Invertir en calidad, supone ahorro a largo plazo

El modelo económico actual pone al abasto de todas las personas consumidores de cualquier tipo de producto que este necesite o desee, desde comida y ropa, hasta videojuegos y tecnología. El concepto de “consumo” no tiene connotaciones negativas ni hace referencia a nada malo o perjudicial. El problema viene cuando el consumo se vuelve patológico y perjudicial, en cuyo caso ya no hablamos de consumo –comprar para cubrir necesidades o deseos – hablamos de consumismo. La RAE define el consumismo como “la tendencia inmoderada de adquirir, gastar o consumir bienes, no siempre necesarios”. El hecho que el bienestar en nuestra sociedad esté basado en la posesión y acumulación de bienes fomenta, precisamente, el consumismo.

En una sociedad de consumo, la gente compra mucho, las empresas venden mucho y las fábricas producen mucho, lo que se traduce en dificultad para ahorrar dinero por parte de les consumidores y una enorme generación de residuos.

Intentar alargar la vida de los bienes que compramos es una manera de evitar el consumo desmesurado y el despilfarro. Para mejorar la durabilidad, digamos de un lavavajillas, por un lado debes adquirir un buen lavavajillas, y por el otro debes mantenerlo limpio y hacerle un mantenimiento para que dure más. En ese sentido, marcas contrastadas como Somat, que además de limpiar tu vajilla mantiene tu lavavajillas sin restos de comida o cal, puede alargar la vida útil de tu vajilla así como la de tu lavavajillas. Y aunque pueda ser más caro que productos de marca blanca, a la larga invertir en calidad supone ahorro de dinero.

Otro factor que puede alargar la vida de tus bienes, aunque en menor medida, es optimizar su uso para sacarle el máximo rendimiento. El ejemplo más ilustrativo de ello son las bombillas. Sabemos que las bombillas de tungsteno tienen la capacidad de iluminar durante 1000 horas, para poner números redondos, antes de fundirse. En este caso, optimizaremos su vida útil si la encendemos cuando la necesitamos y la apagamos cuando salimos de la habitación, y despilfarraremos si nos vamos de vacaciones y olvidamos las luces encendidas. Del mismo modo, siguiendo con el caso del lavavajillas, si lo ponemos en marcha cuando está completamente lleno, alargaremos su vida y nos supondrá un gran ahorro de energía, y en consecuencia de dinero.

Como ves calidad y ahorro van de la mano, y además estarás ayudando al planeta. En este último lustro en Estados Unidos, la sociedad consumista por excelencia, se ha popularizado el minimalismo como forma de vida alternativa y opuesta al consumismo. Los minimalistas intentan vivir solamente con aquello que necesitan o que aporta un valor añadido a su vida. Se deshacen de todo aquello que no usan. Consumen poco pero de alta calidad y buscan coleccionar experiencias y no objetos. Según sus propios practicantes, el minimalismo es una manera de simplificar la vida, ser económicamente más solvente, puesto que gastas menos, y de mantenerte más enfocado a sus objetivos vitales y/o profesionales.

Sin duda, el minimalismo se alza como una forma alternativa e inteligente de consumir, y una forma de ver y pensar que, transmitida correctamente, puede evitar el consumismo excesivo en los niños.