Madrid estrena este septiembre la nueva Tasa de Gestión de Residuos, un tributo que busca financiar la recogida, transporte y tratamiento de basuras en todos los municipios de más de 5.000 habitantes, cumpliendo con los objetivos de reciclaje fijados por la Unión Europea. La cuota de este impuesto se calculará combinando una parte fija, vinculada al valor catastral del inmueble, y otra variable, relacionada con la generación de residuos y el grado de separación de los mismos en cada barrio.
Los recibos llegarán a los domicilios este mes y deberán abonarse en un único pago, aunque a partir de 2026 se permitirá fraccionarlos al estilo del IBI. El impacto económico de esta medida, sin embargo, no es uniforme: la diferencia entre barrios es abismal y ha generado un intenso debate entre vecinos y expertos. Mientras que en zonas como El Plantío, en Moncloa-Aravaca, la tasa supera los 574 euros, en San Cristóbal, Villaverde, apenas alcanza los 45 euros. Esta disparidad se explica principalmente por el valor catastral de los inmuebles, que representa la mayor parte del cálculo, y por la necesidad de incentivar la sostenibilidad urbana.
Propietarios e inquilinos deberán prestar especial atención a los contratos de alquiler, ya que la obligación de pago recae formalmente sobre los primeros, aunque pueden repercutir la tasa sobre los segundos si así se acuerda.
Cómo se calcula la tasa y por qué varía tanto según el barrio

La nueva tasa de basuras en Madrid se determina, de acuerdo a la explicación de las autoridades ambientales, mediante una fórmula que combina dos componentes; una parte fija y otra variable. La cuota fija representa el 81 % del importe total y se calcula en función del valor catastral de cada inmueble.
Es decir, cuanto más alto sea el valor de la vivienda o local, más elevada será la tasa, la razón de ser de esta fórmula se desconoce, probablemente se sustente en la creencia de que los que más dinero tienen más impuestos deben pagar. La parte variable, que equivale al 19 %, depende de la generación de residuos y del nivel de reciclaje registrado en cada zona. Esta combinación busca equilibrar la contribución de los vecinos según su capacidad económica y el impacto ambiental de su actividad diaria, lógica o no, esta fórmula se empieza a aplicar este mes de septiembre.
El método de cálculo provoca diferencias significativas entre barrios, generando un contraste que ha generado críticas entre los vecinos. Por ejemplo, mientras en El Plantío la tasa anual alcanza los 574 euros, en San Cristóbal apenas supera los 45 euros. Estas disparidades reflejan no solo el valor del suelo sino también la densidad de población, la actividad económica y la eficiencia en la gestión de residuos de cada distrito. Así, un mismo servicio de recogida y tratamiento puede traducirse en cantidades muy distintas de pago, según la ubicación del inmueble.
Impacto económico: qué barrios pagarán más y cuáles menos

El impacto de la tasa en los bolsillos de los madrileños es notable. Los distritos con inmuebles de alto valor catastral, como El Viso, Recoletos o Los Jerónimos, se sitúan entre los más afectados, con recibos que superan los 400 euros al año por vivienda. En cambio, zonas más populares o con menor valor de suelo, como Usera o Villaverde, tendrán que afrontar cantidades mucho menores, en algunos casos inferiores a 50 euros.
Esta diferencia plantea un debate sobre la equidad del impuesto y su percepción social, ya que todos reciben el mismo servicio, pero no todos contribuyen de igual manera. Además de las diferencias entre barrios, la tasa también influye en el gasto familiar y empresarial. Para las viviendas, el importe medio se sitúa en 140 euros, mientras que para locales y comercios alcanza los 310 euros.
Estas cifras reflejan cómo un mismo servicio puede tener un peso económico muy distinto dependiendo de la ubicación y la actividad del contribuyente. La medida, además, se enmarca en el objetivo de cumplir con la legislación europea sobre gestión de residuos y reciclaje, lo que añade un componente de sostenibilidad a la ecuación, aunque sin aliviar las diferencias económicas entre distritos. Lo cierto es que a partir de septiembre el presupuesto familiar, se verá afectado una vez más este incremento, sea lógico o no.
Propietarios e inquilinos: quién asume realmente el pago del impuesto

La obligación formal de abonar la tasa recae en los propietarios de los inmuebles, considerados sujetos pasivos del impuesto. Sin embargo, la normativa permite que los dueños repercutan el pago en los inquilinos siempre que se indique expresamente en el contrato de arrendamiento, lo que deja la puerta abierta a los inquilinos para trasladar este gasto a los inquilinos, sobre todo si se la vivienda es de alto valor económico.
Vamos que, en muchos casos, el impacto económico de la tasa puede trasladarse a los hogares que alquilan, aunque no todos los contratos antiguos incluyen esta cláusula, lo que deja a algunos inquilinos exentos de pagar. En los contratos firmados antes de la implantación de la tasa, los inquilinos pueden negarse a asumir el pago si no se menciona explícitamente.
A partir de 2026, el Ayuntamiento permitirá fraccionar el pago y domiciliarlo junto con el IBI, lo que facilitará la gestión del recibo. Esta flexibilidad busca adaptarse a la diversidad de situaciones residenciales y económicas en Madrid, que al ser una ciudad tan densamente poblada genera este tipo de desigualdades, aunque la complejidad del sistema exige que propietarios e inquilinos revisen con atención sus contratos para evitar sorpresas y conflictos.