Los calpinos viven en octubre una de sus celebraciones más sentidas, donde la historia y la emoción fortalecen la identidad colectiva
En Calp, octubre no es un mes más. Desde hace años, el décimo mes del calendario está marcado en rojo como el momento en el que todo un pueblo se reúne en torno a una misma emoción colectiva: las Fiestas de Moros y Cristianos en honor al Santísimo Cristo de la Suor.
Durante una semana, vecinos de todas las edades, festeros, músicos, comerciantes, familias y visitantes convierten la localidad en un gran escenario vivo, donde la historia, la devoción y la fiesta caminan de la mano.
Un pregón que encendió la chispa festera

Este 2025, el arranque de las fiestas llegó con la fuerza de las palabras de Inma Morató Boronat, pregonera de esta edición y figura histórica de la celebración. Fundadora de la filà Califach y primera presidenta de la asociación festera, Morató recordó los orígenes de una tradición que comenzó siendo pequeña y que, gracias al empeño de muchos, ha crecido hasta convertirse en una seña de identidad local.
“Estas fiestas son nuestras, nacieron de la voluntad de un pueblo y siguen vivas gracias a él”, afirmó durante un pregón emotivo, que despertó ovaciones y lágrimas entre muchos vecinos que se reconocen en esa historia compartida.
El Desfile: cuando Calp camina unida

La tarde del sábado 18, la Entrada Mora y Cristiana fue mucho más que un desfile: fue la imagen visible de un pueblo que camina junto. A lo largo de la avenida Gabriel Miró, miles de personas llenaron las aceras y balcones para aplaudir a las filaes, a los cargos festeros y a las bandas que, con música y boatos, recrean el espíritu de esta celebración.
Los capitanes de este año, Ángel García y Estefanía Moll (Mossàrabs d´Ifach, bando cristiano) y Adrián Romero y Fini Ortiz (Tuaregs, bando moro), junto a la abanderada Celia González Jorro y los alféreces infantiles Marc Císcar Cabrera, Marins Corsaris y Marc Sala Perles, Berberiscos, representaron con orgullo a todo el colectivo festero. Cada banda, cada paso, cada traje elaborado habla de horas de trabajo, de ensayos y de compromiso compartido.
En Calp, no se desfila para ser visto: se desfila para formar parte de algo que pertenece a todos.
El Desembarco y el Miracle: historia compartida, emoción colectiva

El domingo, en la playa del Arenal-Bol, el Desembarco volvió a llenar la mañana de pólvora, brisa marina y emoción. El choque entre moros y cristianos, recreando el ataque de 1744, es uno de esos momentos en los que el pueblo no es espectador: es protagonista.
Pero el clímax llegó el martes 21 con el Miracle, el acto que cada año recuerda cómo, ante la traición y la amenaza, la villa fue salvada gracias a la intervención de Caragol y la protección del Cristo de la Suor. Miles de personas abarrotaron la Plaza Mayor, en un silencio sobrecogedor que se rompe con los arcabuces y las ovaciones finales.
El Miracle no es solo una representación teatral: es el relato común que une a generaciones, la historia compartida que da sentido a la fiesta. Cada calpino se reconoce en ese acto. Es su historia, su identidad.
Procesión y devoción: la fe como raíz
El miércoles 22, día del Patrón, volvió a ser la jornada de recogimiento y fervor. La Misa de Campaña y la procesión del Santísimo Cristo de la Suor llenaron las calles del casco antiguo de silencio y respeto. Vecinos, filaes, cargos, autoridades y visitantes caminaron juntos tras la imagen del Cristo, símbolo espiritual que da sentido a toda la celebración.
La entrada de la imagen en la iglesia, bajo un cielo iluminado por cohetes, se vivió con la misma intensidad que hace décadas: un instante donde la emoción colectiva se impone a las palabras.

Un mes de octubre que pertenece a todos
Más allá de los actos, de los desfiles, de los programas y de los horarios, lo que hace únicas las fiestas de Moros y Cristianos de Calp es la capacidad de reunir a todo un pueblo en torno a un mismo latido.
Los festeros veteranos ven a sus nietos desfilar. Las nuevas generaciones toman el relevo de quienes las fundaron. La música de las bandas retumba en los mismos rincones donde hace medio siglo unos pocos amigos soñaron con construir una tradición.
Octubre se ha consolidado como un tiempo en el que las diferencias desaparecen y la identidad compartida florece en cada rincón.
Mirada al futuro con raíces profundas
La fiesta, ya consolidada y reconocida como de Interés Turístico Autonómico, encara el futuro con retos importantes: crecer sin perder esencia, atraer visitantes sin dejar de ser de los calpinos, abrirse al mundo sin olvidar su raíz.
La fuerza de estas fiestas reside precisamente en su capacidad de unir. Cada año, en octubre, el pueblo vuelve a encontrarse consigo mismo a través de la música, la pólvora, la devoción y la memoria







