Noah Baumbach se pierde en la «Ruido Blanco» de Netflix

La relación entre el director norteamericano Noah Baumbach y Netlix parece haberle dejado a ambas partes lo que quieren. El cineasta ha conseguido algo de libertad que no tenía en sus trabajos anteriores, y el estudio el prestigio de dos cintas con el nivel de ‘Los Meyerowitz: la familia no se elige’ e ‘Historia de un matrimonio’. Pero ahora con «Ruido Blanco» no ha podido alcanzar ese mismo nivel.

Basada en el libro del mismo título de Don DeLillo, uno de los grandes autores satíricos de Estados Unidos, la cinta narra la historia de una familia que debe afrontar como su pueblo es arropado por un evento tóxico causado por un accidente de trenes. Desde allí la cinta se convierte en un estudio profundamente denso sobre la muerte, el amor, y el miedo a ambas. El problema es que, excepto por una decisión puntual cerca del final Baumabch peca de no querer cambiar demasiado del libro. 

El resultado es una cinta con un lenguaje literario que le quita el ritmo a sus actuaciones para que reciten los largos monólogos de Delillo. Es un problema que parece ir agrandando a medida que avanzan las más de dos horas de duración. Aunque el elenco, y el buen ojo del director, le dan algo de oxígeno al filme lo cierto es que no parece cumplir con lo necesario para entrar con la potencia esperada a la temporada de premios.

EL ELENCO COMO PUNTO SALVADOR

Lo cierto es que para una cinta tan complicada como es este ‘Ruido Blanco’, donde los personajes trabajan más cerca de la prosa poética que del diálogo natural, depende en buen nivel de su elenco y estos son los que la hacen más soportable. Greta Gerwig le da a su Babette Gladney la humanidad necesaria para superar ese complicado tercer acto, con muy poco tiempo en pantalla Don Cheadle es lo más gracioso y oscuro de la cinta y los actores jóvenes probablemente volteen cabezas.

Pero es la actuación central de un gran Adam Driver la que casi rescata a la cinta. Cuando el guion deambula entre rarezas y conceptos filosóficos el actor consigue que su Jack Gladney, un profesor de filosofía dedicado al estudio de la figura de Hitler, a pesar de no saber alemán, y que ve como el evento tóxico voltea su pueblo y su familia patas arriba. Es una interpretación magnética, que consigue la humanidad en un personaje que el libro, y en el guion, no deja de ser un portavoz para las ideas más complicadas del autor.

Es una interpretación que recuerda por qué Driver suele ser mencionado entre los mejores actores de su generación. Particularmente el tercer acto le da una secuencia al nivel de aquel discurso de ‘Historias de Matrimonio’ que bien podría empujarlo a otra nominación al Oscar. En cualquier caso al actor suele sacarle jugo a sus colaboraciones con el director.

LA BANDA SONORA DE «RUIDO BLANCO» ES UN PUNTO FUERTE

A pesar de que la película no termina de encontrarse en una pieza completa la música merece ser aplaudida aparte. Reclutando a Danny Elfman, colaborador frecuente de Tim Burton, para darle a la cinta un aire de misterio bastante más interesante que sus personajes. Es bueno volver a escucharle en este tipo de cintas, que le permiten hacer un trabajo mucho más sutil que en las cintas de espectáculo donde se ha visto algo encajonado.

Los que no son nada sutiles con su participación en la cinta son los LCD Soundsystem. La banda de James Murphy contribuye un tema al film, y resulta que es una de sus mejores canciones desde su retorno. ‘New body rhumba’ es un retorno a ese punk de discoteca del que el grupo es pionero. Es un complemento al filme muy potente, que acompañado de ese pequeño e irónico homenaje al consumismo que son los créditos de la cinta.

Hay quien diría que lo que justifica todo el experimento de «Ruido Blanco». Pero es cierto que hay un par de actuaciones y un par de imágenes de la cámara de Baumbach que merecen ser rescatadas, aunque el guionista se haya perdido en el proceso de adaptación.