Especial 20 Aniversario

El truco canario para que las papas arrugadas queden perfectas: no es la sal, es lo que haces justo al final de la cocción

El truco canario para que las papas arrugadas queden perfectas no reside únicamente en la cantidad de sal, sino en un gesto crucial que se realiza justo al final de la cocción y que transforma por completo el resultado. Este plato, emblema de la gastronomía del archipiélago y reconocido como maravilla gastronómica de España, encierra en su aparente sencillez una técnica depurada a lo largo de generaciones. La clave no es solo hervir las papas en agua muy salada, sino el proceso posterior de secado, que consigue esa piel tersa y arrugada con una fina y deliciosa costra salina que las caracteriza. Es un final rápido, casi un golpe de calor, que marca la diferencia entre unas simples papas cocidas y unas auténticas papas arrugadas.

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Conseguir ese punto exacto es un arte que los canarios dominan con maestría, una herencia culinaria que evoca el ingenio de una cocina de aprovechamiento. Históricamente, se utilizaba directamente agua de mar, un recurso abundante y natural que aportaba el punto de sal perfecto. Hoy, recreamos esa salinidad en nuestras cocinas, pero el verdadero secreto, ese que convierte una receta humilde en un manjar, es el paso final: una vez cocidas las papas, se escurre casi toda el agua y se devuelve la olla al fuego por unos instantes. Este movimiento, un vaivén enérgico, hace que la piel se seque de inmediato, se arrugue y la sal se adhiera creando esa textura inconfundible que invita a comerlas con las manos, acompañadas, cómo no, de un buen mojo.

EL ORIGEN DE UN ICONO: MÁS QUE UNA SIMPLE PATATA

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La historia de las papas arrugadas está intrínsecamente ligada a la llegada del tubérculo a Europa. Las Islas Canarias, por su estratégica posición geográfica, fueron uno de los primeros lugares del continente en aclimatar y cultivar las papas traídas de América en el siglo XVI. Los suelos volcánicos y el clima subtropical del archipiélago resultaron ser el entorno idóneo para que prosperaran variedades únicas, que hoy son el corazón de esta receta y un símbolo del orgullo agrícola canario. Este plato, nacido de la necesidad y la escasez, reflejaba la realidad económica y alimenticia de los isleños, que supieron transformar un ingrediente básico en una seña de identidad culinaria.

La técnica de cocción, que originalmente se realizaba con agua de mar, no era un capricho, sino una forma de aprovechar los recursos disponibles. Esta costumbre, mantenida por los agricultores que se desplazaban a la costa, sentó las bases de la receta actual. La sencillez de hervir las papas pequeñas y nuevas que quedaban tras la cosecha principal con abundante sal y luego secarlas era un método eficaz y sabroso. Con el tiempo, este plato trascendió su origen humilde para convertirse en el acompañamiento indispensable de carnes y pescados, y en una tapa imprescindible en cualquier celebración canaria, demostrando cómo la necesidad puede agudizar el ingenio hasta crear una joya gastronómica.

LA ELECCIÓN CORRECTA: NO TODAS LAS PAPAS SIRVEN

La Elección Correcta: No Todas Las Papas Sirven
Fuente: Freepik

El éxito de unas buenas papas arrugadas comienza mucho antes de encender el fuego, concretamente en la elección del tubérculo. No cualquier variedad es apta para lograr esa piel fina y arrugada y esa carne mantecosa que las hace únicas. En Canarias, las reinas indiscutibles son las «papas bonitas» o variedades antiguas con denominación de origen, como la papa negra o la azucena, que son difíciles de encontrar fuera de las islas. Estas papas, de tamaño pequeño y piel delicada, son las que mejor reaccionan al proceso de cocción y secado, arrugándose de manera uniforme y permitiendo que la sal se adhiera a la perfección.

Para quienes intentan replicar la receta en la península, la recomendación es buscar patatas de guarnición, nuevas y de tamaño reducido. Aunque el resultado no será idéntico, ya que las arrugas no serán tan pronunciadas, se puede conseguir una aproximación muy digna y sabrosa. Es fundamental que las papas sean de calidad y, sobre todo, que se laven a conciencia, ya que se consumen con piel. La piel no solo es esencial para conseguir la textura deseada, sino que también concentra gran parte del sabor, por lo que su limpieza es un paso que no debe tomarse a la ligera.

