Durante años fue poco más que un nombre en planos y promesas. Ahora, Los Berrocales ya tiene calles, aceras y parques por los que pasear. Desde este 22 de diciembre, el nuevo barrio del sureste de Madrid se ha abierto por fin a la ciudad y lo ha hecho con una pregunta de fondo que va más allá del urbanismo, ¿puede Madrid construir vivienda suficiente, asequible y pensada para vivir mejor?
El proyecto llega en un momento clave, con el acceso a la vivienda convertido en la principal preocupación de miles de madrileños. No es casualidad que la apertura del barrio haya generado curiosidad, visitas improvisadas y comentarios en redes de vecinos que, por primera vez, pueden caminar por lo que será su futuro hogar.
Los Berrocales no es solo otro desarrollo más. Por tamaño, ambición y mezcla de vivienda libre y protegida, se ha convertido en una especie de banco de pruebas de la ciudad que Madrid quiere ser en las próximas décadas.
Un barrio que por fin se pisa, no solo se promete

Tras más de 20 años de trámites, retrasos y burocracia, el momento simbólico ha llegado, ya se puede circular y pasear por Los Berrocales. La firma del acta de recepción de la primera fase ha tenido un efecto inmediato. Este fin de semana, curiosos, futuros compradores y vecinos de Vicálvaro han recorrido viales todavía silenciosos, pero que ya empiezan a sentirse como ciudad.
Las reacciones se repiten, sorpresa por la amplitud de las calles, por la cantidad de zonas verdes y por una sensación poco habitual en Madrid, la de espacio. “Parece mentira que esto esté dentro de la M-45”, comentan algunos visitantes. Otros destacan que, por primera vez, pueden imaginarse viviendo en un barrio nuevo sin renunciar del todo a la capital.
La llegada de los primeros vecinos está prevista para principios de 2026, pero el simple hecho de poder pisarlo ha cambiado la percepción. Los Berrocales ha dejado de ser un sueño para convertirse en una realidad tangible.
Vivienda protegida, alquiler asequible y el experimento de las supermanzanas

El gran eje del proyecto es la vivienda. En total, se levantarán más de 22.000 casas y más de la mitad tendrá algún tipo de protección pública. En la primera etapa, ya en marcha, se construirán 4.505 viviendas, combinando libre, protegida y alquiler asequible a través del Plan Suma Vivienda del Ayuntamiento.
Este modelo ha despertado mucho interés entre jóvenes y familias que llevan años fuera del mercado. En foros y grupos vecinales se repite la misma idea, no es vivienda “barata”, pero sí una oportunidad que hoy no existe en otros puntos de Madrid. La colaboración público-privada y la cesión de suelo durante 70 años buscan acelerar plazos y evitar que el suelo público quede vacío durante décadas.
A todo esto se suma el diseño urbano. Las supermanzanas, con menos coches y más espacio para el peatón, generan debate. Hay quien lo ve como una apuesta valiente por la calidad de vida y quien teme problemas de movilidad en el futuro. De momento, el concepto despierta más curiosidad que rechazo.
Más allá de las casas: servicios, empleo y una nueva forma de crecer Madrid

Los Berrocales no solo quiere ser un barrio dormitorio. El plan incluye oficinas, zonas industriales, comercio, equipamientos públicos y más de dos millones de metros cuadrados de zonas verdes. La idea es clara, que la vida no dependa exclusivamente del coche ni de desplazarse a otros distritos para trabajar o consumir.
El impacto económico también pesa. Las cifras marean, más de 12.000 millones de euros de aportación al PIB madrileño y más de 160.000 empleos a lo largo de todo el desarrollo. Para el Ayuntamiento, es uno de los grandes motores económicos del Madrid de la próxima década.
La conectividad será clave para que el experimento funcione. La futura estación de metro de la línea 9, el BRT del sureste y los enlaces pendientes con la A-3 marcarán la diferencia entre un barrio bien integrado y otro más aislado. Es, ahora mismo, una de las principales preocupaciones que expresan los futuros residentes.
Los Berrocales ya no es un proyecto a largo plazo, es una realidad en marcha. Lo que ocurra aquí servirá de referencia para otros desarrollos del sureste y para el eterno debate sobre cómo crecer sin repetir errores del pasado. Si funciona, Madrid habrá encontrado algo más que un nuevo barrio, una hoja de ruta para su ciudad del siglo XXI. Si no, será una lección cara, pero necesaria. En cualquier caso, el experimento ya ha comenzado.






