No es donde lo compras, sino como lo conservas: Marcelo (39), agricultor de Almería, explica por qué estás matando el sabor del tomate (y dónde guardarlo)

El lugar donde guardas los tomates en casa puede ser el culpable de que hayan perdido todo su sabor. Un agricultor nos desvela la ciencia que se esconde detrás de un tomate insípido y harinoso.

El tomate es el rey indiscutible de la huerta de Almería, un producto que evoca el sabor del verano, el sol y la ensalada perfecta. Sin embargo, todos hemos vivido la misma decepción: compramos unos tomates rojos y tersos, con una pinta espectacular, y al llegar a casa y probarlos, no saben a nada, porque el problema no está en el origen del producto, sino en lo que hacemos con él al llegar a casa. Un gesto cotidiano, casi instintivo, es el responsable de arruinar la experiencia.

Ese gesto, repetido en millones de hogares, es meter los tomates en la nevera. Marcelo, agricultor de Almería que lleva media vida cultivándolos, sonríe con resignación cuando se lo mencionan. «Es como si metieras un jamón de bellota en un congelador», sentencia, ya que el frío del frigorífico es el mayor enemigo del sabor y la textura del tomate. Y no es una simple opinión de alguien que trabaja la tierra, es una realidad con una explicación científica aplastante.

EL FRIGORÍFICO: LA CÁMARA DE LOS HORRORES PARA EL TOMATE

Hemos Asociado El Frío Con La Buena Conservación, Pero En El Caso De Esta Fruta, Es Un Error Fatal Que Aniquila Sus Mejores Cualidades.
Hemos Asociado El Frío Con La Buena Conservación, Pero En El Caso De Esta Fruta, Es Un Error Fatal Que Aniquila Sus Mejores Cualidades. Fuente Freepik

La lógica nos dice que para que algo dure más tiempo, hay que meterlo en el frigorífico. Lo hacemos con la leche, con la carne y con la mayoría de las verduras, y por eso, por pura inercia, hacemos lo mismo con los tomates, pues creemos que el frío prolongará su frescura, cuando en realidad lo que hace es detener en seco sus procesos vitales. El tomate es un organismo vivo que, una vez recolectado, sigue madurando y generando aromas.

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Ese proceso de maduración es el que crea el equilibrio perfecto entre acidez y dulzor que buscamos en un buen tomate. Es una sinfonía química muy delicada, y el frío intenso de la nevera, por debajo de los 12 grados, apaga la orquesta de golpe. Las enzimas responsables de generar los más de 400 compuestos volátiles que conforman su aroma simplemente dejan de trabajar. El tomate no se pudre, pero se convierte en una caja vacía, bonita por fuera pero sin nada dentro.

LA CIENCIA DETRÁS DE UN TOMATE HARINOSO

El desastre no solo ocurre a nivel de sabor y aroma, sino que la textura también sufre una transformación irreversible. Cuando un tomate de Almería se somete a bajas temperaturas, sus membranas celulares internas se rompen, y este daño estructural provoca que el agua que contienen se libere y la pulpa adquiera esa textura harinosa y blanda que tanto nos desagrada. Es un daño físico que, una vez hecho, ya no tiene vuelta atrás.

Es un fenómeno que los expertos llaman «daño por frío». No es una congelación, sino un estrés celular que degrada la calidad del fruto desde su interior, por eso un tomate que ha estado en la nevera nunca volverá a tener la jugosidad de uno conservado a temperatura ambiente. Podemos sacarlo un rato antes de comerlo para que no esté helado, pero las membranas ya estarán rotas y los compuestos aromáticos, perdidos para siempre.

LA VOZ DE LA EXPERIENCIA DESDE EL CAMPO ALMERIENSE

Marcelo Nos Cuenta Cómo Tratan Ellos El Producto Para El Que Viven Y Por El Que Trabajan Los 365 Días Del Año.
Marcelo Nos Cuenta Cómo Tratan Ellos El Producto Para El Que Viven Y Por El Que Trabajan Los 365 Días Del Año. Fuente Freepik

«Nosotros aquí en Almería vivimos por y para el tomate. Lo cuidamos desde la semilla, controlamos el agua, el sol… todo para conseguir el mejor sabor», explica Marcelo mientras pasea por su invernadero. Para un profesional del campo almeriense, ver su trabajo arruinado en el último eslabón de la cadena es descorazonador, porque saben que un tomate recolectado en su punto óptimo seguirá mejorando durante varios días si se le dan las condiciones adecuadas.

La clave, insiste, es entender que no es una lechuga. El tomate es una fruta climatérica, como el plátano o el aguacate, lo que significa que sigue respirando y madurando tras ser cosechado, y el agricultor de Almería lo recolecta pensando en el viaje y en los días que pasará hasta ser consumido. Meterlo en la nevera es como ponerle una mordaza a un cantante en mitad de su mejor canción, interrumpiendo el proceso para el que ha sido diseñado.

EL SANTO GRIAL: ¿DÓNDE GUARDAMOS ENTONCES LOS TOMATES?

La solución es tan sencilla que parece mentira. El mejor lugar para conservar los tomates es un sitio que todos tenemos en casa: la encimera de la cocina, pues un frutero en un lugar fresco y seco, alejado de la luz solar directa, es el hábitat ideal para que el tomate termine de desarrollar todo su potencial. Ahí, a temperatura ambiente, seguirá generando los aromas y manteniendo la textura perfecta.

Un truco de experto que nos regala Marcelo es fijarse en la parte del tallo. «Hay que guardarlos siempre con el pedúnculo hacia arriba», revela, ya que esta posición evita que la zona más delicada del tomate se apoye, se magulle y se abra una vía a que se estropee antes de tiempo. Es un pequeño gesto que marca una gran diferencia en su durabilidad y que procede de la sabiduría acumulada en la huerta de Europa.

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CÓMO DISFRUTAR DEL AUTÉNTICO SABOR A ALMERÍA

Al Final, Todo Se Reduce A Tratar Con Respeto Un Producto Que Ha Costado Mucho Esfuerzo Y Conocimiento Producir.
Al Final, Todo Se Reduce A Tratar Con Respeto Un Producto Que Ha Costado Mucho Esfuerzo Y Conocimiento Producir. Fuente Freepik

La próxima vez que llegues a casa con una bolsa de tomates, resiste la tentación de abrir la nevera. Dales un hogar en tu cocina, obsérvalos, huélelos cada día y verás cómo su aroma se intensifica, porque el verdadero sabor del campo de Almería no está en el supermercado, sino en tu propia cocina, esperando a ser despertado. Es la diferencia entre comer un producto simplemente correcto y disfrutar de una auténtica explosión de sabor.

No se trata de un capricho de gourmets, sino de recuperar la esencia de lo que comemos. Un gesto tan simple como elegir el lugar de almacenaje correcto nos reconecta con la naturaleza del alimento, y ese producto almeriense te devolverá con creces el buen trato en forma de sabor y jugosidad. Y así, ese tomate que un día cuidó Marcelo en su tierra de Almería, cumplirá por fin su propósito en tu mesa.

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