San Lucas Evangelista, cuya festividad la Iglesia Católica conmemora cada 18 de octubre, emerge de entre las figuras del Nuevo Testamento con un perfil singular y de una riqueza extraordinaria. Médico de profesión, compañero inseparable de San Pablo y esmerado cronista de los orígenes del cristianismo, su legado trasciende el mero registro histórico para convertirse en una profunda meditación teológica sobre la misericordia de Dios. A través de su pluma, no solo poseemos el evangelio más extenso y detallado, sino también la única crónica de la vida de la Iglesia primitiva: los Hechos de los Apóstoles. En un mundo a menudo fragmentado por la discordia y la indiferencia, la obra de Lucas resuena con una actualidad asombrosa, recordándonos que el mensaje de Cristo se dirige preferentemente a los pobres, a los marginados y a todos aquellos que anhelan un bálsamo para sus heridas físicas y espirituales, erigiéndose así en un pilar fundamental para la comprensión de la fe.
La importancia de San Lucas en la vida del creyente contemporáneo radica en su capacidad para presentar un rostro de Jesús profundamente humano y compasivo. Su evangelio, calificado por el poeta Dante como el que "describe la amabilidad de Cristo", nos invita a descubrir a un Dios que busca incansablemente a la oveja perdida, que celebra el regreso del hijo pródigo y que exalta la fe humilde del centurión. Lucas nos enseña que la salvación no es un privilegio reservado a unos pocos, sino un don universal ofrecido a toda la humanidad, sin distinción de raza o condición social. Su meticulosidad de historiador, que le llevó a investigar diligentemente los hechos que narra, proporciona un sólido fundamento a nuestra fe, mientras que su sensibilidad de médico le permite captar con especial agudeza el sufrimiento humano y la capacidad sanadora del amor divino, ofreciendo un modelo perenne de cómo la ciencia y la fe pueden converger en el servicio al prójimo.
El Médico Amado y Cronista de la Fe Naciente

Originario de Antioquía, en la actual Turquía, San Lucas fue un hombre de vasta cultura, formado en el saber helenístico y con profundos conocimientos de la lengua y la literatura griegas. A diferencia de la mayoría de los autores del Nuevo Testamento, no era de origen judío, lo que le confirió una perspectiva única para presentar el mensaje cristiano al mundo gentil. La tradición lo identifica como médico, una profesión que no solo le proporcionó un estatus social y una educación superior, sino que también moldeó su mirada atenta al detalle y su sensibilidad hacia el sufrimiento humano, como lo demuestra el vocabulario preciso que emplea al describir las curaciones de Jesús. San Pablo, en su epístola a los Colosenses, se refiere a él con el afectuoso apelativo de "el médico amado", un testimonio de la estrecha relación que los unió y del consuelo que su ciencia y su amistad debieron suponer para el apóstol en sus arduos viajes misioneros.
Su conversión al cristianismo, probablemente en torno al año 40, marcó un punto de inflexión en su vida, ligándolo de manera indisoluble a la figura del Apóstol de los Gentiles. Acompañó a San Pablo en varias de sus misiones, convirtiéndose en testigo presencial de la expansión del Evangelio por Asia Menor y Grecia, y permaneciendo a su lado incluso durante su cautiverio en Cesarea y Roma. Esta experiencia directa, unida a una labor de investigación exhaustiva en la que, como él mismo afirma en el prólogo de su Evangelio, consultó a "testigos oculares y servidores de la Palabra", le permitió componer una obra monumental en dos volúmenes, conocida hoy como Lucas-Hechos, que narra la historia de la salvación desde el nacimiento de Juan el Bautista hasta la llegada de Pablo a Roma.
La Pluma que Dibujó la Misericordia de Cristo
El Evangelio de San Lucas es una joya literaria y teológica que presenta un retrato único de Jesús, centrado en su infinita compasión y su predilección por los desfavorecidos. A menudo se le ha denominado "el evangelio de los pobres", pues en sus páginas Jesús proclama bienaventurados a los humildes, a los que lloran y a los que tienen hambre, mientras advierte sobre los peligros de la riqueza y la autosuficiencia. Es Lucas quien nos ha legado algunas de las parábolas más conmovedoras y emblemáticas del cristianismo, como la del Buen Samaritano, la del Hijo Pródigo y la del rico Epulón y el pobre Lázaro; relatos que subrayan la primacía del amor y la misericordia sobre la rigidez de la ley. Su narrativa, de una gran calidad estilística, busca dejar claro que la promesa de Dios, antes reservada al pueblo judío, se abre ahora a todas las naciones.
