La discriminación hacia la comunidad o pueblo gitano sigue presente en muchas ciudades de España. En muchas ciudades, en muchas calles y barrios, los prejuicios persisten bajo formas sutiles, a menudo normalizadas.
Es así que lo que la Universitat Pompeu Fabra describe como "antigitanismo cotidiano" (la discriminación estructural que afecta al acceso a la educación, al empleo y al reconocimiento social) sigue marcando la vida de miles de personas.
LA DISCRIMINACIÓN HACIA EL PUEBLO GITANO QUE NO SIEMPRE SE VE
La universidad catalana señala en su último estudio que, en Barcelona, la comunidad gitana sufre barreras sistemáticas tanto para acceder al mercado laboral como dentro del sistema educativo. Pero no es una realidad exclusiva de Cataluña.
En Granada, donde la población gitana tiene una presencia histórica y profunda, ese mismo patrón se repite, con un agravante: aquí, los estereotipos conviven a diario con una cultura que, paradójicamente, ha sido esencial en la identidad de la ciudad.

Granada no se entiende sin la comunidad o el pueblo gitano. Desde hace siglos, su música, su arte y su modo de vida han dado forma a lo que hoy es el alma cultural de la ciudad. El Sacromonte, con sus zambras y su tradición flamenca, es un símbolo del orgullo gitano y una de las imágenes más universales de la ciudad. Sin embargo, fuera de ese marco cultural o turístico, el reconocimiento social no siempre llega con la misma fuerza.
UNA CULTURA RECONOCIDA, PERO UNA COMUNIDAD CASI MARGINADA
"Hay mucha hipocresía", dice Carmen a este medio, vecina del Albaicín y activista por los derechos gitanos. "Todo el mundo se llena la boca hablando del duende, del arte gitano, del flamenco… pero cuando una chica gitana va a buscar trabajo, las puertas siguen cerradas. Es bonito ser gitano para el cartel de una peña, pero no tanto para compartir pupitre u oficina".
Pero esto no solo ocurre en Granada. En varias ciudades de España, la discriminación no siempre se expresa con insultos ni con violencia, sino con gestos más pequeños y silenciosos. Algunos vecinos lo resumen con una frase: "No nos dicen nada, pero lo notamos".
Es el cambio de tono en una entrevista de trabajo cuando se menciona el apellido, la desconfianza al alquilar una vivienda o las miradas en una tienda. Ese tipo de microagresiones, aunque sutiles, van dejando huella. Antonio, joven gitano de 28 años, lo explica. "A veces ni siquiera te insultan, pero te hacen sentir que no encajas. Si dices que eres gitano, todo cambia", dice.
LOS JÓVENES GITANOS ABANDONAN LOS ESTUDIOS ANTES DE ACABAR LA ESO
Los datos nacionales refuerzan estas percepciones. Según la Fundación Secretariado Gitano, más del 60% de los jóvenes gitanos abandona los estudios antes de terminar la ESO, y solo un pequeño porcentaje accede a la universidad. En el mercado laboral, las cifras no son mejores: la tasa de paro supera el 50%, y buena parte de los empleos son precarios o informales.

De hecho, muchos de estos problemas se concentran en los barrios más humildes. Allí, las familias gitanas encuentran pocas oportunidades y escasos recursos. La falta de referentes, la desconfianza institucional y la persistencia de los prejuicios hacen difícil romper el círculo de la exclusión.
Resulta una contradicción amarga que un país que presume de su arte y su mestizaje cultural mantenga prejuicios tan arraigados. El flamenco, declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, es una de las mayores expresiones de la cultura gitana, nuestro país -no solo Granada-, vive de él en buena medida. Sin embargo, esa admiración cultural no siempre se traduce en respeto social.
"Todo el mundo se llena la boca hablando del duende, del arte gitano, del flamenco… pero cuando una chica gitana va a buscar trabajo, las puertas siguen cerradas"
Aun así, algo se está moviendo. En los últimos años, distintas asociaciones y colectivos están trabajando para visibilizar el antigitanismo y promover la inclusión real siendo gitano. Desde proyectos educativos en los barrios hasta actividades culturales en centros cívicos, la lucha contra el racismo hacia la comunidad gitana empieza a tener eco en los medios locales y en las instituciones.
Es más; la ciudad española con más población gitana es Sevilla, que cuenta con una cifra estimada de más de 20.000 habitantes. Otras ciudades con esta gran comunidad son Granada y Barcelona, aunque en Granada la concentración es mayor en municipios más pequeños.
La clave, coinciden muchos, está en la educación. En enseñar desde las escuelas que la historia de este pueblo es también parte de la historia de España. En romper los prejuicios antes de que se instalen en la mente de los más jóvenes.