Durante años, la imagen del botellón, los porros en los parques y los cigarros a la salida del instituto parecía formar parte inseparable de la adolescencia o llamada Generación Z en España. Sin embargo, algo está cambiando y para bien. Los datos más recientes del Ministerio de Sanidad pintan un panorama completamente distinto al de años anteriores, los jóvenes de entre 14 y 18 años están dejando atrás los hábitos que marcaron a generaciones anteriores.
La nueva edición de la encuesta ESTUDES 2025 revela mínimos históricos en el consumo de alcohol, tabaco y cannabis entre adolescentes, un dato que sin lugar a dudas muestra un cambio en la llamada generación Z. Las borracheras, el “binge drinking” y los porros pierden terreno frente a un estilo de vida más consciente, en el que prima la salud, el deporte y (por qué no) el autocuidado digital. Puede que los jóvenes de hoy no sean tan “rebeldes” como antes, pero sí parecen más lúcidos sobre lo que significa cuidarse.
¿Estamos, entonces, ante la generación más sana de la historia? Los expertos creen que sí, o al menos, la más consciente. Los adolescentes españoles beben menos, fuman menos y, sobre todo, tienen una percepción mucho más clara de los riesgos. Puede que la fiesta siga, pero el exceso, al menos por ahora, parece haber pasado de moda.
Adiós al botellón: los jóvenes beben menos y se emborrachan todavía menos

Durante años, el botellón fue casi un ritual adolescente, generación tras generación vivió esta época de la misma forma. Sin embargo, las nuevas generaciones parecen haber cambiado de rumbo. Según la encuesta ESTUDES 2025, apenas un 17,2% de los jóvenes reconoce haberse emborrachado en el último mes, el nivel más bajo desde el año 2000. Y aunque el alcohol sigue siendo la sustancia más presente (el 73,9% dice haberlo probado alguna vez), las borracheras y el binge drinking se desploman.
El cambio tiene mucho que ver con una nueva forma de entender el ocio. La tecnología, los planes en casa o el simple hecho de que “ya no está de moda” emborracharse cada fin de semana están redefiniendo el entretenimiento juvenil. Hoy en día (y para tranquilidad de los padres), los adolescentes prefieren un concierto, una serie o incluso una tarde de videojuegos antes que acabar tirados en un parque. No es que no beban, pero lo hacen de otra manera: con más control, más consciencia y menos atracones.
Tabaco y vapeo: el humo ya no tiene glamour

El tabaco, ese símbolo de rebeldía de generaciones pasadas, se está apagando entre los jóvenes, un dato que podría empezar a preocupar a las grandes compañías tabacaleras. Solo un 15,5% de los estudiantes de entre 14 y 18 años fuma, el mínimo histórico desde que hay registros. Además, casi la mitad de los que lo hacen intentaron dejarlo en el último año. La edad media de inicio ronda los 14 años, pero cada vez son menos los que llegan siquiera a encender su primer cigarro.
Los vapers, en cambio, siguen siendo un foco de atención y tal vez el más peligroso, dadas las consecuencias negativas que se han asociado a su uso. Aunque el 49,5% de los jóvenes los ha probado, la percepción de riesgo se dispara, más del 57% cree que vapear “de vez en cuando” puede ser peligroso. Ese cambio de mentalidad marca una diferencia importante con los años previos, en los que los cigarrillos electrónicos parecían una moda inofensiva. Hoy, el mensaje cala; “lo cool es cuidarse”, un mensaje que llega tarde por las terribles consecuencias que han dejado el uso de estas sustancias entre los jóvenes en el pasado.
El porro pierde fuerza: el cannabis también cae a mínimos

El cannabis, históricamente la sustancia ilegal más consumida entre adolescentes (y los no tan jóvenes también), también entra en fase de retirada. Solo un 21% de los jóvenes dice haberlo probado alguna vez, un descenso de casi seis puntos respecto a 2023. El consumo frecuente también baja, un 11,6% en el último mes, el valor más bajo de los últimos 25 años. Y no solo es una cuestión de hábitos, la percepción de riesgo se ha disparado, y esta percepción sobre el riesgo asociado al uso de estas sustancias es lo que está marcando la diferencia entre generaciones. Nueve de cada diez adolescentes creen que fumar porros de forma habitual es perjudicial para la salud.
Esa combinación de conciencia y cambio social podría estar detrás del descenso generalizado en todas las drogas. El acceso a la información, las campañas de prevención y una generación más preocupada por su bienestar parecen estar funcionando. La generación Z no es que haya dejado de experimentar, pero sí ha decidido hacerlo con más cabeza y es lo que está elevando su nivel con relación con generaciones pasadas.
Un cambio de chip (y de prioridades) en la Generación Z

Los jóvenes españoles están reescribiendo la relación con las drogas, el alcohol y el tabaco. Lo que antes era una costumbre casi asumida hoy se percibe como una decisión. La ministra de Sanidad, Mónica García, lo resumía así, “Los jóvenes de nuestro país tienen los hábitos más saludables de los últimos 25 años”. Y aunque aún hay retos (como el vapeo o el uso de somníferos sin receta), la tendencia es clara, menos excesos, más conciencia.
Puede que la Generación Z no sea perfecta, pero sí parece tener algo que sus predecesores tardaron en entender, cuidarse también es una forma de rebeldía. En un mundo donde todo pasa rápido, su manera de decir “no” a los porros, al tabaco y a las borracheras es, quizás, el gesto más revolucionario de todos.