Además de su especial atención a los pobres, el evangelista destaca por la notable importancia que concede a las mujeres en el ministerio de Jesús, presentándolas como discípulas fieles y testigos privilegiados de los acontecimientos más cruciales. Es en su relato donde la figura de la Virgen María adquiere una relevancia singular; Lucas narra con detalle la Anunciación, la Visitación y el Nacimiento de Jesús, y nos transmite el Magníficat, ese sublime canto de alabanza de María que ha resonado en la liturgia de la Iglesia a lo largo de los siglos. Del mismo modo, es el evangelista de la oración, mostrando a un Jesús que acude constantemente al diálogo con el Padre en los momentos decisivos de su vida e instando a sus seguidores a orar sin desfallecer.
Los Hechos de los Apóstoles: La Aventura de la Iglesia Primitiva

La segunda parte de la obra lucana, los Hechos de los Apóstoles, constituye un documento histórico y teológico de valor incalculable, al ser el único relato que narra los primeros años de la Iglesia. Este libro, que comienza con la Ascensión de Jesús y la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, describe con gran viveza la conformación de la primera comunidad cristiana en Jerusalén, sus desafíos y la manera en que el Evangelio comenzó a extenderse "hasta los confines de la tierra". San Lucas, como historiador meticuloso, ofrece un testimonio detallado de la predicación de los apóstoles, especialmente de Pedro y Pablo, documentando sus discursos, sus viajes misioneros y los milagros que acompañaban su predicación, mostrando así cómo la Iglesia continúa la misma misión salvadora de Jesús.
En los Hechos, se percibe claramente la acción del Espíritu Santo como el verdadero protagonista que impulsa, guía y fortalece a la Iglesia naciente. Es el Espíritu quien desciende sobre los apóstoles, quien inspira sus palabras, quien abre las puertas a la conversión de los gentiles y quien sostiene a los discípulos en medio de la persecución. La narración de Lucas, que en varios pasajes utiliza la primera persona del plural ("nosotros"), sugiere su participación directa en algunos de los eventos que relata, especialmente en los viajes de San Pablo, lo que confiere a su crónica una frescura y una autenticidad excepcionales. Este libro no es solo una historia del pasado, sino un modelo perenne para la misión evangelizadora de la Iglesia en todas las épocas.
Un Legado de Sanación para el Cuerpo y el Alma
La tradición eclesiástica no solo reconoce a San Lucas como médico y escritor, sino también como el primer iconógrafo cristiano, atribuyéndole las primeras representaciones pictóricas de la Virgen María. Aunque estas atribuciones carecen de confirmación histórica estricta, reflejan una verdad profunda: Lucas pintó con palabras el retrato más tierno y completo de la Madre de Jesús, basándose probablemente en el testimonio directo de ella. Esta faceta artística, unida a su profesión médica, ha hecho que sea venerado como santo patrón de los médicos, cirujanos y artistas, quienes encuentran en él un modelo de cómo la ciencia y el arte pueden ser caminos para acercarse a Dios y servir a los demás.
El mensaje de San Lucas, que trasciende los dos milenios de historia, sigue siendo una fuente de consuelo y esperanza. Su vida y su obra son un testimonio elocuente de cómo una persona culta, con una profesión exigente, puede poner todos sus talentos al servicio del Evangelio. Se estima que falleció a la avanzada edad de 84 años, tras una vida dedicada por completo a dar a conocer a Jesucristo, dejando un legado imperecedero que invita a cada creyente a ser, como él, un cronista de la misericordia de Dios en el mundo. Su fiesta, celebrada el 18 de octubre, es una oportunidad para redescubrir la belleza de sus escritos y para pedir su intercesión, especialmente por todos aquellos que se dedican al cuidado de los enfermos y a la creación de la belleza.