El Martínez Valero dejó una imagen que ya empieza a sonar familiar: un Real Madrid dependiente, nervioso, a ratos perdido, salvando un punto ante un Elche valiente que nunca se sintió inferior. El 2-2 no fue un accidente. Fue un recordatorio. Un aviso repetido. Una verdad que ya nadie puede negar en la casa blanca. Y es que cuando Kylian Mbappé no decide, el equipo se queda sin brújula, sin gol y sin soluciones.
Y la historia, como casi siempre en los últimos meses, vuelve a tener un protagonista silencioso: Rodrygo Goes. Un futbolista que en otro tiempo desbordaba vida y atrevimiento, pero que lleva diez meses sin celebrar un gol. Diez meses en los que Madrid ha esperado un renacer que no llega. Diez meses en los que los minutos siguen pasando y la aportación del brasileño se hace cada vez más difícil de justificar.
La racha de Rodrygo que nadie entiende
Todo comenzó aquel 4 de marzo de 2024. Rodrygo firmó una acción de genio ante Jan Oblak en Liga de Campeones. Regate, recorte, disparo ajustado. Un gol que parecía anunciar la mejor versión del extremo. Desde entonces, el silencio. No ha vuelto a ver portería en casi un año natural, y eso, para un jugador titular en el Real Madrid, es un síntoma que ya escuece.

No se trata de actitud. Rodrygo corre, se ofrece, encara, intenta. Pero cada partido es un nuevo episodio de la misma película: buenas intenciones, poca claridad, cero gol. Y cuando el equipo se queda sin su superestrella francesa, la responsabilidad le cae encima como una montaña. Xabi Alonso sigue confiando en él, como antes lo hizo Ancelotti. Pero el campo devuelve la misma respuesta semana tras semana.
En Elche, otra vez, la escena se repitió: oportunidades que se marchan, conducciones que no acaban en nada y un delantero que quiere, pero no puede.
Un Madrid sin ritmo ni plan
Lo preocupante no es solo la falta de gol. Es la falta de un marco de juego que sostenga al equipo. El Madrid juega al ritmo de los jugadores, no al de la idea. El balón se mueve lento, casi adormilado. La presión, que debería ser la primera gasolina del equipo, ha desaparecido. Y el centro del campo, por poblado que esté, no logra gobernar los partidos.
El planteamiento se reduce a una fórmula tan simple como arriesgada: aguantar atrás, confiar en la zaga… y esperar a que arriba pase algo. Y si ese "algo" no llega desde los pies de Mbappé, quien logró un hito histórico, el equipo queda atrapado en un embudo creativo del que no sabe salir.

El Elche lo detectó desde el primer minuto. Con un fútbol valiente, vertical, y una intensidad que desbordó a los blancos, obligó al Madrid a jugar a trompicones. No hubo continuidad, no hubo control, no hubo autoridad. Solo chispazos aislados.
Mbappé no puede ser eterno
El francés no jugó un mal partido. Even tuvo momentos de lucidez, un par de oportunidades claras y una asistencia magnífica para que Jude Bellingham firmara el empate definitivo. Pero esta vez no fue suficiente. No siempre puede serlo.
Mbappé es un jugador que vive instalado en la exigencia máxima, pero incluso él necesita aire alrededor. Un socio que rompa, otro que aparezca por sorpresa, un delantero extra que asuma responsabilidad. Hoy, ese segundo foco no existe.
Rodrygo no marca.
Vinícius no está fino, y ya rozando los dos meses sin ver puerta.
Brahim aporta la chispa al equipo de Xabi Alonso, pero poca continuidad.
Endrick sigue apartado.
Mastantuono aparece por momentos sueltos.
Y Gonzalo, brillante por tramos, aún no tiene la jerarquía para decidir partidos.
El resultado es un ataque que vive pendiente de un único jugador, de Mbappé.
El Real Madrid no defiende con el balón
Uno de los puntos más inquietantes es la incapacidad para manejar los ritmos del partido. El control del balón no es un capricho. Es una herramienta. Dominar la posesión desgasta al rival, abre huecos, genera cansancio, permite respirar a la defensa y da a los delanteros mejores escenarios.
Pero este Madrid vive en el extremo contrario: ataques cortos, posesiones fugaces, pérdidas rápidas y transiciones constantes. Una especie de todo o nada improvisado en cada jugada. Un plan que funciona cuando Mbappé está tocado por la inspiración… y que se desmorona cuando el francés tiene un día terrenal.
En Elche, el guion quedó claro: dos goles nacidos de destellos individuales, pero un océano de minutos sin saber qué hacer con la pelota.
Un final sin noticias nuevas
Rodrygo terminó otra vez señalado. No por actitud, sino por ausencia de impacto. No marca diferencias, no encuentra el gol y no ofrece ese desborde que un día fue su sello. El apagón se alarga demasiado. Y el Madrid, mientras tanto, sigue rezando para que Mbappé no tenga una mala tarde.
Porque cuando Mbappé no marca, el Madrid sufre.
Y ante el Elche, volvió a quedar más claro que nunca.
- Más información: Primera alternativa seria de Rodrygo Goes para salir del Real Madrid.






