En los últimos años, el aguacate se ha ganado un lugar privilegiado en nuestras cocinas. Su sabor suave, textura cremosa y reputación como superalimento lo han convertido en el acompañante estrella de tostadas, ensaladas y smoothies. Pero detrás de su apariencia saludable, se esconde un poderoso recordatorio de que incluso lo bueno, en exceso, puede volverse contraproducente.
El aguacate ha sido respaldado por organismos internacionales como la FDA, que establece una cantidad diaria recomendada de 50 gramos, lo que equivale a un tercio de una pieza mediana. ¿La razón? Equilibrar sus notables beneficios con su densidad calórica. A continuación, te contaremos qué dicen los expertos, qué revelan los estudios más recientes y cómo aprovechar al máximo las propiedades del aguacate sin caer en los excesos.
1Un aliado cardiovascular que potencia el resto de la dieta

Cuando hablamos de salud del corazón, el aguacate es uno de los grandes protagonistas de la escena nutricional. Su perfil lipídico está dominado por grasas monoinsaturadas, similares a las del aceite de oliva, que han demostrado reducir los niveles de colesterol LDL (el llamado “malo”) sin afectar el HDL (el “bueno”).
Estas grasas vegetales son especialmente valiosas porque contribuyen a la prevención de enfermedades cardiovasculares, una de las principales causas de muerte en el mundo. Pero su impacto no se detiene ahí. Según explicó la nutricionista Tammy Lakatos-Shames, el aguacate tiene un rol particular como “potenciador de nutrientes”. Esto significa que facilita la absorción de vitaminas liposolubles como la A, D, E y K presentes en otros alimentos de la dieta.
Su función como vehículo de micronutrientes convierte al aguacate en un actor estratégico dentro de una alimentación equilibrada. Y si se combina con vegetales de hojas verdes, zanahorias o pescados, su aporte puede multiplicarse. Eso sí, siempre en porciones moderadas.