John Ford, el director que mejor reflejó las emociones humanas en el cine

Hace unos días se cumplió el 130 aniversario del nacimiento de John Martin Feeney. Seguramente ese nombre no le diga nada al gran público, pero si decimos John Ford todos los amantes del cine lo colocarán entre los tres mejores directores de la historia del séptimo arte. Ford fue el director que mejor reflejó las emociones humanas en la gran pantalla.

Y es que a nadie se le escapa que la obra de Ford y su influencia han aguantado perfectamente el paso de los años y como el propio Martin Scorsese ha subrayado siempre en sus entrevistas «Ford es el padre del cine clásico, todos los que hacemos cine a día de hoy estamos influido por su él, aunque no lo sepamos».

El mejor director de cine de la historia, para muchos, destacó por su capacidad de retratar el amor, la amistad, la solidaridad entre los hombres, el amor por la tierra y la familia y sobre todo la lucha de la humanidad contra las adversidades. Con estos elementos construyó Ford la base argumental de su obra. Realizando poesía en imágenes y donde las leyendas tenían prevalencia sobre la realidad y los hechos históricos.

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Monument Valley y el dominio de Ford para grabar en grandes espacios

Ford fue tachado erróneamente de ultraconservador por la temática de su cine, nada más alejado de la realidad. Por ejemplo apoyó a la República española y el programa sobre los Derechos Civiles elaborados por el presidente Kennedy. Se opuso frontalmente a la ‘Caza de brujas’ del senador Joseph McCarthy en el cine de Hollywood y muchas de sus películas tuvieron una vertiente y un contenido social, como por ejemplo la adaptación cinematográfica de la novela de John Steinbeck ‘Las uvas de la ira’.

WÉSTERNS Y TRADICIONES IRLANDESAS

«Soy John Ford y hago películas del oeste», así se presentaba el gran maestro del cine clásico ante los «odiados periodistas». A Ford no le gustaba tratar mucho con la prensa y eso que está trataba bastante bien a la obra del cineasta. De hecho, parte de Hollywood acusaba al director de «dominar a los medios», algo que realmente nunca se probó.

«Simplemente quiero retratar la mirada de los hombres y hacer cine sencillo que explique la vida de gente sencilla, sus deseos, sentimientos, victorias y derrotas»

John Ford

El director desmitificaba mucho su trabajo. «Hago cine para ganarme la vida, no pienso con ello que estoy haciendo arte o pasando a la historia. Simplemente hago una profesión que me gusta y me llena«, comentaba. «Simplemente quiero retratar la mirada de los hombres y hacer cine sencillo que explique la vida de gente sencilla, sus deseos, sentimientos, victorias y derrotas», recalcaba siempre que podía.

Nacido en en Cabo Elisabeth en el estado norteño de Maine, Ford nunca olvidó sus raíces irlandesas y esto fue un tema recurrente en sus películas. Personajes de origen irlandés, música y bailes de Irlanda y escenas de taberna de aquel país inundan la filmografía de Ford.

Llegó a Hollywood en 1915 de la mano de su hermano Frank. Allí trabajó de todo dentro del mundo del cine e incluso fue extra en ‘El nacimiento de una nación’ de D. W. Griffith. Paso a ser ayudante de dirección y ya durante los años 20 rodó más de 50 películas entre cortos y largos dentro del cine mudo.

Durante la siguiente década comenzó el despegue de su carrera como gran director dentro del ‘starsystem’ de Hollywood. Y en 1939 rodó una de sus grandes obras ‘La diligencia’. Un wéstern considerado la película fundacional del género y que inició la carrera fulgurante y plagada de éxitos durante los años 40 y 50 y que en su «declive» de los 60 dejó joyas como ‘El hombre que mató a Liberty Valance’.

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De izquierda a derecha, James Stewart, John Ford y John Wayne en una pausa del rodaje de «El hombre que mató a Liberty Valance» (1962), una de las obras maestras de Ford

GRANDES ESPACIOS PARA RODAR Y ELOGIO A LA SENCILLEZ

Una de las grandes características del cine de Ford fue su capacidad para rodar en grandes espacios, además de fotografiar y encajar extensos paisajes con los personajes de las obras. También era asombrosa su capacidad para rodar escenas difíciles de la forma más sencilla. Rodó 135 películas donde casi la mitad fueron wésterns, pero curiosamente sus mejores films no estuvieron dentro de este género.

Siempre buscaba captar las emociones de sus personajes, para eso pedía a sus actores que no tuviesen miedo a mostrar sus sentimientos de una forma sincera. Era un amante de las escenas sensibles y de esos momentos intensos en los que las relaciones interpersonales inundaban la pantallas.

Acusado injustamente de misógino, Ford fue capaz de entender como nadie el papel de la mujer a nivel social como soporte vital y emocional de los grupos humanos. Maureen O’Hara y Katharine Hepburn, con la que sostuvo un romance, son actrices que con Ford llegaron a papeles cumbres en sus carreras. En base a ellas describió y puso en valor el papel de las mujeres dentro de los grupos sociales retratados por el cine.

Convivió con los indios navajos numerosas veces, se granjeó su amistad y rodó nueve películas en su territorio, Monument Valley. Los navajos le consideraron un amigo y un hijo adoptivo, el director les daba trabajo y además les ayudaba económicamente durante algún tiempo de penuria de los navajos debido a alguna catástrofe natural. Esta amistad permitió a Ford ser el único que ha grabado película en los territorios sagrados de la tribu, dando de esta forma unos decorados impresionantes y únicos a algunos de los films del realizador.

Ford casi siempre usaba a los mismos actores y equipo técnico; Maureen O’Hara, Henry Fonda y John Wayne solían ser sus protagonistas, los cuales siempre estaban rodeados de un maravilloso elenco de secundarios que casi siempre eran los mismos. Por este motivo, los rodajes eran como un acto familiar donde Ford ejercía de patriarca con muy buen ambiente laboral.

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Maureen O’Hara, la gran musa de Ford durante el rodaje de ‘El hombre tranquilo’

Obsesionado con rodar a una sola toma para grabar «las emociones de la primera vez son las que importan», Ford a penas movía la cámara para realizar cine. Buscaba que entre la acción y el espectador no existiese ningún elemento. Para este fin el cineasta declaraba que «el secreto está en la gente, en su mirada, hay que involucrar al espectador en la escena y en las emociones». Aclamado por la crítica y por las taquillas, las arrasó literalmente, Ford pasó a la historia por crear un sello personal a la hora de hacer cine que influye hasta nuestros días.