La tortilla de patatas es mucho más que una receta; es una declaración de principios que divide a familias y amigos en dos bandos irreconciliables. De repente, la conversación se detiene y la pregunta sobre si lleva cebolla o no se convierte en un asunto de estado que todos se sienten obligados a defender con vehemencia. Este debate nacional sobre la receta de tortilla española tiene raíces mucho más profundas de lo que imaginas, unas que se hunden en la tierra y en la historia de nuestro país.
Pero, ¿y si te dijera que la respuesta no está en el paladar, sino en la historia? La clave para entender esta batalla culinaria es que la receta original fue un ingenio nacido de la escasez y la geografía de la época, no de un capricho gastronómico moderno. Pocos saben que la inclusión o exclusión de la cebolla en este plato estrella de nuestra cocina no fue una elección, sino una consecuencia. ¿Estamos preparados para descubrir la verdad que podría zanjar la disputa para siempre?
EL ORIGEN DE UNA LEYENDA CULINARIA

Viajemos en el tiempo hasta el siglo XIX, un periodo convulso de nuestra historia. La leyenda popular atribuye la invención de la primera tortilla de patatas al general carlista Tomás de Zumalacárregui, quien supuestamente improvisó un plato barato y nutritivo para sus tropas durante el sitio de Bilbao. Sin embargo, los historiadores señalan un origen más humilde y documentado en la Extremadura de principios de siglo, lejos de los campos de batalla y más cerca de la cocina de subsistencia.
De hecho, el primer documento que menciona una elaboración similar a la tortilla de patatas data de 1817, en la localidad pacense de Villanueva de la Serena. En él se describe cómo los campesinos de la zona ya mezclaban huevos con patatas para alimentarse. Aquella primitiva tortilla española se consolidó como un recurso básico para la supervivencia de las clases populares, una solución ingeniosa y saciante que aprovechaba los dos ingredientes más asequibles del momento.
LA PATATA, UN TESORO LLEGADO DE AMÉRICA QUE CAMBIÓ TODO
Resulta imposible hablar de la tortilla de patatas sin rendir homenaje a su ingrediente protagonista, que cruzó un océano para cambiarnos la vida. Aunque hoy nos parezca increíble, la patata fue recibida con una enorme desconfianza en Europa tras su llegada desde América. Durante décadas se consideró un alimento exótico, incluso venenoso, apto solo para el ganado y relegado a los jardines botánicos como una simple curiosidad ornamental.
Fueron las terribles hambrunas y la pura necesidad las que finalmente empujaron a su cultivo masivo en España. Poco a poco, su bajo coste y su altísimo valor calórico la convirtieron en la salvación de miles de familias y en el pilar de su dieta diaria. Gracias a esa aceptación forzosa, la patata pasó de ser una rareza botánica a la base de la alimentación del pueblo, sentando sin saberlo los cimientos para cocinar este manjar que hoy nos define.
¿Y LA CEBOLLA? EL INGREDIENTE DE LA DISCORDIA Y LA ABUNDANCIA

Aquí entramos en el verdadero corazón del debate que nos ocupa. Si uno investiga los primeros recetarios y las menciones documentadas a la tortilla de patatas, se encuentra con una sorpresa: la cebolla no aparece por ningún lado. Su ausencia se debía a una razón muy simple, ya que la receta original buscaba la máxima sencillez con los ingredientes más básicos y baratos disponibles. Añadir cualquier otro producto era un lujo que no todos podían permitirse en su cocina.
Entonces, ¿cuándo y por qué apareció? La cebolla se incorporó de forma natural en aquellas regiones donde era un cultivo tradicional, abundante y, por tanto, muy económico. Su función era clara y práctica, pues la cebolla aportaba jugosidad y un dulzor que enriquecía un plato que podía resultar algo seco, especialmente si los huevos o el aceite de oliva no eran de la mejor calidad. Así comenzó, sin pretenderlo, la gran batalla de la tortilla.
EL RECETARIO DE LA ABUELA NO MIENTE: ¿QUÉ DECÍAN LAS PRIMERAS RECETAS?
Si uno se sumerge en los libros de cocina españoles de finales del siglo XIX y principios del XX, la tortilla de patatas aparece como una fórmula austera y directa. Las instrucciones eran claras y sin florituras: patatas, huevo, aceite y sal, nada más. Esto se debe a que la receta se transmitía más por tradición oral en los hogares que por escritos formales, y cada familia la adaptaba a sus propias posibilidades y a los productos que tenía a mano.
Con el tiempo, la tímida mejora de la economía española permitió que la receta fuera evolucionando y enriqueciéndose. Las versiones ‘concebollistas’ comenzaron a ganar una enorme popularidad en zonas del norte y el interior peninsular, donde la cebolla era parte del paisaje. Mientras tanto, en otras regiones se mantuvo la pureza de la receta sin cebolla como una verdadera seña de identidad. Así nació la fascinante dualidad que hoy define a la tortilla de patatas.
MÁS ALLÁ DE LA CEBOLLA: EL VERDADERO SECRETO DE LA TORTILLA PERFECTA

Quizás hemos gastado demasiada energía y saliva en un debate que, en el fondo, nos distrae de lo que es verdaderamente esencial. Al final, el secreto de una buena tortilla de patatas no reside en si lleva o no cebolla, sino en la excelencia de sus otros componentes. No nos engañemos, la calidad de la patata, un buen aceite de oliva virgen extra y unos huevos frescos de corral marcan la diferencia entre un plato correcto y una obra de arte culinaria que se recuerda durante días.
El punto de cuajado, ese equilibrio mágico entre lo líquido y lo sólido que cada maestrillo defiende, es una decisión tan personal como la vida misma. Más que una receta, la tortilla de patatas es un lienzo en blanco, un refugio culinario que nos conecta con nuestra infancia. En realidad, es ese vínculo emocional lo que la convierte en el plato más querido y debatido de nuestra gastronomía. Un trozo de hogar en cada bocado, con o sin cebolla.