EL RITUAL DE LA COCCIÓN: EL SECRETO ESTÁ EN EL CALDERO

El Ritual De La Cocción: El Secreto Está En El Caldero
Fuente: Freepik

El proceso de cocción de las papas arrugadas es un ritual con pasos bien definidos que garantizan el éxito. Primero, se lavan muy bien las papas para eliminar cualquier resto de tierra, sin pelarlas jamás. Se colocan en una olla o caldero amplio, donde no queden demasiado apiladas, y se añade una cantidad generosa de sal gorda marina, aproximadamente un cuarto de kilo de sal por cada kilo de papas. A continuación, se cubren con agua, pero sin que esta sobrepase por completo las papas; lo ideal es que el nivel del agua quede un dedo por debajo de la capa superior de tubérculos.

La cocción debe realizarse a fuego fuerte y, preferiblemente, con la olla destapada para facilitar la evaporación. Algunos cocineros tradicionales añaden unas rodajas de limón al agua para evitar que las papas se ennegrezcan y mantengan un color vivo. Tras unos 20 o 30 minutos, cuando al pincharlas estén tiernas, llega el momento crucial. Se escurre casi toda el agua, dejando apenas un dedo en el fondo, y se vuelve a poner la olla al fuego, esta vez a una temperatura más baja. Se menea la olla con movimientos circulares durante unos minutos, lo que en las islas se conoce como «hacer saltar las papas», hasta que la piel se seque, se arrugue y adquiera esa característica pátina blanca de sal.

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EL TOQUE FINAL: EL SECADO QUE LO CAMBIA TODO

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Este es el gesto que distingue unas simples papas cocidas de unas auténticas papas arrugadas. Una vez que las papas están tiernas, el error más común es simplemente escurrirlas y servirlas. El verdadero truco canario, la culminación del proceso, es devolver la olla al fuego sin apenas agua. Este golpe de calor final es el que provoca la magia: el agua restante se evapora rápidamente, la piel de la papa se deshidrata al instante y se contrae, formando las características arrugas, y la sal disuelta en el poco líquido que quedaba se cristaliza sobre la superficie, creando una fina y deliciosa costra.

Este secado debe ser rápido y enérgico, moviendo constantemente la olla para que las papas no se peguen y el calor se distribuya de manera uniforme. Es un proceso que dura apenas unos segundos o un par de minutos, pero que es absolutamente fundamental para la textura y el sabor final del plato. Al realizar este paso, se consigue no solo el aspecto visual inconfundible de las papas arrugadas, sino también una concentración de sabor en la piel que contrasta maravillosamente con la suavidad de la carne interior. Es un final que sella la receta y la eleva a la categoría de manjar.

EL ACOMPAÑAMIENTO PERFECTO: MOJOS PARA TODOS LOS GUSTOS

El Acompañamiento Perfecto: Mojos Para Todos Los Gustos
Fuente: Freepik

Unas papas arrugadas no están completas sin su inseparable compañero de mesa: el mojo. Esta salsa canaria, vibrante y llena de sabor, es el contrapunto perfecto para la sencillez salina de las papas. Existen principalmente dos variedades que se disputan el protagonismo en la mesa canaria: el mojo picón o rojo y el mojo verde. Ambos son una emulsión de aceite de oliva, vinagre, ajos y comino, pero se diferencian en su ingrediente principal, que les da su color y carácter distintivo.

El mojo picón, de color rojo intenso y sabor potente, se elabora con pimientos rojos o pimientas piconas autóctonas, que le aportan un toque picante y ahumado. Es ideal para los paladares que buscan emociones fuertes y acompaña a la perfección no solo a las papas arrugadas, sino también a carnes a la brasa. Por otro lado, el mojo verde es más suave y herbáceo, elaborado a base de cilantro o perejil, lo que le confiere un frescor ideal para equilibrar platos de pescado. La elección entre uno y otro depende del gusto personal y del resto del menú, aunque la tradición invita a tener siempre ambos presentes para disfrutar de la experiencia completa.

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