El Real Zaragoza atraviesa un momento crítico. Los números son demoledores: colista en Segunda División, con un equipo sin confianza y una grada que ha pasado de la preocupación al desencanto. Lo que comenzó como un mal arranque se ha convertido en una crisis profunda que amenaza con arrastrar al club hacia la Primera RFEF, tercera categoría del fútbol español.
Rubén Sellés, que llegó hace apenas un par de semanas con la intención de recuperar el orden y la intensidad, no ha conseguido dar con la tecla. El técnico ha movido piezas, cambiado sistemas y buscado fórmulas distintas, pero el resultado sigue siendo el mismo.
El Real Zaragoza se hunde en Segunda, pero aún busca una salida
El de un equipo frágil atrás, plano en el centro del campo y sin pegada arriba. Ni Dani Gómez -con dos goles anotados- ni Bazdar ni Aketxe- logran romper la sequía, como ya se vio con la dolorosa derrota ante el Deportivo (0-2) o el 0-5 en casa frente a la Cultural Leonesa. Lo cierto es que el Real Zaragoza sufre cada vez que el rival acelera.
La mudanza temporal al Ibercaja Estadio, mientras La Romareda sigue en obras, tampoco ha ayudado. Jugar lejos de su casa ha restado ese punto de identidad que siempre ha caracterizado al zaragocismo.

No es lo mismo. Ni para el aficionado del gran Real Zaragoza, ni para los jugadores. El ambiente, antes eléctrico, se ha vuelto más frío y resignado. La sensación general es que el club está viviendo un paréntesis incómodo, tanto dentro como fuera del campo.
La destitución de Gabi no fue una solución
Sellés, en sus tres encuentros jugados desde la destitución de Gabi Fernández primero, y de Larraz apenas una semana después, intenta mantener la calma. En sala de prensa repite que el equipo trabaja bien y que hay margen para reaccionar, pero la realidad pesa. La plantilla del Real Zaragoza muestra síntomas de bloqueo y la sensación general es que cada partido se convierte en una montaña demasiado alta. Los errores se repiten, la defensa concede y los puntos se escapan una jornada tras otra. La presión ya no viene solo de la afición, también desde dentro: el vestuario siente que el tiempo se agota.
La dirección deportiva, consciente del desastre, ya piensa en el mercado de invierno. El club buscará refuerzos para apuntalar el ataque y dar aire al centro del campo, donde jugadores como Francho Serrano o Toni Moya están sobrecargados. En defensa, de la Fuente y Raúl Guti no bastan para sostener un bloque que pierde solidez con facilidad. El objetivo es encontrar experiencia, jerarquía y algo de liderazgo, algo que hoy brilla por su ausencia.
Un par de victorias en una liga tan agitada puede cambiar el rumbo por completo
Pese a todo, en Zaragoza aún queda un hilo al que aferrarse. En algunos tramos, el equipo ha mostrado momentos de orgullo, como en la victoria ante el Mirandés fuera de casa (0-1) o la reacción tardía frente al Almería (4-2). Detalles mínimos, sí, pero que sirven para recordar que la plantilla no ha bajado los brazos del todo. La afición, aunque dolida, sigue acompañando. Lo hace por costumbre, por sentimiento y por esa fe que solo se entiende en un club que ha vivido demasiadas caídas como para dejar de creer.
Sellés sabe que necesita resultados ya. El calendario aprieta ya en noviembre y los rivales directos suman. Pero también sabe que la Segunda División es imprevisible. Una racha de dos o tres victorias puede cambiar por completo el panorama. En ese escenario se agarra el Zaragoza, buscando un golpe de efecto que le devuelva la confianza.
El Real Zaragoza está tocado, pero no hundido. Lo demuestra su historia y lo sostiene su gente. Y mientras haya una afición que no abandone, siempre quedará una opción -por mínima que sea- de volver a levantarse.
- Más información: El problema del Real Zaragoza no es Gabi.






