La tensión en Girona ha alcanzado su punto más alto. Míchel Sánchez, entrenador del equipo, lanzó una advertencia que retumbó en todo el vestuario.
«Si algún jugador no se ve preparado que lo diga y estará fuera del equipo», dijo sin rodeos, dejando claro que el margen de tolerancia se agotó. Ya no hay espacio para medias tintas ni margen para lo políticamente correcto.
El técnico ha apostado por una sacudida emocional, consciente de que las fórmulas tácticas ya no alcanzan. Girona está en caída libre, y la reacción debe ser inmediata. Míchel apela a lo único que le queda: el carácter y la dignidad de sus jugadores.
3El vestuario, en el centro del huracán

Más allá de lo táctico, Míchel pone el foco en lo anímico. Su mensaje tras el empate ante el Leganés fue claro y directo, especialmente luego del error de Danjuma en los minutos finales.
«No quiero egos individualmente. Eso no ayuda al presente», declaró el técnico, con evidente frustración. No se trata solo de fútbol, sino de compromiso colectivo.
Para Míchel, el equipo debe funcionar como una familia unida por un objetivo común. Quien no entienda eso, no tiene lugar en el campo.