de fútbol respaldados por fortunas casi ilimitadas procedentes de países como Catar, Emiratos Árabes o Arabia Saudí. Una brecha que no deja de crecer y que plantea una pregunta de fondo: ¿pueden competir los equipos tradicionales frente a ese poder financiero?
PSG y Manchester City, los grandes ejemplos de los clubes-estado en el fútbol
El Paris Saint-Germain y el Manchester City son los casos más claros. El primero fue adquirido en 2011 por Qatar Sports Investments, un fondo vinculado al emirato de Catar. Desde entonces, el PSG ha fichado a figuras como Zlatan Ibrahimovic, Neymar, Kylian Mbappé o Leo Messi, pagando traspasos y salarios imposibles para la mayoría de clubes europeos.

En paralelo, el Manchester City pasó a manos del grupo Abu Dhabi United en 2008. Con la llegada de Pep Guardiola en 2016, el club consolidó su dominio en Inglaterra y se coronó campeón de Europa en 2023. Todo ello gracias a una inversión constante en jugadores, infraestructuras y una red de filiales repartidas por el mundo, el City Football Group.
Ambos equipos han cambiado el panorama futbolístico en apenas una década. La pregunta es hasta qué punto su modelo distorsiona la competición.
El modelo tradicional, en desventaja
Es aquí donde clubes históricos como el Real Madrid, el FC Barcelona, el Bayern de Múnich o el Manchester United siguen moviéndose bajo un esquema clásico: ingresos por socios, abonos, televisión, patrocinadores y traspasos. Su músculo financiero es fuerte, pero limitado.
El Real Madrid, por ejemplo, se mantiene como uno de los clubes con mayor facturación del mundo gracias a su marca global y a su gestión de estadio. Sin embargo, sus recursos están sujetos a balances anuales y a normas de sostenibilidad financiera. Lo mismo ocurre con el Bayern, que presume de solidez pero no puede competir en salarios con City o PSG.
La diferencia está en la capacidad casi infinita de gasto de los clubes-estado. Según un informe de Deloitte, el PSG invirtió más de 1.300 millones de euros en fichajes entre 2011 y 2023. El City superó los 1.200 millones en ese mismo periodo.
El papel de la UEFA y el fair play-financiero
La UEFA intentó poner límites con el llamado fair play financiero, que obliga a los clubes a no gastar más de lo que ingresan. Sin embargo, las sanciones han sido escasas y en muchos casos se han quedado en multas económicas. El Manchester City llegó a ser sancionado con dos años sin Champions en 2020, pero el Tribunal de Arbitraje Deportivo revocó la medida.

La crítica más frecuente es que estos clubes-estado inflan artificialmente sus ingresos con contratos de patrocinio vinculados a sus propios estados. En el caso del PSG, varios de sus acuerdos publicitarios proceden de empresas estatales cataríes. En el del Manchester City, de compañías emiratíes. Esto dificulta la tarea de control de los organismos reguladores.
Un debate abierto en España
En LaLiga, Javier Tebas ha sido uno de los principales críticos de este modelo. El presidente del campeonato español ha denunciado en varias ocasiones que el PSG y el City “hacen trampas” con el fair-play financiero. Para Tebas, esta competencia desleal complica la capacidad de los clubes españoles de retener talento y competir en igualdad de condiciones.
El FC Barcelona es un buen ejemplo de esas dificultades. Su situación económica, marcada por una deuda superior a los 1.000 millones de euros, contrasta con la capacidad del PSG para ofrecer salarios millonarios a jugadores como Mbappé. De hecho, la marcha del francés al Real Madrid en 2024 se vivió como una excepción más que como una norma.
¿Y el futuro? Arabia Saudí También entra en juego entre los clubes-estado
A esta ecuación se suma ahora Arabia Saudí. En 2023, la liga saudí inició una ofensiva de fichajes que llevó a estrellas como Cristiano Ronaldo, Karim Benzema o Neymar a jugar en su campeonato. Aunque por ahora la competición saudí no compite directamente con la Champions, sí altera el mercado al ofrecer sueldos inalcanzables.
La pregunta es si, con el tiempo, Arabia Saudí dará el salto también a la compra de un club europeo de primera línea, como ya hicieron Catar y Emiratos.
El equilibrio de fuerzas
Pese al poder de los clubes-estado, los equipos tradicionales todavía mantienen un peso enorme. El Real Madrid sigue siendo el club con más Champions de la historia y conserva un atractivo que va más allá del dinero. Lo mismo ocurre con el Bayern, cuyo proyecto deportivo estable le permite seguir compitiendo cada año.
El futuro parece apuntar a un equilibrio delicado. Los clubes-estado aportan dinero, espectáculo y fichajes mediáticos. Los tradicionales, historia, identidad y masas sociales. La clave estará en si la UEFA y la FIFA consiguen establecer reglas claras que equilibren el terreno de juego.
El caso de los clubes-estado no es una moda pasajera, sino un fenómeno estructural que seguirá marcando el fútbol europeo en la próxima década. Para unos, representan una oportunidad de crecimiento global. Para otros, una amenaza que rompe la igualdad y la esencia de la competición. Lo único claro es que el debate está lejos de cerrarse.